Crónica
A la sombra de una Dama
Por la vocación de servir a la Patria
Alison Hincapié Núñez, es la primera mujer samaria en ser Subteniente del Ejército con mando, su amor por servir a la Patria la llevaron a lograr su mayor anhelo, ingresar a las fuerzas armadas.
Por Yeinnis Hincapié
“Era la tarde del 22 de mayo de 1993, recuerdo” empezó a contar Rosalba Núñez mientras se balanceaba en el mecedor y miraba hacia la fotografía de Alison Hincapié.
“Me encontraba acostada en casa, con quien era en ese entonces mi esposo Geoffrey, cuando de pronto percibí que algo en mi vientre se movía más de lo normal, sentí como si se combinaran dos latidos al compás y formaran una bella melodía y a la vez un dolor muy fuerte que la interrumpía. De inmediato me levante dando gritos de dolor, y mi esposo desesperado fue en busca de un taxi. Los minutos de espera se hicieron eternos, hasta que por fin el taxi llego, quería llegar rápido al hospital, el dolor se había vuelto insoportable. Cuando abordamos al hospital Geoffrey pedía a gritos una camilla y yo solo veía enfermeros correr de un lado para el otro hasta que unos llegaron por mí, me acomodaron en una camilla y me llevaron a una habitación. Llego una doctora muy simpática, alta, con bata blanca y cabello recogido, me revisó y dijo que mi niña estaba a punto de nacer. La emoción que sentí en esos momentos no se comparaba con ninguna otra, pues era mi primera hija. Me trasladaron a la sala de parto, veía muchas mujeres en la misma situación y por mi mente solo pasaba el deseo de ver el fruto de un gran amor. Los médicos estaban a mi alrededor y me indicaron que el parto iba a ser natural” añadió.
Rochy, como cariñosamente le dicen a Rosalba fue por un vaso de agua, a causa de la nostalgia que le generaba volver a revivir esos momentos del pasado, me ofreció un jugo de mango y me llevo hacia el cuarto donde estaban ubicados todavía los osos de peluches de su hija.
Nos sentamos en la cama y esta vez con la mirada hacia la pared, una expresión tímida y una sonrisa continuó. “Empecé a escuchar la voz de varias personas que estaban ahí conmigo diciendo ¡puja, puja!, ¡tú puedes vamos!, ¡puja más duro! Y yo hacia mi mayor esfuerzo para pujar cada vez más fuerte, mi cuerpo ya no daba, era como si se hubiese quedado sin baterías, me sentí impotente en ese momento, pero mi mente me decía que si podía, mientras un enfermero gritaba ¡Vamos solo un poco más!, di un último respiro y puje muy fuerte, sentí un alivio, no sé cómo lo hice, ni de donde saque la fuerza, lo más probable es que no haya sido mi cuerpo quien respondió, sino el amor de madre, que fue recompensado con una voz diciendo que mi hija había nacido”.
Recogió su cabello, encendió el ventilador y se echaba fresco por el intenso calor que estaba haciendo en esos momentos, se dirigió hacia una biblioteca que tenía en el cuarto, sacó un álbum y con un pañuelo empezó a limpiarlo. Al abrirlo me mostró una foto de su hija y dijo en tono gracioso “se iba a llamar Selene José ya lo tenía decidido, pero al llegar a la Registraduria y dar el nombre Geoffrey dijo que su hija no se iba a llamar así, que ese nombre estaba muy feo, lo que una trabajadora apoyó diciendo que parecía nombre de una mujer arrogante, por lo que el papá decidió llamarla Alison Julieth y me gustó”.
Al rato sonó la puerta ¡toc toc!, abrió y era Alison que acababa de llegar del Ejercito. Una mujer morena, alta, cabello largo liso, ojos marrones bastante expresivos, labios un poco gruesos y nariz fileña. Llevaba en su mano derecha una maleta y en su espalda un morral que parecía estar pesado.
Rochy inmediatamente procedió a ayudarla al igual que yo y le dio la bienvenida. La invitó a sentarse, le brindó un vaso de jugo de mango y le contó lo que estábamos hablando. Alison se veía muy entusiasmada, tomó un sorbo de jugo, limpió un poco su mejilla, miró pensativa y dijo. “Sabes mi infancia la disfrute mucho, jugaba con mi prima María Alexandra a las muñecas y a la cocinita, además tenía una buena relación con mis vecinos, me encantaba correr con ellos, jugábamos al escondido, la lleva, el yerby y stop, me gustaría volver a vivir esos momentos, pero me conformo con sonreír al recordarlos”.
