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Columnistas

23 de Junio

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Por: Rafael Castañeda Amashta

 

Desde finales del siglo XIX, se presentó en el mundo importantes transformaciones, que provocaron la migración de grandes masas de población, principalmente hacia América, en busca de nuevas oportunidades. Colombia fue receptora -en menor proporción-, de esas oleadas migratorias, entre las que se destacaron las de los Palestinos.

Mi historia comienza en marzo de 1920, cuando Don Salvador Amashta y María Isa Katime Amashta, llegan a Colombia, procedentes de Palestina, en compañía de sus hijos, José, Rosa, Waldía, Emilia, Teresa y Abraham. Este último, contrae nupcias con Victoria, una dama de nacionalidad francesa, que ya se encontraba radicada en el país. De esa unión, nacen siete hijos, entre esos, María del Carmen, la “Chachi”, quien me parió a este mundo.

Por otro lado, en 1942, había nacido Rafael, -mi Padre-, fruto de la unión entre Lulo Manuel Castañeda Paba, el antiguo administrador del comisariato de la Unit Fruit Company y la dama Mariela Navarro Royero, oriunda de Santa Bárbara de Pinto.

De la unión de Rafael y la “Chachi”, nacieron tres criaturas, entre las que me encontraba yo, viendo la luz del mundo un 23 de junio y teniendo de padrinos de bautizo a palestinos, quienes festejaron mi nacimiento, con parientes e invitados, al ritmo de la música de Luis Enrique Martínez y Juancho Polo Valencia.

Treinta años antes, Luis Enrique Martínez -el pollo vallenato-, juglar de la música de acordeón, se radicó en el entonces corregimiento de Fundación. Fue precisamente en esa población, donde el “pollo vallenato”, obtuvo su formación musical y perfeccionó la ejecución del acordeón, al lado de Pacho Rada y de Abel Antonio Villa, lo cual le permitió en 1973, coronarse como el sexto Rey del Festival de la Leyenda Vallenata. Es por eso que Luis Enrique, en homenaje a las mujeres de la tierra que lo hizo grande, compone su máxima obra musical, titulada “Jardín de Fundación”, un verdadero himno para el municipio que le brindó las mejores oportunidades.

Era tan agradable el pueblo, que Juancho Polo Valencia, también, se radicó a vivir en Fundación, siendo un campesino humilde, que toda su vida se la pasó tocando y cantando en muchas poblaciones, hasta que, en 1978, murió acostado en una hamaca, luego de haber pasado tres días bebiendo Ron Caña, en la calurosa población.

Mi padre, era el administrador del Instituto Colombiano de Seguridad Social -ICSS, entidad que se transformó hasta convertirse en el Seguro Social. En la casa de sus padres, funcionaba el expendio o “selladero” del popular juego hípico 5 y 6, donde además vendían las láminas o “caramelos” del mundial de fútbol de 1974 y 1978. Era una casa de madera y techo de zinc, que se había construido a principios del siglo XX, ubicada en una de las esquinas de la plaza principal, la cual tenía unas puertas bien altas y unas ventanas grandes, que me servía de refugio, para observar desde ahí, en época de fiesta, la quema de pólvora con los “castillos” y las bolas e´candela. Desde allí, observaba correr a gente despavorida, para evitar ser alcanzados por la “vaca loca”, que era llevada por una persona que sostenía un armazón de madera, con unos cuernos y cola que simulaba el cuerpo de una vaca, a la cual habían acondicionado con pólvora y fuegos artificiales, generando así una gritería y alboroto entre la gente.

Sus tías maternas, eran las propietarias de la Papelería Magdalena, situada a pocos metros de mi casa, donde semanalmente, esperaba ansioso que llegara el carro distribuidor de revistas y “paquitos”, de tiras cómicas y super héroes, para correr raudo, a leerlas en compañía de mi hermana, escondidos detrás de una especie de biombo, que ocultaba la vista de los clientes, hacia dentro del establecimiento.

Mi madre era una laboriosa ama de hogar, con habilidades para el comercio textil, heredada de su padre, quien en Fundación, dio apertura al mejor almacén de venta de telas y ropa, llamado «El molino rojo”, que se convirtió en el sitio obligado, para comprar la vestimenta de moda en esos tiempos y a la vez lugar de encuentro de la colonia turca, radicada en dicho municipio.

Es por eso que le doy gran importancia a mi cumpleaños, porque se convierte en una excusa para recordar mi nacimiento, evocar mi buen pasado y porque me recuerda quién soy. El 23 de junio invoca mis raíces y mi origen, y porque me permite homenajear a mis antepasados, porque cada año que pasa me siento mejor conmigo mismo, pero principalmente porque significa que estoy aquí, que estoy vivo y que mi camino continúa.

 

Por eso, hoy 23 de junio, estaré cantando y gritando:

 

¡Feliz cumpleaños pá mi!

 

 

Contacto

Facebook: Rafael Castañeda Amashta

Twitter: @RafaelCastane

 

 

 

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