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Crónica

Un hilar de historias

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La aguja, la lana, el hilo y la tela son los protagonistas.

Tres vidas que se entrelazan a través del arte de tejer, bordar y coser, actividades manuales que se mantienen a pesar de la variedad de confecciones que ofrece actualmente el mercado nacional e internacional.

 

Yeinnis Hincapié Turizo

Entre las playas del Mar Caribe y una zona montañosa, hay un hilar de culturas que abrigan a las personas y les dan la bienvenida a un sin fin de maravillas, de esas que son como aquel libro que te sorprende con su portada, abres la primera página y solo quieres seguir leyendo sin importar lo largo que sea, en su transcurrir sientes la mejor de las sensaciones, ese aire, esa brisa fría, que baja desde el pico más alto de una Sierra Nevada, que muchas veces se deja ver desde lo lejos. Y es que, hasta el sol es afortunado, le da la bienvenida a ésta, al amanecer, y lo despide El Morro que adorna el mar al atardecer.

Este Paraíso que parece ser sacado de un libro de fantasía, es Santa Marta, aquel que no querrás dejar de descubrir. Naturaleza donde la madre Tierra siembra en cada uno de sus hijos, una semilla de cultura y amor por sus raíces. Varias de ella son el arte de tejer, bordar y coser en el que las manos femeninas coordinan tan perfectamente que forman portales palpables capaces de llevarte a respirar un poco de su historia. Las protagonistas justamente son mujeres fuertes que a pesar de las dificultades encontradas en el camino han sabido salir adelante por medio del amor de este arte.

“Tejo desde niña podría tener como unos 8 o 10 años, mi papá me compraba en las vacaciones todos los hilos de colores para que me distrajera, él decía que para que no tuviera malos pensamientos, por él empecé a recorrer este camino que tanto amor me ha llevado a cultivar”, empieza a contar Rita Ibarra, una mujer de 65 años que vive con su esposo y casi toda su vida la ha dedicado a tejer.

“Es algo que me gustaría dejarles a las nuevas generaciones de mi familia, ya mis nietas, hacen punta en cruz con 9 años. Me casé muy joven, hice hasta cuarto de bachillerato, tengo tres hijos: dos abogados y un administrador de empresas; cuando vi que mis hijos iban a la universidad, y se iban a graduar, me sentía algo frustrada, así que termine mi bachillerato de noche, estudie diseño de moda y etiqueta y comportamiento social; esa es una parte de mi vida que a mí me gusta mucho, la etiqueta”, continuó diciendo mientras tejía.

“El arte de tejer es muy viejo, toda la vida se ha bordado, toda la vida se ha tejido, porque antes de pronto todo era muy rudimentario y ahora ya nosotros vamos a los almacenes y está la lana, ya no tenemos que coger la oveja matarla, destilarla, nada, ya todo lo conseguimos, antes hasta se tenían que teñir las lanas con colores vegetales. Hay que aprovechar esto, porque precisamente cuando uno teje pasan un sinfín de cosas, se tejen sueños despiertos, esperanzas, alegrías, tristezas, encuentros, y se imaginan cosas, se entra a un mundo, donde se producen melodías al ritmo de los vaivenes en las manos”, culminó con una mirada perdida ahogada en el sentimiento que le produce describir lo que siente al tejer.

“Todo en la vida es tejido, nosotras, las mujeres, somos tejedoras innatas, Dios nos dio la oportunidad de tener hijos y esa es una manera de tejer naturalmente, tenemos el privilegio de llevar en nuestro vientre un hombre que le va a servir a la sociedad, ser esa fábrica donde se forma cada hueso de un ser. Pero, así como tejemos cosas lindas mentalmente y manualmente también tejemos cosas perversas. Para mi tejer es una droga, la otra parte de mi vida, hay gente, joven que consume droga de otra especie y les hace daño, mientras existe una que alimenta el alma. Cuando uno teje se le arregla la vida porque si estamos solos y cogemos el hilo, la aguja, el ojillo y aparte escuchamos música nos transportamos. La música y el tejido hacen la mejor combinación, al juntarse nos inspiramos. Es una terapia muy bonita y económica, para el gasto mío, porque el resultado es para mí, para mis nietos y hermanas. El precio de lo palpable es alto por el tiempo que le dedico y el amor, por eso no lo vendo. Cuando mi papa murió, fue una crisis terrible y tejer me sirvió para salir en gran parte del duelo, a través de ello fue como pude matar la ausencia de él”, siguió contando con una expresión nostálgica, que se manifestaba en sus ojos un poco llorosos.