Alison sacó el celular del bolsillo y me mostró una fotografía en la que estaba vestida de hawaiana “en Halloween era mi disfraz favorito, recuerdo que nunca quise cambiarlo, me sentía única y feliz”, dijo sonriendo.
Más tarde, su madre se fue a trabajar y nos dirigimos a la cocina a hacer críspetas. “He pasado por momentos muy difíciles en los que estuve al borde de la muerte, el primero fue en el año 2000, tenía 7 años en ese entonces. Me gustaba volarme la reja de la casa para irme a la tienda, pero ese día no conté con la misma suerte que los anteriores, al subir resbalé y la parte superior de la reja que era afilada, quedó incrustada en mi cuello. Como pudieron mis padres me llevaron al hospital, los médicos lograron salvarme y sorprendidos decían que había sido un milagro que siguiera con vida. El segundo fue en el 2007, tenía 17 años, no me acuerdo de lo que sucedió, pero lo que me han dicho iba con un amigo en una moto por la Troncal del Caribe en la noche, se atravesó un perro y al hacer un zig zag para no atropellarlo, perdió el control de la moto y nos estrellamos, quede con heridas graves y pase meses muy difíciles”, dijo mientras escuchábamos el sonido de las críspetas que explotaban en el caldero.
Sacamos las crispetas del caldero y las empezamos a servir, decidimos calentar mantequilla para untarle y salí un rato a comprar algo de tomar, cuando regresé las crispetas estaban en una mesita que dividía el televisor de un mueble en el que Alison me esperaba, fui a la cocina por 2 vasos y serví la gaseosa. Me senté junto a ella y dijo. “Hace mucho no me sentaba a platicar así con alguien”, sonreí y continuó “volviendo al tema un año antes de que me accidentara, justamente el año en que me gradué del colegio, llegaron unos soldados a la institución platicando sobre que era y como era el Ejército. Tenía en mente estudiar veterinaria, pues amaba a los animales, pero a raíz de lo que contaron ese día, mi pensamiento cambio y sentí que el camino que debía tomar era el de servirle a la Patria”.
Había empezado a llover y el agua comenzaba a filtrarse por las ventanas, corrió rápidamente a cerrarlas y pasó el trapero en los lugares del piso donde la lluvia logro llegar. Bajó un poco el volumen del Tv, volvió a tomar asiento, subió las piernas en el mueble y añadió, “viví dos años difíciles, fui mesera, hice algunas promociones de conciertos en Santa Marta y me puse a vender chance en la avenida principal del barrio Gaira donde viví mi adolescencia, era una parte bastante transitada y en las personas que llegaban allí se percibía respeto, por lo que hice muchos amigos y socialicé con la mayoría”.
“Primero me presente a la Policía, porque para mí era lo más fácil, tenía que estudiar solo un año, mi mamá se encontró con un señor amigo de la familia, le comentó y le dijo que mejor me presentara al Ejercito que podía prestar dinero si lo necesitábamos, así que empezamos a investigar y a sacar cuentas”, continuó diciendo.
Alison acomodó su postura y me quedó mirando fijamente, yo reaccioné de la misma manera y dijo “yo averigüe primero la diferencia entre los suboficiales y oficiales porque no lo sabía, me comunique con quien estaba haciendo el proceso de suboficiales en la Costa (mi capitán Mejía), compre la carpeta de datos y sanidad donde van registradas las pruebas psicoanalíticas, los exámenes psicológicos, físico, de la columna y la cabeza. Cuando estaba en el proceso de realización de las pruebas y exámenes una amiga me presentó a una mayor retirada llamada Claudia, hablé con ella y le dije que quería hablar con mi general Bonet, que en ese entonces era el encargado en el Magdalena y había sido comandante de las Fuerzas Militares”, terminó diciendo con cara ingeniosa.
Ya estaba oscureciendo y Alison me pidió que la ayudara a encender las luces de la casa, las encendimos y nos sentamos en la terraza que tenía vista a la Biblioteca de Gaira, estaba adornada con plantas naturales que hacían que se sintiera un aire puro acompañado del acariciar del viento en el cabello y siguió contando, “entonces fui al Batallón a buscarlo que era donde vivía y no había llegado. El soldado que estaba de guardia me dijo que él llegaba más tarde, duré toda la tarde esperando, le di mi número de celular al soldado y él amablemente dijo que iba a llamarme cuando llegara el General y así fue, me aviso que había llegado y llegue al apartamento de él, me dijo que no podía darme una recomendación escrita porque no me conocía y en el pasado había sucedido varios casos de personas que se habían metido a unidades militares con recomendaciones de generales que no eran militares, pero que en el transcurso de mi proceso le fuera avisando, que él me colaboraba si pasaba todos los exámenes” .
