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La pequeña Manuela y su padre

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Aylinne Cervantes Ramírez

David Zuluaga y su hija Manuela Hernández fueron las víctimas del fatal accidente de tránsito ocurrido en la Doble Calzada en el sector de la Paz. La comunidad pide soluciones para que no se repitan más siniestros.

Hace más de diez años Santa Marta le abrió las puertas a Daniel Zuluaga, oriundo del municipio de Anserma, departamento de Caldas. Como muchos, se vino en busca de nuevas oportunidades. Junto a su compañera sentimental Angélica Hernández conformaron un hogar armonioso con dos niñas: Manuela Hernández Sánchez de siete años y su hermana menor, Daniela Zuluaga Hernández.

El infortunio le arrebató la calma y la armonía a esta familia por la infortunada muerte en un accidente de tránsito del señor Daniel Zuluaga y su pequeña hija Manuela Hernández cuando la recogía del colegio como de costumbre, causándole gran dolor a una madre y a una esposa, que aún no cree como esto le ocurrió a su fiel compañero y a su niña.

David Zuluaga de 44 años se dedicaba al cuidado y venta de lotes, algunos muy cercanos al lugar donde residía, en el barrio La Victoria, sector de La Paz; su esposa Angélica es para sus vecinos una mujer educada, servicial y entregada a sus hijas, sienten mucho lo ocurrido, pues ellos eran testigos del profundo amor que transmitía esa familia.

Angélica Hernández con su hija menor Daniela se fueron de Santa Marta después del accidente, viajaron al lugar de origen de su esposo para darle cristiana sepultura, además, con el deseo de no regresar a la ciudad, quieren sanar sus heridas y amainar su dolor lejos de estas tierras en donde circunstancias infortunadas le quitaron sus más preciados amores.

LA SONRISA DEL MEGACOLEGIO

Como una niña amorosa, inteligente y dulce recuerdan a Manuela Hernández en el Megacolegio de La Paz, donde cursaba transición. Todos concuerdan en que Manuela era un ser especial, quien iluminaba todo a su alrededor, sus profesores y compañeros aún no salen del asombro por su pérdida y la de su papá en ese fatídico accidente.

Es inevitable que quienes conocían a Manuela y al señor Daniel Zuluaga no demuestren la tristeza que los embarga al hablar sobre ellos. Sus profesores, amigos y vecinos hablan con profunda melancolía que ya no verán la sonrisa diaria que Manuela les regalaba. Su profesora de clases la describe como una excelente estudiante y una niña muy cariñosa.

Su maestra Yoryanis Barliza con profunda tristeza habla de cómo Manuela solo se hacía sentir en el salón de clases por su risa, su alegría, cuando participaba y cuando ayudaba a sus amigos. Manuela se caracterizaba por ser una buena compañera, como una alma inocente y bondadosa, quería siempre que todos estuvieran felices como ella, por eso, iba por la vida regalando abrazos y besos, sin esperar nada en cambio solo una sonrisa de vuelta.

Es difícil para su maestra hablar de Manuela en pasado, era una de sus alumnas más especiales, la relación que tenían Manuela y su familia son para la docente un claro ejemplo de cómo un hogar construido con amor y paz se refleja en el buen comportamiento de los niños.

La conexión de Manuela con su padre David Zuluaga era única, aunque no era su padre biológico, él la amaba y protegía como si fuese suya, era la niña de sus ojos al igual que su hermana menor Daniela, quienes lo conocían notaban cómo las cuidaba y consentía. Todos los días salía de su casa en la moto a llevarlas y recogerlas del colegio.

Manuela amaba tanto a su papá que no podía separarse de él, a principios de año, ella bajó su rendimiento académico, algo inusual en una niña tan pilosa, la profesora preocupada decide hablar con Manuela y preguntarle qué le ocurría, su maestra relata que muy triste le dijo que su papá se había ido de viaje y lo extrañaba mucho.

SU MEJOR AMIGO

Su papá David Zuluaga no era el único mejor amigo de Manuela, también está Kevin, su inseparable amigo de clases, era tanto el tiempo que compartían juntos, que la profesora a veces los separaba para que cumplieran con sus tareas, pero ellos siempre encontraban la forma de reunirse otra vez.

Estos dos amigos llegaban a ciertos acuerdos con la profesora para que los dejara sentarse juntos; Kevin se comportaba bien en clases y Manuela estaba pendiente para que la profesora notara esto. El pequeño Kevin aún no cree que su mejor amiga ya no volverá a clases para pasar grandes momentos, a pesar de ello, con la esperanza que solo la da la inocencia de esa edad, Kevin espera por su gran amiga.

