Columnistas
El inaceptable clientelismo de la canciller
Cecilia López Montaño
Quienes hemos estado en la diplomacia sabemos exactamente que pocas cosas ofenden más a un gobierno extranjero que el cambio permanente de los embajadores de los países con quienes tiene relaciones. Esto es una señal de irrespeto a las relaciones diplomáticas por la inestabilidad de las agendas entre los dos países. Pues eso es exactamente lo que está haciendo la Canciller dedicada en el último año de gobierno a poner a sus amigos en todos los países que puede. Los costos son inmensos porque toca devolver a los que están y pagar los gastos de quienes asumen esas nuevas responsabilidades. Pero, además, cada proceso de cambio toma meses mientras se recibe el beneplácito de los nuevos y se prepara tanto el saliente como el entrante para asumir las tareas que corresponden.
Esto es el más descarado clientelismo de Martha Lucía quien definitivamente dejó de ser una tecnócrata para convertirse en una politiquera de marca mayor. Imposible llevar la cuenta de estos nombramientos, pero varios hechos son evidentes. Los nuevos embajadores son todos fieles seguidores del uribismo e íntimos del presidente Duque o de ella. Ninguno es de la despreciada carrera diplomática en la cual se forman precisamente funcionarios para que asuman con toda la preparación posible esta representación nada menos que plenipotenciaria del presidente de la República. Pero no, ella está aprovechando esa posición para que le deban favores un grupo de personas que quedan muy agradecidas por la oportunidad que se les da independientemente del corto período que les espera. Difícil pensar que el cambio de gobierno les permitirá la permanencia de tres años que es la que debe tener un embajador.
Y que sucede con la agenda gubernamental que estaba en curso, es la pregunta. Con el desastre que ha sido la política internacional de este gobierno ahora con este descarado clientelismo, se acabaron las posibilidades de continuidad cuando el tiempo es mínimo. La diplomacia es lenta y esa es parte de sus virtudes, pero en este caso es una verdadera limitación. La conclusión es que estos nombramientos son o para pagar favores o para ganar adeptos políticos. Penosos sin duda usar la cancillería del Colombia para esos objetivos tan mezquinos.
Definitivamente al presidente Duque parece que solo merece su atención la relación con Estados Unidos que gracias a la generosidad del presidente Biden no se cerró después de la descarada intervención del uribismo en su campaña. Pero el resto o no le importa o es parte del juego de la Canciller de hacer clientelismo descarado y costoso. Hasta cuándo Colombia como parte de la economía mundial puede seguir aceptando que sus relaciones internacionales se manejan como si fueran temas de politiquería doméstica.
Es increíble que un gobierno como el actual con tan bajo apoyo hace lo que le parece en asuntos sustantivos como este y no pasa nada. ¿Un país silenciado, temeroso o vencido? Parecería que, ante la carencia de entes de control hoy vendidos al gobierno, el resto de los ciudadanos nos hemos paralizado. Solo seguimos dejando constancias históricas. La duda es si estos esfuerzos servirán para algo.
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