Columnistas
Más allá del dinero #TarifaDiferencialYa
Por Wesley Campo
Hace algunas semanas un grupo de jóvenes estudiantes radicó en la alcaldía de Santa Marta un documento en donde mediante la ambigua combinación de tecnicismos y sentimentalismo, dejó entrever una realidad oculta en las instituciones de educación superior. Como es costumbre, quiero pulular en reflexiones holísticas más allá de un precio.
Para ponerlos en contexto tomaré como ejemplo el alma mater donde curso mis estudios superiores, la universidad del Magdalena. Hacer un proceso taxonómico de la población universitaria es sencillo: El 80% pertenece a estratos 1 y 2, si añadimos el estrato 3 a esta clasificación el porcentaje aumenta al 90%. La amplia mayoría de los estudiantes está en condiciones vulnerables.
Indudablemente hay un vasto esfuerzo económico en las familias y en los jóvenes que trabajan al mismo tiempo que estudian para poder salir adelante, pero ¿qué significa ser vulnerables más allá del dinero?
Significa estar en constantes elucubraciones de vida y las posibilidades de esta, encrucijadas morales que se vuelven físicas, si se quiere. La constante vivencia entre desayunar unas empanadas o tomar el bus es el ejemplo más lacónico pero caótico, porque esto pone en juego el consumo del alrededor de 2000 calorías diarias que manifiesta la Organización Mundial de la Salud que son necesarias para un rendimiento humano.
2000 calorías diarias es un numero frío, calentémoslo. Si una persona no come lo suficiente (muy diferente a comer bien) está perdiendo una batalla sin que si quiera haya comenzado, lleva menos energía dispuesta a consumir aprendiendo. Sumémosle el desorden del sueño que como universitario se tiene y, además, la poca salud mental. Sin duda, un menjurje peligroso que es resultado de la desigualdad de condiciones para el progreso.
Estamos hablando, entonces, de 1000 ni de 2000 pesos, sino de una incapacidad de desarrollar habilidades personales y académicas. Estamos hablando de un cercenamiento al proyecto de vida, a la movilidad social, a los sueños individuales, a esfuerzo de unos padres, a la reducción de la desigualdad, a una sociedad más integra, mejor preparada y con más salud mental, un cercenamiento a todo aquello que nos impulsa a levantarnos de la cama a ser mejores.
Para concluir esta columna de opinión, que es casi como un desahogo reflexivo, un llamado de atención a la involucración, manifestando que ojalá los diálogos entre la administración, los representantes de las empresas transportadoras y el gremio estudiantil llegue a un sano acuerdo que se vea reflejado en una tarifa diferencial para estudiantes de educación superior y esta, a su vez, se vea reflejada en mejores resultados académicos y una mejor sociedad.