Muchos estudiantes de distintos grados participaron en un mural que le rinde homenaje a la memoria de la niña Manuela, además de cartas, frases y dibujos alusivos a su compañera y al valor de la vida, en esas hojas quedaron plasmados las sensaciones de desconsuelo que atraviesa la comunidad de esa institución educativa.

Manuela que bailaba al son de cualquier ritmo preparaba junto a su clase el baile para el ‘Talent Show’ de fin de año, a su curso le correspondía la región Pacífica y ensayaba con mucho entusiasmo. El evento fue cancelado después del accidente, el colegio dice no estar en condiciones emocionales para realizarlo, porque la ausencia de la sonrisa de Manuela en el escenario, es un vacío imposible de llenar.

¡NO MÁS ACCIDENTES!

Los habitantes del barrio La Victoria están decididos a evitar que otro accidente fatal ocurra, según la comunidad ya ha habido cuatro muertos en la misma zona, piden que se tomen medidas severas. Clarena Barros, líder del comité del barrio, empezó a gestionar con los entes respectivos ayudas que contrarresten la problemática que ha dejado varias víctimas.

Clarena Barros indicó, que “pedimos al tránsito, cámaras electrónicas, reductores de velocidad, señalización, esto lo hacemos por nuestros niños”. Son muchas las denuncias de la comunidad y exigen respuestas inmediatas, no quieren que otra luz de esperanza se apague en La Victoria.

La líder del comité también expresó que existen problemas para gestionar solicitudes que velen por la seguridad de todos los residentes del barrio. “La comunidad se presentó ante la presidenta de acción comunal Irma Llanos para que les diera papel membretado, el cual nos negó”, porque según ellos, afecta la labor que ellos ejercen”.

La comunidad está unida tras el accidente de Daniel Zuluaga y Manuela, su objetivo es ser escuchados y que se tomen las medidas necesarias que hagan valer sus derechos, que Manuela se vuelva el símbolo que represente que no existirá una víctima más.

Sin embargo, también existe irresponsabilidad por parte de algunos habitantes de los barrios aledaños que no utilizan el puente peatonal y prefieren exponer sus vidas. El compromiso debe ser de todos, deben tener precaución en una carretera transitada por vehículos de carga pesada.

 

EL CAMINO DÍA TRAS DÍA

OPINIÓN CARIBE recorrió el trayecto que debían hacer Daniel Zuluaga y la pequeña Manuela todos los días y que muchos otros padres aún realizan. En el camino se encuentran calles inclinadas sin pavimentación, huecos que representan trampas mortales no solo para los que conducen un medio de transporte sino para las personas adultas y sobretodo para los niños que transitan por ese camino.

Para la coordinadora del Megacolegio La Paz, Elizabeth Sanjuán, no se han implementado medidas de protección y prevención para esa comunidad, decenas de estudiantes como la pequeña Manuela viven en barrios del otro lado de la Doble Calzada, para ella son muy dolorosas las condiciones en que los niños deben trasladarse a la escuela.

El lamentable suceso que les ocurrió a esa pequeña y a su papá, se pudo evitar, asegura la Coordinadora en medio de la tristeza. Para la docente “el mejor homenaje que le podemos hacer a Manuela es poner los ojos en esas necesidades para que ningún otro niño pierda la vida de la manera cómo la perdió Manuelita”.

UN HOGAR EJEMPLAR

En una casa humilde, en el sector de la Paz, vivía la familia Zuluaga Hernández. El barrio La Victoria se había vuelto la única familia que tenían en la ciudad. Sus vecinos hablan de lo servicial que era el señor David, cómo Manuela los saludaba sin importar que ya lo hubiese hecho minutos antes y describen a la esposa como una madre entregada a sus ‘bebes’ como ella llamaba a sus hijas.

Era normal que después de clases se escuchara a Manuela gritando “Mellos, mellos, vamos a jugar” desde la cerca de su casa, relata Ivón Martínez, madre de los amigos de Manuela y vecina de la familia; para ella fue muy difícil decirle a sus pequeños niños que Manuela se había ido para siempre y ya no jugarían por las tardes.

Sus vecinos recuerdan el enorme amor de esta familia por los animales, como alimentaban a su perro con tetero cuando era apenas un cachorrito, además, en cualquier momento eran bien recibidos los restos de comida para sus gallinas. Sin lugar a dudas, su hogar era muy amoroso en medio de las adversidades y del olvido al que se enfrenta diariamente esa comunidad.

