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Columnistas

Que nunca decaiga la democracia

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Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

 

La democracia es gobierno que emana del pueblo, y como tal, contradice autocracia, dictadura, aristocracia, oligarquía, monarquía absoluta, tiranía y oclocracia, entre otras formas de gobierno que son degeneraciones de la democracia, no deseables por las sociedades civilizadas o al menos políticamente civilizadas. La monarquía, para solo citar una de ellas, se nos dice que pueden degenerar en tiranía, la aristocracia en oligarquía y la democracia en oclocracia, teoría de ciclos de poder que se ha denominado como anaciclosis, que es la sucesión periódica de modelos gubernativos en lapsos más o menos prolongados, según se corrompe o degenere el sistema antes vigente.

 La democracia, concebida tomando en cuenta el papel del concepto en el marco del Estado moderno, bien podemos definirla como un método p un conjunto de reglas de procedimiento para la constitución del gobierno y para la formación de las decisiones políticas, más que de una determinante ideología; requiere un gobierno nacido de le entraña popular, electivo, alternativo, transparente y responsable, lejos de ejercicios de poder indefinidos temporalmente hablando, elegido por voto libre y sin asomos de corrupción. De ahí que luchar debamos porque nuestra democracia nunca camine por ningún motivo hacia malsanas tendencias, hacia el unanimismo y el arribismo, lo que jamás ni nunca deba permitirse, y menos cuando se han alcanzado luego de luchas importantes, conquistas democráticas tanto significativas como relevantes en beneficio colectivo.

 No debe la democracia someterse a frustraciones por cuenta de contratos, cargos, nominaciones, prebendas, canonjías, puestos y demás otras “satisfacciones nada santas”, como tampoco a oposiciones porque sí o que se anule de maneta responsable la sana e inteligente reflexión y la crítica constructiva que permiten muchas veces a los gobernantes en democracia ver opciones y caminos distintos a los que equivocadamente puedan concebirse desde el poder con propósitos demagógicos y populistas como muchas veces acontece y no se enderezan a tiempo ni de la mejor manera, lo que lleva al traste a los pueblos.

 No será dable tampoco que los afanes para poder poder, resquebrajen de manera ostensible y dañosa nuestra arquitectura constitucional, cuando lo debido es transitar desde el análisis razonado por los caminos y las sendas mejores y mayormente enaltecedoras que nos conduzcan como pueblos hacia ámbitos ciertos de progreso, bienestar y prosperidad.

 La democracia para que efectivamente sea, para que cumpla en todos con sus esencialidades, se fortalezca y profundice como debería y tendría que ser en contexto de buen y mejor gobierno, debe funcionar adecuadamente, ceñirse a su significado y fundamentos, a fin de no caer en la dictadura de las muchedumbres o de las mayorías que se saben aplastantes de cualquier oposición por fuerte y valiente que sea. Colombia primero es la gran consigna.