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El día a día en un pueblo palafito de la Ciénaga Grande de Santa Marta

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Manuel De La Cruz, habitante del corregimiento de Buenavista, a sus 50 años se dedica, como muchos otros ciudadanos de esta zona, a la pesca. Su día normalmente empieza a las 4:00 de la mañana con las faenas para conseguir el alimento diario, pero, por ahora, su trabajo radica en brindar la mano de obra para la construcción de la torre de avistamiento en la Casa de la Interpretación de la Cultura Anfibia, que se muestra como uno de los lugares de mayor orgullo para quienes viven en el pueblo.

OPINIÓN CARIBE tuvo la oportunidad de escuchar de primera mano cómo es la vida en un este pueblo palafito escondido en la Ciénaga Grande de Santa Marta. Su relato va acorde con las declaraciones de otros pobladores de la comunidad, quienes concuerdan al describir tres aspectos: la salud, la educación y el trabajo.

De La Cruz cuenta que se pesca mucho el róbalo, el sábalo, mojarra y el chivo, sin embargo, asegura que hay especies extintas en esta parte de la ciénaga, como el chivo grande y la mojarra palometa, esto, gracia al desbalance hídrico que presentaba cuando había déficit del agua dulce que suministran los ríos Magdalena, Aracataca y Fundación.

Al preguntarle sobre si se imagina la vida en tierra firme, asegura que sí, pues tiene dos hijos, de 22 y 25 años, quienes ya abandonaron el pueblo palafito para desarrollar sus respectivas vidas en Tasajera y Barranquilla.

“Aquí nosotros tenemos el municipio de Sitionuevo a una hora de distancia, allá se llega solamente en embarcación. Hay tres aulas de clases con profesores, pero ahora la cosa ha parado un poco por la pandemia, las clases eran virtuales, pero ahora son presenciales”, indica, aclarando que en el corregimiento sí hay internet “pero ahora mismo está dañado”.

“En plena pandemia se dañó, pero aquí hay gente con antena que paga y se busca la forma de solucionar el servicio”, añade.

En su relato, cuenta que antes en el corregimiento sólo había dos profesores, actualmente hay seis, que van al pueblo “cuando les da la gana”, lo que ya ha sido motivo de queja ante el alcalde de Sitionuevo, José Alcides Manga, quien en ocasiones les llama la atención.

En cuanto a la salud, explica, a su manera: “por decir, si me da algo aquí, enseguida en una embarcación me trasladan a Nueva Venecia”, siendo este otro corregimiento palafito, a cuál sólo tienen acceso por agua y que queda a una hora y media. La otra opción es Ciénaga, casi a la misma distancia. “Si la cosa es grave, me muero en la mitad del camino”, expresa sin asombro.

El año pasado, el gobernador del Magdalena, Carlos Caicedo, anunció la entrega de una ambulancia acuática que estaría completamente dotada con equipos biomédicos con la cual se buscaría salvar vidas en estas poblaciones de la ciénaga grande, no obstante, Manuel se refiere a este vehículo afirmando que “no está disponible” y que, a la fecha permanece parqueado en Buenavista bajo el control de una fundación de la zona.

“Uno es pobre aquí y para moverse en una ambulancia de esas, nada más en el transporte, se está gastando casi $200 mil en combustible. Mejor se mueve uno en una embarcación de estas [señala la lancha estacionada a su lado], que se gasta uno $100 mil o $70 mil”, manifiesta.

Aunque en el corregimiento de Buenavista todavía no hay registro de muerte a causa del Covid – 19, el señor Manuel asegura que sí hubo cambios en la cotidianidad de sus habitantes, debido a que hubo una circulación muy baja en el mercado para ellos ofrecer el resultado final de sus jornadas de pesca. Incluso, manifiesta que en ocasiones perdían los pescados ofrecidos para la venta porque sencillamente no había quien los comprara.

Lo anterior, les representaba la pérdida de lo que, para la mayoría de los pobladores, representa su único ingreso monetario.

Así mismo, explica que no tienen una cifra fija de ganancia pues todo depende de la temporada, hay unas buenas, otras malas y otras malísimas, a la actual la define como “regular”. Antes, los pescadores contaban con una asociación y un centro de acopio que les facilitaba las ventas, no obstante, luego de ver cómo se iba a afectando esta actividad y las pocas ganancias que quedaban, decidieron venderlos a un mayorista.

Ante las cámaras de este medio de comunicación, pide: “que nos mejoren la salud, que nos den ayuda a los pescadores con embarcaciones y motores, porque ya uno, a esta edad, es para trabajar sentados”, expresa, mientras se sube a su canoa para mostrar cómo debe acomodarse para su trabajo como pescador.

“Estamos luchando para ver si conseguimos, los pescadores, embarcaciones de fibra porque en esas tiene uno menos maltrato”, explica el entrevistado, quien muestra un aspecto saludable.

Las canoas son su principal herramienta, a ellas le dedican su vida, pues si no salen a trabajar no comen, no piensan en alcanzar en una pensión porque la informalidad de su labor no se los permite, con esto levantan a su familia.

Para entretenerse, juegan fútbol en una cancha también levantada sobre la Ciénaga Grande, pero que ahora está cubierta por el agua gracias a las lluvias, además, hay dos billares en el corregimiento a los van a “tomarse las cervecitas”.

“Mis sueños es ver a mis nietos y a mis hijos, que salgan adelante. Que tengan mejor vivir que el que tuve yo”, concluye, mientras permanece embarcado en su canoa, de pie, se despide de las cámaras de OPINIÓN CARIBE a eso de la 1:00 de la tarde afirmando que debe ir a almorzar.