Connect with us

Columnistas

Los ladridos llaman al miedo en el barrio bastidas

Published

on

Por: Norma Vera Salazar

 

Desde el punto de vista psicológico, en la adolescencia y la juventud es normal que, en la construcción de su propia identidad, los jóvenes sientan la necesidad de pertenencia a un grupo que les brinde respaldo, apoyo, cohesión e incluso supervivencia.  De esta manera, los jóvenes desarrollan una suerte de “repertorio” que es producto de las experiencias sociales dentro de sus entornos, las cuales pueden entrar en relaciones de cooperación o conflicto con otros grupos juveniles y/o el mundo adulto y que tienen que ver con “lo que hacen” en situaciones de conflicto, lo que deben hacer y lo que la sociedad espera que hagan (Bosch, Vanegas Muñoz, González, y López, 2017).

De acuerdo con estudios criminológicos, una de las razones por las que un joven desea ser parte de algún grupo juvenil violento, tiene que ver principalmente con la necesidad de protección frente a dinámicas sociales determinadas por elementos estructurales y contextuales como la prevalencia de violencia intra familiar, la ausencia de padres o cuidadores, acceso a educación, inseguridad, entre otros. Lo cual, termina siendo exteriorizado en un fenómeno de violencia grupal juvenil que afecta directamente la convivencia y el sistema social.

En este orden de ideas, los grupos juveniles organizados y violentos se identifican a través de un nombre y una simbología que es utilizada por sus miembros. Una estructura funcional y de alguna manera jerárquica que permite mantener las reglas y la disciplina del grupo, a través de un líder y reuniones en las que se refuerzan actitudes violentas ante las amenazas externas, pero que carecen de una motivación ideológica o política. Dichas prácticas van mutando, pero en muchos casos acentúan los comportamientos violentos que pueden ser influenciados por otros elementos como video juegos u otros contenidos multimedia y que se han convertido en parte de la dinámica juvenil, léxico y prácticas con el uso de términos como PVP (Player Vs Player) que se utiliza para referirse al enfrentamiento Jugador contra jugador en un “duelo de escuadras”.

Desde hace más de dos años, en Santa Marta, en la vía alterna al puerto, en los límites entre los barrios Ondas del Caribe, Pantano, Galicia y Bastidas se han venido presentando encuentros sistemáticos y concertados de grupos juveniles organizados y violentos, que terminan enfrentados a piedras y objetos corto-punzantes (machetes, navajas, botellas, pistolas de fogueo, etc.) y que de acuerdo con los testimonios de los moradores de la zona, se dan con una intensidad o frecuencia de 3 o 4 veces por semana y una duración aproximada de 4 o 5 horas, entre las 6:00 p.m. y las 11:30 p.m. sujetos a la convocatoria, los motivos, provocación y desafío que efectúan y que puede darse por redes sociales, WhatsApp o de manera unipersonal desde la línea férrea “ladrando”, haciendo cambios de luces con sus teléfonos o golpeando los protectores metálicos de la vía alterna en el puente de Bastidas. A dichos encuentros, estarían asistiendo jóvenes de otros barrios como Los Fundadores, 17 de diciembre y María Cristina; motociclistas de otros sectores no conocidos, con la participación de menores de edad y personas con antecedentes judiciales.

Los testimonios recopilados manifiestan que, la cantidad de jóvenes que acuden a los encuentros varía, pero que, hace dos años  eran en promedio  80 jóvenes hoy pueden alcanzar los 150, cuyos enfrentamientos han afectado a la fecha, aproximadamente, 50 inmuebles, 3 vehículos particulares que se encontraban estacionados en las calles, así como los de carga pesada que transitan por la vía al puerto. A demás de generar, un estado de zozobra en la población en general, pero sobre todo, en niños, niñas, adolescentes y personas de la tercera edad, quienes asustados se resguardan en sus casas bajo la cama.

Al respecto de este fenómeno, el comandante de la Policía Metropolitana de Santa Marta, coronel Jesús Manuel de los Reyes Valencia, ha expresado que dicha problemática se ha atendido como un tema policivo. Esto significa que las acciones integrales, judicialización y/o política pública siguen sin desarrollarse y que ha permitido que los habitantes del sector manifiesten que después de 10:00 p.m., la presencia de la policía es escasa, los teléfonos de emergencia no responden, y que en ocasiones cuando lo hacen, dicen el cuadrante va en camino y a que pesar de estar a más o menos 150 metros del CAI del Barrio Bastidas, el cuadrante no llega o si lo hace, ya es muy tarde.

Los habitantes de estos sectores, expresan que están asumiendo las consecuencias de la OMISION de las diferentes instituciones tales como: Policía Metropolitana, la Secretaría de Seguridad, la Fiscalía, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y de manera especial de  la Alcaldía Distrital, frente a los daños ocasionados por estos enfrentamientos, ante la falta de acciones para mitigar la problemática. En la que preocupa que se naturalicen estos actos violentos, mientras no se implementen las medidas de fondo y la comunidad termine tomando la ley por mano propia, ante una situación que es de conocimiento público, ha sido registrada por diferentes medios de comunicación y el acompañamiento policial ha sido deficiente y en tanto, incorrecto, haciendo presencia solo cuando inician los desmanes, en los que además, presuntamente, estarían involucrados uniformados que han sido vistos e incluso grabados,  incitando y estimulando el conflicto.

Por lo tanto, es necesario, realizar el censo de los daños y afectaciones materiales de las viviendas con sus respectivos costos. Acompañar y garantizar a los habitantes de los barrios afectados el restablecimiento de sus derechos a la vida, la seguridad y la convivencia. Implementar la política de seguridad y convivencia del distrito en estos barrios, con acciones de mitigación, prevención y anticipación para evitar este tipo de enfrentamientos físicos, a través de la ejecución de recursos por parte la Alcaldía Distrital y el comité de orden público. Que los protocolos de actuación establecidos por el Derecho Internacional de los Derechos Humanos y de las directivas internas para enfrentar estos hechos, se cumplan de manera efectiva por parte de la Policía Metropolitana de Santa Marta, verificar cuántas veces el Escuadrón Móvil antidisturbios ha llegado al lugar, si ha habido presencia de la Policía de Infancia y Adolescencia y determinar las responsabilidades institucionales que han permitido que estos enfrentamientos sigan ocurriendo.