Columnistas
“Ojo con el 22”

Por: Edgar Jafet Hernandez
Fue una frase que lanzo en medio de un discurso desde el Ubérrimo en Córdoba, el expresidente Álvaro Uribe Vélez, como una premonición de lo que está según él, en juego para el país en las próximas elecciones presidenciales y del Congreso.
La expresión por su generalidad puede ser interpretada según le convenga al lector o según la orilla política desde donde sea leída. Para Uribe “Ojo con el 22” es una alusión implícita al Senador Gustavo Petro y lo que esté, según Uribe, representa para el país, con una propuesta política arropada en la sabana de la izquierda más ortodoxa del País, pero adornada con personajes de la estirpe de Roy Barreras y Armando Benedetti, ejemplos de diccionario del “Pragmatismo” político en Colombia.
Para Petro por ejemplo “Ojo con el 2022” se interpreta como un esfuerzo más de la “derecha radical” léase el Uribismo, de posicionar, de nuevo, un discurso genérico y abstracto de los riesgos de una propuesta política “verdaderamente alternativa”, acusándola de representar modelos políticos fallidos en la región y ser la punta de lanza desde la que las FARC- FUERZA ALTERNATIVA REVOLUCIONARIA DEL COMUN, podrán aterrizar en un futuro en posiciones reales de poder y decisión en Colombia. Insiste Petro en que “Ojo con el 2022” no será más que la repetición de la estratagema que, a punta de miedo y desinformación, le permitió a Uribe, posicionar eficazmente a Iván Duque y que este resultara electo como presidente.
Para el ciudadano común y corriente, el que pase lo que pase y sea quien sea el presidente, tiene, de cualquier forma, que levantarse temprano y esforzarse por sobrevivir “Ojo con el 2022”, no es mas que un estribillo desgastado, una excusa de sectores políticos que construyen propuestas desde la lógica de la confrontación, la pugnacidad, la descalificación y los ataques personales. Son desde esas orillas que interpretan esa frase.
Dichos sectores alejados siempre de las realidades cotidianas del colombiano de a pie, quizás sea por esto que somos de los países con más baja participación electoral en la región. Porque aún nadie es capaz de interpretar acertadamente los deseos de las grandes mayorías en Colombia. En nuestro país en promedio en las ultimas 6 elecciones presidenciales solo el 48.12% de los colombianos habilitados para votar hemos concurrido a las urnas. Comparado con otros países de la región como; Perú con el 74.56%, Ecuador con el 80.99%, Brasil con el 80.61%.
Esto es un síntoma del deterioro de la democracia colombiana, el abstencionismo del colombiano como consecuencia de la desconexión en gestión y resultados de los Gobiernos que hemos padecido en nuestro país.
Hoy la dicotomía que nos proponen los extremos en disputas no es más que un refrito de lo que vivimos en el 2018, dos visiones antagónicas en sus formas, pero similares en su contenido. Los extremos hoy plantean una discusión entre el mesianismo en primera persona y el mesianismo en tercera persona. Un líder populista de un lado y quien resulte ungido por otro líder populista en el otro lado. Ambos vociferan, solo, lo que su audiencia quiere oír, sin preocuparse en las posibilidades reales de materializar lo que con tanto ahínco proponen. El fin justifica los medios.
Es en ese escenario donde transitamos y por lo que es necesario verdaderamente tener mucho “ojo con el 22”. En algo aciertan quienes desde ese estribillo difunden el miedo, el odio y el populismo como máxima.
El 2022 será una elección que podría significar la profunda desviación de nuestro país a un modelo de gobierno plagado de un “novedoso” lenguaje y propuestas románticas sin asidero técnico, que nos llevaran a un profundo ciclo de frustraciones o bien podría ser la consolidación de un modelo de gobierno que también ha demostrado su incapacidad para entregar los resultados que la gente realmente espera. Un modelo de gobierno que dio de forma insensible la espalda a miles de pequeños empresarios en el momento más crítico de la pandemia, pero que tuvo al mismo tiempo el inconmensurable cinismo de favorecer a las grandes empresas.
Un modelo de gobierno que bajo la falsa promesa de ayudar a los pequeños empresarios trasladó billones de pesos a la banca privada, banca que, fiel a sus propios intereses obstaculizó de forma absurda (y con la anuencia del gobierno) el acceso a los “créditos” para las pequeñas empresas, mientras se enriquecían con los dividendos del dinero público y las empresas quebraban de forma sistemática.
Ojo con el 22, como ciudadanos debemos reflexionar profundamente en lo que se nos propone, debemos distanciarnos de las propuestas políticas que, desde el odio, la desinformación y el miedo, pretenden convencernos. Es necesario consolidar una opción de centro que recoja el descontento de las mayorías, una opción que reconozca las limitaciones reales de un gobierno constitucional de 4 años y que sea capaz de proponer soluciones plausibles, técnicas y acorde a las realidades del país, pero sobre todo una opción que, desde el respeto, la tolerancia y la armonía nos permita construir el camino de las verdaderas transformaciones que Colombia necesita.
