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Sociología especulativa sobre ‘Las Torres’ del corone

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¿Qué pensará el narcotraficante, el lavador de plata y el funcionario corrupto uno de otro cuando se encuentran en el ascensor o en el consejo de administración? ¿Qué pensarán las personas de bien cuando se ven frente a frente en las áreas sociales de su condominio o apartamento con un narcotraficante, un lavador de plata o un funcionario corrupto? Podría seguir formulando preguntas, pero no tiene sentido, porque en la sociedad samaria parece que imperar la ‘laxitud moral’.

Por: Víctor Rodríguez Fajardo

Hoy, como en la época de la ‘Bonanza Marimbera’, todo el mundo en Santa Marta sabe de dónde provienen las fortunas y la vida de ostentación que de un momento para acá vienen llevando algunos. Hoy, también, como en aquel tiempo, la sociedad ha normalizado que una persona repentinamente resulte millonario y multimillonario sin haber hecho ningún esfuerzo laboral, educativo o económico. Este asunto, es mucho más grave en personajes que tienen bien hundidas sus raíces en el populacho, como ellos mismo lo han pregonado en todas las plazas públicas donde tienen oportunidad y medios de comunicación.

Una prueba concreta de lo que estoy diciendo, la ofrecieron muchas emisoras y periódicos nacionales y regionales en julio pasado, cuando informaron que la Policía Nacional le venía siguiendo la pista a personajes ‘de la alta sociedad’ samaria que están al servicio de organizaciones narcotraficantes. Caracol Radio, por ejemplo, explica en la nota Políticos y empresarios de Santa Marta, supuestos aliados a red de ‘narcos’, que “La investigación reveló que, grupos políticos, empresarios bananeros, comerciantes y un gerente de una clínica de esta región, estarían presuntamente al servicio de estas organizaciones delincuenciales dedicadas al tráfico internacional de drogas.”

Además, señala que las acciones de esta supuesta red de narcotráfico que ha descubierto la Policía no opera en la hostilidad de la selva y esquivando los peligros de la noche en el monte, sino que se coordinan todas las actividades ilegales y hasta el acopio en las zonas habitacionales más exclusivas de la ciudad, donde incluso agentes norteaméricanos han capturado a algunos. “Las labores sostenidas entre la DEA y la Policía Nacional dejaron al descubierto un lujoso inmueble ubicado en Pozos Colorados, donde hallaron droga que estaba lista para ser enviada a Bahamas y Costa Rica”, se lee en uno de los apartes del reportaje de El Tiempo titulado: Los narcos de estrato 6 que sacan droga en buques con tripulación asiática.

Esta información, que, como dije, ya es conocida por muchos en Santa Marta, puede explicar el boom de los nuevos propietarios no solo en la primera línea de playa, condominios reservados en Bavaria, El Rodadero o El Prado, sino también nuevos dueños de chalets, haciendas ganaderas y extensas plantaciones de banano. Cuentan que hay casos donde estos personajes y otros con riquezas igualmente mal habidas pero en otras actividades, compran de a seis, ocho y hasta 10 apartamentos a una solo cuota.

En honor a la justicia, hay que decir, que en los edificios que están por Los Cocos, Pozos Colorados, El Rodadero, Bavaria, la Zona de Makro y los muchos conjuntos reservados que hay en la bastante urbanizada Santa Marta, también hay gente que obtuvo el dinero trabajando honesta y denodadamente y no seré yo, ni de fundas, quien ponga en tela de juicio esas fortunas.

También, es importante decir en este punto, que según muchos empresarios de la construcción que tienen miedo a denunciar públicamente por represalias [créanle a ellos que son la fuente primaria y no a mí], también son grandes propietarios, funcionarios de rango alto y medio de la Gobernación y la Alcaldía con facultades para aprobar planes parciales de desarrollo urbano, liberación de alturas y en algunos casos Licencias de Construcción; quienes supuestamente a cambio de apartamentos en edificios y casas en condominios firman documentos o bloquean de plano los proyectos.

Y tiene que ser cierto, porque no de otra forma se levantan más y más torres y complejos de varias torres de edificios y condominios de casas por toda la ciudad, teniendo en regla requisitos de garantía de servicios públicos y de movilidad, sin importar que luego resulten afectados por largos periodos de sequía, rebosamiento de alcantarillas y estrangulamiento vial, como ocurre hoy día en muchas zonas. Habitando los pent-house y sellados con aire acondicionado día y noche, esos personajes no huelen el agua residual ni se tragan el smog ni escuchan el ruido del trancón.

También tiene que serlo, que estas dos actividades: el narcotráfico y la construcción vienen caminando de la mano hace por lo menos una década. Uno de los tantos ‘empresarios’ de la construcción que conozco desde épocas escolares, sin acudir a los bancos, levantó al menos seis torres de apartamentos una tras otra en un periodo de tiempo muy corto.

