Columnistas
La política ideal y sin ideales

Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*
En escenarios de decencia, empatía, concordia, acercamiento, un buen político es ese líder -que no jefe-, atento, amable, sensible, que sabe gobernar y entender que representa a un pueblo que le confió su mandato, para que solucione y atienda como debe y tiene que ser las necesidades más sentidas de la sociedad. Buen administrador, gestor y gerente, además de honesto, honorable, incorruptible, probo, entre otras virtudes que deben arroparlo.
Debe ser ese y no otro el perfil de quien gobierne o aspire a gobernar, de quien aspira a representarnos. Pero no. Encontramos hoy para infortunio de los pueblos y sus gentes, cada vez más, sujetos codiciosos, de malas costumbres, amorales, sin ética, baja estofa y peor laya. Individuos egoístas que aspiran a estar en los cargos públicos por vanidad y sed de poder; quienes llegan a ellos como meta personal, trocando lo que debería ser un proyecto encaminado al bien social en algo para sí y quienes los secundan. Son gente sin pudor alguno que sobrepasan todos los límites para coronar su objetivo, sin importar lo que tengan que hacer para consolidar su propósito.
Razones las expuestas entre tantas, por la que no podemos permitirnos ni permitir, que el verdadero origen y los ideales de la política, organizar y dirigir la vida en sociedad para el bienestar común, se sigan diluyendo ni perdiendo como vemos hoy. Grave asunto que ha generado que el ciudadano de bien piense de la política que esta no funciona ni funcionará como debería, mientras este permeada por corrupción, injusticias, engaños, incertidumbres, mentiras, el enriquecimiento de quienes están al frente de ella, inequidad y desigualdad, para solo citar algunas de las prevenciones que les asisten. No obstante, tienen claro que la política como tal, en su esencialidad y fundamentos no es el problema, sino la manera en la que es utilizada como plataforma, herramienta e instrumento de quienes en ella se encuentran inmersos.
Nos indica lo dicho, que así como hay políticos indeseables, sin aptitudes, hay otros que quieren generar cambios y aportar al desarrollo de su sociedad, una de las razones para que los ciudadanos de bien, que no cohonestan con ninguna acción corrupta, se involucren cada vez más en la política y así hacer probable que personas con perfiles idóneos se pongan al frente para representarlos correctamente, lo que armoniza con lo que bien se pretende, toda vez que en la participación democrática activa y en la exigencia y la sensata y coherente demanda ciudadana está la base para que puedan generarse los cambios que real y verdaderamente sean los necesarios.
No han entendido quienes están o pretenden estar en la política, que deben observarse los ideales superiores y los principios fundamentales, de lo contrario mejor les valdría apartarse de la política y dejarle el espacio a quienes tengan que aportar en favor de su gente y de su territorio. Es cierto por cuanto humanos somos, que no hay ni habrá político perfecto, pero sí políticos con verdadera voluntad y vocación de servicio a quienes más fácil les será consolidar las metas que hayan sido propuestas.

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