Columnistas
Las roscas en Colombia
Por: Cecilia López Montaño
Colombia siempre ha sido un país de roscas, es decir de grupúsculos que toman decisiones y asumen posiciones en distintos ámbitos excluyendo a muchos por distintas razones. Como será de aceptada esta fragmentación de nuestra sociedad que siempre se ha dicho que lo malo de las roscas es no pertenecer a ellas. Sin embargo, empiezan a evidenciarse procesos en los cuales estos mecanismos de exclusión están abarcando áreas donde no eran tan evidentes. Somos una sociedad donde los ismos predominan: el racismo, el machismo, el clasismo, el regionalismo y todos los demás. Como si no fuéramos uno de esos países que tiene el privilegio de una población mestiza, blancos entre comillas, indios y negros, que además se caracteriza por tener muchas regiones geográficas con todas sus virtudes y defectos. En vez de unir todas esas ventajas resolvimos excluirnos.
Algún analista serio de esos que abundan en Colombia debería avanzar en los costos económicos, políticos, sociales, ambientales de esta manera absurda de no reconocer nuestra pluralidad definida en el amplio contexto señalado. Pero no, lo que parece exacerbarse día a día son las roscas. Una amenaza a la creación de conocimiento por ejemplo es lo que pasa en el área profesional. Y una muestra podría ser dolorosamente lo que está sucediendo con los economistas. En este caso concreto la rosca no es alrededor del color de la piel, ni del tipo de estudios de cada profesional, ni de la región de donde proviene. La razón de esta sutil exclusión es la ideología. Las investigaciones que se divulgan fácilmente son las que corresponden a la corriente ortodoxa o cercana a ella. Pocos de aquellos que piensan diferente logran colarse en las discusiones de vez en cuando. Las publicaciones que más se divulgan son los que producen ellos y los otros tienen serios rechazos de los medios para divulgarlos así sean oportunos y de buen nivel. Y esta exclusión se agrava por otro tipo de rosca que esa sí no es responsabilidad de los economistas sino de la política.
Personas que por décadas han sido columnistas de medios hoy arrodillados ante el gobierno que tienen su propia rosca, los sacan de las páginas editoriales sin explicación alguna ignorando las contribuciones que hicieron por décadas. Para evadir esta última rosca, la del actual gobierno y sus áulicos, toca volverse neutro, algo que muchos rechazamos por física imposibilidad intelectual.
La pregunta que surge en esta sociedad colombiana tan polarizada es si estas roscas profesionales se han incrementado entre otros sectores. Un llamado en este sentido sería muy valioso porque de darse sería necesario prender más luces de alerta. Las roscas son una pérdida de conocimiento, de valor agregado, y un gran desestimulo para ideas y autores valiosos que nunca pueden opinar. Esto sería muy grave, no poder ejercer y demostrar sus potencialidades para el mejoramiento de esta sociedad tan llena de falencias.
La verdad es que es hora de revisar la idea de que lo malo de las roscas es no pertenecer a ellas porque la verdad es que ampliarlas se está volviendo cada más difícil. Lo que debemos hacer es denunciarlas con la esperanza de que se reduzca estos mecanismos de exclusión.