Con resignación, Ovidio Cañizares, vecino del sector, recuerda la última vez que vio con vida a Daniel Zuluaga, estaba regando uno de sus lotes. “Él era servicial, no se metía con nadie, trabajador, era muy buen vecino y amaba a sus niñas, vivía pendiente de ellas”.

Aunque sea difícil de asimilar, nada detiene al tiempo, la vida continúa y con ella la rutina, los niños deben asistir a clases y los mototaxistas como Javier Palacios siguen exponiendo su vida y la de los estudiantes, a quienes les toca atravesar la vía alterna para llegar a sus colegios.

Con ironía, Javier Palacios señala los conos que habían puesto y hacían el trabajo de reductores de velocidad, describió el momento que repite varias veces al día transportando personas en esa zona, “llego a la vía alterna hago el pare, cruzo con cuidado de allá para acá, eso cuando no hay reductores vienen a la hoja y ello ocasiona accidentes cada rato”.

Casi 40 años en el sector le dan a Alexander Caballero el criterio para denunciar, que “esta comunidad se merece que bajen la velocidad, hay una señalización que avisa que la máxima velocidad es de 40 kilómetros por hora”. Sin embargo, no es respetado por los conductores que transitan por esa zona de la vía alterna en el sector de La Paz.

Las calles del barrio La Victoria permanecen más solas y silenciosas que nunca, se siente el dolor y la ausencia de la familia Zuluaga Hernández, sus habitantes hacen un esfuerzo para hablar sobre ellos en medio del duelo en que se encuentran, se sienten olvidados y dicen estar cansados de la indiferencia.

ENAMORADOS DEL MAR

Para amar el mar como lo hacía esta familia solo basta hacerlo suyo, tantos años en Santa Marta los convirtieron en los hijos más fieles de playas con aguas diáfanas que rodean la ciudad dos veces santa. Poco importaba el día, la hora o el clima, para ellos era una necesidad estar siempre ahí.

Pasaban días enteros en la playa, todos los domingos sin falta, el mar y esta familia tenían una cita importante. Sus pieles morenas por los rayos del sol eran la prueba contundente por la cual esta familia no quería irse de la ciudad. Es una pena que estas citas ya no se puedan cumplir, que no puedan contemplar de nuevo la inmensidad del mar que tanto les gustaba a Manuela y a su padre.

La pequeña Manuela soñaba con ser doctora, seguramente lo hubiese logrado con el apoyo de sus padres y esa buena costumbre de regalarle una sonrisa amplia al mundo habría salvado muchas vidas, su padre Daniel se hubiese sentido muy orgulloso, pero el olvido y la indiferencia les jugaron una mala pasada a una familia sencilla que encontraba en un lugar humilde cerca al mar, su hogar.

La familia Zuluaga Hernández es un ejemplo para los samarios, para los que no se toman el tiempo para agradecer, brindar amor y ser solidarios con quienes necesitan ayuda; también para quienes solo les preocupa su bienestar propio, que el interés por la estabilidad de comunidades vulnerables es siempre problema de otros.

No está permitido olvidar a Manuela ni a su padre Daniel Zuluaga, no se debe permitir que se los lleve el tiempo o la mala memoria, regale sonrisas como Manuela lo hacía, esté al servicio de otros como su padre y tenga en cuenta que ningún ser muere mientras haya alguien con vida terrenal recordándolo y siguiendo su legado.

ACCIDENTE MORTAL

En la Doble Calzada que comunica al municipio de Ciénaga con Santa Marta, en el sector de La Paz, ocurrió el accidente entre un automóvil conducido por el subintendente de Policía Octavio Zuluaga y la motocicleta en donde se transportaba Daniel Zuluaga y Manuela Hernández, las víctimas mortales.

Según residentes de la zona, el carro de placas BOH-760 venía a alta velocidad y alcanzó a impactar la motocicleta cuando esta terminaba de cruzar la carretera. Las víctimas fueron arrolladas a varios metros de distancia causando su muerte inmediata.

“Ese carro venía a 100 kilómetros por hora, quizás un poco más, porque arrolló esa moto como a 50 metros y la niña quedó a 20 metros de donde quedó el papá”, expresó Ovidio Cañizares habitante del sector.

El subintendente Zuluaga y su acompañante el patrullero Albert Guevara resultaron lesionados y fueron llevados a la clínica Bahía de Santa Marta para observación médica, ambos uniformados hacen parte de la seccional de Tránsito y Transportes de la Policía Metropolitana.

 

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