¿De dónde sacó esa plata si jamás le conocí fortuna personal o familiar? ¿Cómo pudo superar los límites de altura permitido en algunas zonas de la ciudad? ¿Cómo pudo construir en zonas donde no hay garantías de prestación efectiva de servicios públicos básicos? ¿Cómo le compraron apartamentos en esas zonas y a esos precios? Son dudas que me asaltan, que así como en junio todos los caminos conducen al Huila, las evidencias en este caso conducen al lavado de activos, pero deberá la autoridad competente determinarlo.

No solo eso, es imperativo que las entidades de control y judicialización verifiquen si es cierto que funcionarios, exfuncionarios de la Alcaldía de Santa Marta y la Gobernación del Magdalena, Concejales, Diputados, Alcaldes, Alcaldesas y Gobernadores han recibido a modo de soborno bienes inmuebles en varios edificios y condominios de la ciudad. Determinar también qué tipo de operaciones comerciales se ‘ejecutaron’ en cada caso para dar apariencia de legalidad a la ‘compraventa’ y la contraprestación administrativa o digámoslo claro: delito contra la administración pública y demás que pudieron haberse cometido y, cómo se conecta la función de cada personaje con las licencias de construcción, planes parciales de urbanización y certificados de servicios públicos otorgados a los lugares de habitación de ellos en primera persona, sus familiares, amigos y conocidos como posibles testaferros.

Junto con estos personajes, que sabemos viven sabroso: casas lujosas, empleados para los servicios domésticos y mucho dinero disponible, cohabitan otra clase de nuevos ricos: funcionarios y contratistas que engordaron sus cuentas mediante la corrupción estatal. Sus malas andanzas son evidentes, pues antes vivían arrendados en humildes casas en barrios de la periferia de Santa Marta y hoy, posan en los consejos de administración estrato 36 como gente de bien y de bienes [a pesar del rechazo de algunos].

De éstos sí que hay en la ciudad y el departamento: quedaron en evidencia cuando se volcaron a la carretera las pasadas campañas legislativas y en caravana recorrieron el departamento, algunos fueron muchísimo más allá aportando millonarios recursos a los candidatos de su preferencia. Al ver las fotos y los reportes de gastos e ingresos que reposan en el Consejo Nacional Electoral, un ciudadano medianamente informado los puede identificar. Seguramente ese mismo ciudadano que lo tuvo de vecino y le regaló para el pasaje o completar el arriendo, pondrá en duda el origen lícito de tales comodidades, pues, como están las cosas, hay que atender a la máxima maquiavélica: ‘piensa mal y acertarás’.

Algunos están plenamente identificados, pues, en lugares públicos no sólo han fanfarroneado de su gran solvencia económica, sino que han dado muestras suficientes de su bajo nivel cultural y social. Los han sacado volando de condominios y edificios porque sus costumbres barriobajeras no se permiten en ciertos espacios donde sí habita gente de bien. Otros, en cambio, han estado en la palestra pública por los innumerables líos judiciales que cargan encima por cuenta de las ligerezas administrativas y contractuales que presuntamente los han enriquecido.

¿Qué pensará el narcotraficante, el lavador de plata y el funcionario corrupto uno de otro cuando se encuentran en el ascensor o en el consejo de administración? ¿Qué pensarán las personas de bien cuando se ve frente a frente en las áreas sociales de su condominio o apartamento con un narcotraficante, un lavador de plata o un funcionario corrupto? Podría seguir formulando preguntas, pero no tiene sentido, porque en la sociedad samaria impera la ‘laxitud moral’, que parece haber traído desde el pasado el verbo: CORONÓ, acuñado hace años pasa designar a todo aquel que ejecutando actividades ilegales dentro del Estado o al margen de éste se hacía rico.

‘Las Torres’ del Corone no son solo los lujosos edificios en la primera línea de playa ni las excéntricas casas en condominios reservados, sino también todas las casas de recreo y chalets a la suiza en las áreas rurales de Santa Marta y el Magdalena, donde estos copropietarios descentralizan su ‘sano’ esparcimiento, alejados de la maloliente, altamente criminalizada y con una deficiente prestación de servicios públicos que ellos mismos han construido. Estos personajes seguirán coronando si los entes de control y judicialización siguen mirando para otro lado y la sociedad samaria corre un poco hacia abajo la línea ética.

Pdta: Espere en la segunda entrega un perfilamiento de esos nuevo ricos a quienes en los espacios donde surgió esta idea, hemos denominado: Coronas, Coronitas y del Corone. Seguimos, bajo la reserva constitucional de la fuente, recibiendo información y documentos para poder presentar un informe pormenorizado e individualizado de una realidad de a puños en la ciudad de Santa Marta.