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Desperdicio de alimentos, una gran vergüenza

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
E.Mail.: saulherrera.h@gmail.com
A todo nivel importarían sustentadas campañas contra el desperdicio de alimentos, lo que es a todas luces vergonzoso, especialmente porque el mundo sufre más hambre y hambruna de la que imaginamos, lo que amerita reducir a gran escala el derroche de alimentos en casas, regiones, empresas productoras de alimentos, restaurantes y comedores. No puede ser que la comida sea desperdiciada, lo que empezar debe por no dejar sobras en los platos al finalizar de comer, cantidad que de sumarse en cada hogar y multiplicarse en otros, resultan de una magnitud abrumadora en miles de toneladas de alimento desechadas, que daría para dar de comer a muchos que hambre padecen, lo que impone servir lo adecuado, para lo cual evitar.
El volumen de sobras se calcula en los hogares intermedios en alrededor de 30 kilos persona año, en los restaurantes va a la basura el 38% de la comida que piden los clientes y la proporción es inquietante cuando se ha demostrado que en las cafeterías estudiantiles el desperdicio frisa el 25%. Graves son en el mundo los problemas de seguridad alimentaria, lo que obliga por igual una mayor toma de conciencia sobre la importancia de un equilibrio en el consumo de alimentos de la población. Interesa respecto de esto que someramente aludimos, que se intente concientizar a la gran masa poblacional acerca de la importancia de erradicar el desperdicio de alimentos, hacerlo reducir de manera importante, velar porque el consumo individual de alimentos merme, lo que ayuda a ganar en salud y prevenir la obesidad mórbida; de ahí que expertos en la temática consideren que es preciso una modificación sustantiva en la manera de educar a la población en torno al tema de la prosperidad, ya que mientras ella esté asociada a la cantidad de comida que se pone en un plato, este siempre tenderá a estar lleno y las sobras serán siempre un elemento de bienestar, lo que es además de erróneo, absurdo.
Nos lleva lo cual a adentrarnos en cuanto concierne a la seguridad alimentaria, que representa un llamado de atención a gobiernos, empresas y sociedad ante nuestra responsabilidad para garantizar la realización progresiva del derecho a una alimentación adecuada, a través de sistemas alimentarios inclusivos, equitativos y sustentables. Una alimentación digna es garantía de progreso, que debe construirse a través del fortalecimiento de los sistemas alimentarios locales, donde mercado interno y consumo doméstico ejerzan presión para acelerar la transformación hacia un sistema productivo que ponga en el centro a los pequeños productores y sistemas de agricultura familiar en la cadena de valor agroalimentaria, que a su vez exige una gestión integral con enfoque de derechos humanos, para construir los estándares económicos, sociales, culturales y ambientales de la seguridad alimentaria, la calidad nutricional y su gobernanza.
Impulsar la capacidad de la población local para producir alimentos de alta calidad nutricional con eficiencia, precios justos y sostenibilidad ambiental implica pasar de una agricultura de la subsistencia a una inteligente; ya que integrar innovación y tecnología en los procesos críticos del rendimiento agrícola representa la oportunidad de potencializar el vínculo del emprendimiento rural y urbano, alrededor de un conocimiento que combina experiencia empírica tradicional con desarrollos de tecnologías emergentes y rigurosos estándares ambientales, para crear agricultura regenerativa enfocada en una productividad que se mide a partir de resultados de inclusión, calidad de ingresos y reducción de la migración del campo a las ciudades, como bien sostienen los entendidos en esta especial, vital y crucial temática.
Refieren igualmente, que toda innovación aislada es ineficiente; ya que, por su naturaleza multidisciplinaria, estos emprendimientos deben agruparse en clusters para alcanzar el efecto escala y generar condiciones más propicias para el fomento e intercambio de innovación, la protección de la propiedad intelectual, la creación de talento y el flujo de financiamiento. Una transformación dinámica reclama instituciones con regulaciones ágiles y flexibles para impulsar inversiones sostenidas, a lo largo de las diferentes etapas del desarrollo de la innovación agrícola.
Deja claro lo expuesto, que esta incubación de una nueva generación de agricultores redefine la capacidad de negociación entre productores y distribuidores, para hacer frente a los desequilibrios de poder en las cadenas alimentarias y fortalecer la relación del productor con el consumidor, un fortalecimiento que se refleja en el crecimiento de ingresos de las comunidades rurales y la gradual reducción de la inequidad social y la pobreza. Tengamos en cuenta exacta que la autosuficiencia alimentaria es un imperativo social para todo progreso, puesto que reequilibra los sistemas alimentarios con integridad, humanidad e inclusión, lo que lleva sin obstáculos a que se construya una solvencia agrícola que a su vez reclama lealtad de un consumo local responsable. Manos a la Obra y alimento seguro para todos sin desperdicio. *Abogado. Especializado en Gestión Pública

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