Continúo diciendo doña Rita, “pero, muchas personas lo tienen como medio de sustento económico, yo lo hago por distracción, en un tiempo de pronto si vendí, a las amigas y eso, pero ya no, porque uno queda solo con la familia, entonces esa es mi terapia ponerme a bordar, bordo forros para los abanicos de mano, individuales, las toallas”, manifestó mientras señalaba unos individuales que se encontraban en la mesa.

“Lastimosamente, el arte de tejer se ha ido acabando por la televisión, no hay la manera de distraer a una muchacha, que uno le diga toma un hilo, una aguja, ponte a tejer, porque no lo hacen. Los niños ahora matan el tiempo en el computador, celular, tablet o cualquier otro aparato tecnológico. Hace días fui a buscar una revista de tejido en Santa Marta y no encontré alguna, tuve que recurrir a YouTube. Si yo quiero saber algo, yo me puedo meter en todo lo del computador, pero si mi mama quisiera hacer algo, se le haría difícil, hay cosas que no las hay, no se encuentran, están obsoletas justamente porque el computador lo ha reemplazado, tiene la gente que adaptarse y no debería ser así, la ciudad está atrasada, ni un trapillo pude encontrar para un bolso que quiero hacer”, expresó decepcionada mientras se acomodaba los lentes que usaba.

Muchos paisajes son empañados por esas nubes negras que aparecen en los momentos difíciles, llegan con truenos y muchos relámpagos. La mayoría de las veces se quiere salir corriendo y encontrar un lugar donde refugiarse y esperar que pase la tormenta. El tejer fue el refugio para Rita y donde hizo muchas amistades, una de ellas Jassmina, una mujer que se dedica al bordado y es apasionada por las manualidades.

Asistían a las llamadas tardes de té, donde se reunían con personas que estaban atravesando por lo mismo, se dedicaban a charlar y a hacer manualidades, era como ese portal donde sus problemas eran enterrados, y donde en la tierra de sus vidas empezaban a germinar semillas de esperanzas.

“Con Jassmina, me conozco hace mucho rato, era amiga de su esposo, y después me hice amiga de ella, comenzamos a hacer punta en cruz, junta hemos confeccionado muñecos de navidad, ella si vende. La amistad de nosotras tiene años, hemos tenido depresiones juntas, la llamo cuando estoy mal, ella viene y hablamos mientras tejemos, y así es también en los momentos en que ella no se encuentra bien. A ‘Jassmi’ la quiero, ha sido mi amiga sin precio, y yo creo que para ella soy igual, nosotras somos amigas de llamarnos, salir, tomarnos la coca cola juntas, hablar cosas entre las dos, nosotras no tenemos problemas. El tejer y bordar nos ha servido para la depresión, creo que, si existiera esa manualidad ahora en la casa y en el colegio, no hubiera tanta depresión y problemas por drogas, porque las mentes las tendrían ocupadas”, terminó diciendo.

BORDANDO SUEÑOS

“Desde pequeña me ha gustado todo lo relacionado con las manualidades. Mi madre se dedicaba a tejer, así que me enseñó. Mis hermanos y yo tejíamos nuestras mochilas para ir al colegio, era algo muy bonito que hacíamos con amor”, cuenta Jassmina Tejeda, mientras se balancea en su mecedora.

Ella también se ha destacado porque convirtió su pasión por el bordado en una vía para el sustento económico. “Puedo durar desde las 7:00 de la mañana hasta las 9:00 de la noche bordando y no me aburro, es algo que disfruto, me transporta a otro mundo, difícil de describir, pero donde puedo decir que encuentro la felicidad, y no hay nada más bonito que trabajar sin sentirse obligado o presionado, donde las horas simplemente pasan sin convertirse en un reloj de arena. Creo que es justamente eso y el amor por lo que hago, las causas del buen resultado en cada producto que hago y lo que hace que las personas se interesen por estos”, comenta Jassmina, mientras muestra una toalla bordada con motivo de un unicornio.

“Cuando mi hija empezó a estudiar psicología en la Universidad del Magdalena, recuerdo que le hice una mochilita tejida, para que guardara su celular. Ella la llevaba todos los días y empezaron a preguntarle que donde la había comprado, para comprar porque estaba muy bonita. Así que vio en ello un negocio, yo hacía mochilitas con ella y las vendía en la universidad”, cuenta riéndose genuinamente.

Además, el arte en todos sus aspectos, une personas. “Llevo 31 años con mi esposo, él se dedica a pintar murales de todo tipo, nuestro amor comenzó desde el colegio, y cada segundo de mi vida con él, lo disfruto y en parte es porque hay un lazo que une nuestra pasión”, expresa con una sonrisa, mientras ve a su esposo y con él hace conexión entre miradas.