Ella sonrió, se le aguaron un poco los ojos. “Para mí era muy difícil ingresar, porque yo soy estrato 3, no tengo familia militar, soy clase media baja y se le sumaba que en ese entonces más de 1000 mujeres se estaban presentando y solo elegían 40, no me veía en ese rango porque no tenía alguna palanca y la mayoría que pasan es con esa ayuda extra. En ese entonces vendía chance y pedía permiso para ir a las pruebas que tenía, a esas pruebas asistía la Mayor. Un día ella se encontró con el coronel y le hablo de mi proceso, él le dijo que me dijera que llegara a su casa”.
La expresión de Alison ahora era de emoción, como si estuviese viviendo nuevamente el momento y dijo. “Fui, lo espere como 4 horas, me atendió como a las 9 de la noche, ese día me hablo y me coqueteó, él como que creía que yo le decía mentiras porque él es de Ciénaga y le dije que me gustaba ir a allá, comenzó a preguntarme que donde me quedaba a ver si era verdad. En un momento tomó mi mano y le dije que si tuviéramos confianza permitía que lo hiciera de lo contrario no. Me invitó a una piscina y le acepte la invitación, pero le aclaré que llevaría a mi hermano. Cuando me iba se ofreció a pagarme el taxi como cinco veces y le dije que no, que yo había llevado dinero que, si pensaba que iba coger el taxi, no le pagaría e iba a salir corriendo”.
Acomodó los pies sobre la reja que separaba la terraza de la calle, puso la cara seria, miró hacia la nada y siguió. “Ese día llegué a mi casa aburrida, mi mamá me esperaba en la puerta, le dije que me el General era un viejo verde y me fui a dormir. Al día siguiente me llamo la Mayor, me preguntó que como me había ido, le dije que mal y le comenté lo que había sucedido, me dijo que si me había portado bien y le respondí que sí, entonces me aclaró riéndose que me estaba colocando a prueba, que si había hecho las cosas bien él me llamaba”.
Fue por un poco de agua, me sirvió un poco y añadió, “Él me llamó a los días, dijo que iba a Bogotá a hacerse una cirugía de corazón abierto y regresaba el 10 de octubre a la Gobernación. A partir de ese día, me arreglaba e iba a la Gobernación a buscarlo casi todos los días para que viera mi interés. Un día estaba afuera y Yuya, la asistente, me dijo que pasara a la oficina del General, ese día me impresioné mucho porque me hizo pasar y pregunto por mi proceso, le explique lo que había hecho y lo que faltaba, me dijo que cuando las terminara y salieran los resultados le avisara, me dio su número telefónico después tanto ir y yo le iba diciendo como iba mi proceso. Días después fui y me senté a hablar con él en un despacho hermoso, en ese entonces solo me faltaba la entrevista psicología que era la más difícil y por la que sacaban a las personas”.
“Hice la entrevista psicológica, terminé los exámenes, y a los días salió el listado de las carpetas que habían pasado en Bogotá los exámenes médicos y las pruebas, afortunadamente pasé. De ahí la carpeta pasaba a un estudio así que llame al General y le avise que había pasado todos los exámenes. A los días me llamaron y me dijeron que mi carpeta no había pasado el estudio, entonces fui donde el General y le dije que yo ya había cumplido con mi parte que lo demás se me salía de las manos que por favor me ayudara, pero obviamente no le dije que me habían llamado”, continuó sonriendo mientras recogía las piernas.
Caminó hacia su cuarto en busca de una peinilla, se recogió el cabello y siguió hablando. “En diciembre estaba decorando la casa con mi mamá y recibí una llamada, me dijeron que me tenía que presentar a una entrevista en Bogotá con mi General Asprilla, uno de los generales más admirados del Ejército, esa era la prueba final. Fui a la escuela militar y empezó a hacerme la entrevista, era la primera vez que sentía que me temblaban las piernas, había diez personas viéndome y era difícil mostrar seguridad, pero en ese momento respiré y me controlé, teniendo en cuenta que de mostrar seguridad dependía que pasara a la escuela. El General me preguntó qué porque quería entrar, no recuerdo que respondí, también me preguntó que, si no me pintaba en esos edificios fríos, llorando llamando a mi mamá, que me mandara butifarra y mis ositos de peluche, le dije que de llorar si pero que hay cosas en la vida por las que uno debe luchar, ser fuerte, además preguntó que si estaba dispuesta a ir a la guerra y le respondí que para eso me iba a entrenar”.