Cada bordado de Jassmina, le ha permitido hilar cada parte de su vida, uniéndose a su esposo por un mismo objetivo: continuar tejiendo los sueños de su familia.

DISEÑANDO VIDAS

Por otro lado, en los barrios samarios, siempre hay una señora encargada de fabricar las prendas textiles que la comunidad necesita, personas con historia. Una de ellas es ‘Toña Sánchez’ una mujer del barrio San José que lleva casi toda su vida cociendo. “Tengo alrededor de 30 años cosiendo en mi casa, elaboro más que todo ropa femenina, pero de vez en cuando salen también prendas masculinas, y en temporada de colegio uniformes”, empieza a contar ‘Toña’, mientras ensarta el hilo en la aguja de su máquina de coser.

“Coser significa para es un arte ese deseo de plasmar una idea en una tela, es envolver todo el amor y la pasión para conseguir un buen resultado, porque cuando uno hace las cosas de buen humor y con la pureza del alma se ve reflejado en lo palpable que en este caso sería la forma que se le da a la tela, hay que tener mucha concentración por las medidas y estos factores, por lo que es muy importante centrarse en ese mundo donde la aguja, el hilo y la tela son los protagonistas”, continua, esta vez con la mirada fija y un movimiento sutil en las manos que transmiten lo que está diciendo.

“Primero desarrollo un patrón, luego lo corto, prosigo a coser, y por último le sacan los detalles, a este último le dedico mucho tiempo porque es justamente en los detalles donde se le da sentido a la prenda, allí se pule hasta acercarse a la perfección o inclusive alcanzarla y ese toque es el que deja al cliente satisfecho y asimismo desarrolla nuevas habilidades en mí, porque cada vez se aprende más”, explica mientras muestra patrones, cortes de telas y resultados de su trabajo.

“Los momentos que me marcaron en mis inicios son varios. Pero sin dudarlo el que más recuerdo es cuando fui a cortar el primer vestido sola, luego de realizar mis estudios sobre la elaboración de prendas textiles estaba llena de temores, los nervios me invadían, tenía el corazón a mil, solo respiraba para tratar de controlarme, mejor dicho, no hallaba ni como comenzar, pero lo logré y obtuve un buen resultado. Por eso, siempre que tengo una experiencia nueva me acuerdo de eso. Otro fue cuando se me presentó un gran reto que era complicadito personalmente, le iba a coser una prenda a mi hermana y quería que me saliera bien y le gustara, porque ella es profesional en el arte, la verdad temía mucho que no fuese a salir bien, pero considero que esos nervios son buenos porque siempre que los siento logro buenos resultados, quizá es por la importancia que se les da a las cosas”, afirma mirando a lo lejos, dejando ver como se transportaba a esos momentos.

Como todas las personas ha vivido momentos difíciles mientras desempeña su arte, pero también los supo sacar adelante, superando las adversidades. “La circunstancia más dura que he vivido por así decirlo fue una vez que tenía que entregar varios uniformes, era tanta la cantidad que no me quedaba tiempo para descansar, me toco sacrificar varias horas de sueño, me trasnochaba para entregarlos a tiempo, fueron varias noches durmiendo tarde”.

“Pero esas cosas pasan a segundo plano, cuando son más los momentos a los que sacas provecho, y a mi coser me ha ayudado emocionalmente, es el arte más bonito donde se desarrollan miles de sensaciones indescriptibles pero satisfactorias, que como dicen por ahí me tienen enamorada de él. Y, no hay nada más bonito que realizar lo que amas y lo que te apasiona. Por eso me hace feliz que ésta sea mi profesión, de la cual me sustento y uso como medio para las entradas económicas”, culmina con una expresión de amor en su rostro, semejante al de un niño cuando mira a su madre a los ojos y le dice te amo.

La aguja y el hilo son el puente entre los sentimientos y lo plasmable en la vida de estas mujeres, que tienen en común el amor al arte, viendo en este, un camino lleno de luz, donde pueden ser ellas mismas y desarrollar sus potenciales. Aquellos que convertidos en material logran identificar a miles de personas por el significado que tiene y lo que transmiten, justamente esa portada o imagen que sirve para manifestar la esencia de cada persona en distintas situaciones o estados.

Cada vez son menos las personas que se dedican al arte del tejido, bordado y de la costura, en parte es por el surgimiento de nuevas tecnologías y herramientas que reemplazan la mano de obra. Es justamente por esto que debemos valorar a estas personas que aun mantienen vivo el arte, e incentivar a las nuevas generaciones a la conservación de este.

 

 

 

 

 

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