“Después debía esperar que salieran los resultados que daban por internet, cuando salió el listado mis compañeros con los que estaba haciendo el proceso en la Costa me avisaron y como todos queríamos entrar se bloqueaba la plataforma, fui donde una prima, a un café internet y nada no me abría el listado, entonces me llamo un muchacho de Barranquilla, Pineda, con él que más hablaba y me informó que yo había pasado, llegue donde mi tía Martha, entre a la página y efectivamente estaba mi nombre tenía una alegría muy grande, indescriptible. Como a la hora le dije a mis padres, recuerdo que mi mamá lloró mucho. Lo chévere era que teníamos que conseguir 10 millones de pesos, que gracias a Dios logramos conseguir, mi historia fue una aventura, pero gracias a Dios fui aprendiendo”, dijo entre risas.
Llamé a una pizzería, pedí 2 porciones con dos gaseosas y Alison siguió diciendo “En el 2012 fue mi primer día en la escuela, debía estar a las 5:00 am, me fui sola en un taxi llevaba una tula, una maleta y todo lo de intendencia que me habían dado. Ese día hicieron una ceremonia de bienvenida a la cual mi mamá asistió, los primeros días no podía dormir, pero nos levantaban tarde, tipo 6:00 am para irnos acostumbrando, a esa hora en el Ejército normalmente solo se despiertan los domingos, después nos levantaban a las 4:30 am. Los tres meses de recluta fueron los más difíciles porque apenas me estaba adaptando a esa nueva vida. Tenía que bañarme en 20 segundos, lo que hacía era quitarme la ropa debajo de la sabana y me colocaba la toalla porque uno no podía levantarse antes de la hora que decían. En mi cómoda dejaba el jabón cepillo y colgate. Cuando mis alféreces decían buenos días de pie yo salía corriendo al baño con el shampoo ya echado en el cabello, abría el chorrito que siempre estaba frio, mojaba el jabón, me enjabonaba lo cerraba y contaba hasta diez mentalmente, cuando llegaba a 10 abría nuevamente el chorrito y me enjugaba, me gustaba salir rápido porque los que primero se bañaban rendían más”.
“Cuando pasaban revista trataba de tener todo bien porque si me veían bien la mayoría del tiempo los superiores no me molestaban tanto y significaba que estaba cogiendo antigüedad. Al llegar a cadete pesada, que es cadete antiguo cambie de habitación, era más personal, dormíamos 4 en una habitación y teníamos un baño solo son para 4, se sube estatus. Recuerdo una vez que nos mandaron a dar vuelta Marte, que es a toda la escuela, es tan grande que durábamos 40 minutos en darla, nos mandaron formados en hileras, yo iba en la mitad y sentía que me estaba ahogando, que no daba más, pero por más que me sentía mal seguía trotando, bajaba el ritmo, pero nunca paraba de caminar. Ese día oré más que nunca, lo recuerdo tanto, porque no llegue de ultima, era la única mujer y los que llegaron después de mi eran cadetes muy ejercitados” dijo Alison sonriendo.
Fue por un abrigo y se arropó, la brisa que estaba pegando era un poco fuerte y continuó. “En el 2015 pasé a alférez, eso significaba que el gobierno legalmente ya me daba mando, me dieron un sable que en el Ejército precisamente simboliza el mando. En penúltimo nivel, fui a Estados Unidos y realicé el curso de combate. En el último nivel hice fase de mando y fase estudio que considero fue el más difícil porque tenía que presentar mi proyecto de grado, tenía que pasar inglés, pruebas físicas y tener la nota de mando alta que calificaban las compañías de la escuela. Las pasé y en el 2016 ascendí a subteniente, ese día estaba muy nerviosa y emocionada a la vez, en la ceremonia había mucha gente y entre esas personas mi madre, también estaba el presidente de la republica Juan Manuel Santos, es un momento único en el que me di cuenta que tanta lucha había valido la pena. Después me mandaron para Ibagué donde trabajo actualmente, he tenido tres compañías de instrucción que son los civiles que llegan nuevos al Ejército, las dos primeras fueron muy buenas, la tercera más difícil, pero gracias a Dios me ha ido muy bien”.
Llegó el domicilio, nos sentamos en el mueble y comenzamos a reírnos de una película que daban en el Tv, le agradecí por la atención prestada y me fui a casa porque ya era muy tarde.
Alison es la primera mujer samaria en ser subteniente del Ejército con mando, gran ejemplo de lucha y superac
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