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Columnistas

Alcantarilla, negligencia y muerte

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Por: ORLANDO CABALLERO DÍAZ

Ley natural de vida. El reloj marcaba las 10 de la noche, Everlides se encontraba frente a su televisor, cuando con sobresalto contestó su teléfono celular. Al otro lado, su sobrina Helen le informaba la caída de Luisa Fernanda, su única hija, en una alcantarilla en el corredor universitario de Puerto Colombia.

Los acelerados latidos de su corazón de madre anunciaban lo peor. Sin embargo, su fe católica le daba la certeza de superar de la mano de Dios la gravedad de lo sucedido.

En la víspera de la misa de ocho días, compungida confiesa en nuestra entrevista, que jamás llegó a pensar que, días después de aquella fatídica noticia, enterraría a su hija amada, debido, -según ella lo que califica entre sollozos-,  a una clásica negligencia médico quirúrgica en el tratamiento recibido por fractura de tibia y peroné cerrada, producida a Luisa Fernanda con la caída en una alcantarilla de 7 metros de profundidad, “cuidados” dispensados por los galenos De La Peña, -padre e hijo-, especializados en ortopedia, quienes adelantaron los procedimientos en la Clínica Porto Azul.

En un absurdo cambio de la “Ley de la Vida”, nadie imagina el dolor sufrido por una madre que entierra a su hija de tan solo 18 años. En condiciones naturales Everlides, esperó morir feliz de vieja y ser enterrada por su hija Luisa Fernanda. Hoy, en cambio, Everlides se encuentra muerta en vida, sepultada en su propio dolor.

Maldita Alcantarilla.   Repugnancia, residuos, bacterias y excrementos recorren las entrañas subterráneas de las calles por donde libre transitamos. Suele calificarse a lo peor de los representantes de la sociedad, como “ratas de alcantarilla” porque son los únicos seres, -quienes en símil con aquel roedor-, son capaces de mutar y sobrevivir al putrefacto ambiente “adornado” por sus propias heces.

En un país como el nuestro, cobra especial importancia la muerte de Luisa Fernanda, en atención a la responsabilidad estatal por la exposición de aquellas trampas de muerte humana, en que se han convertido las alcantarillas.

Literalmente, Luisa Fernanda cayó en un ambiente séptico inundado de bacterias, oscuro, enmontado y desprovisto de señales de advertencia que impidieran su circulación libre y segura de todo peligro.

Everlides, su madre, no duda en responsabilizar de tal omisión al municipio de Puerto Colombia. A mi pregunta: ¿Qué le pediría a Dios en estos momentos? Con voz casi inaudible, responde: “Dios devuélveme a mi hija”.

Ese dolor de madre no impedirá acudir a la judicatura para que Puerto Colombia responda por la muerte de Luisa Fernanda y de esta manera no se sigan sucediendo muertes de jóvenes llenos de vida, así me lo afirma.

Un poco más de dos horas duró el dramático rescate de Luisa Fernanda efectuado por el Cuerpo de Bomberos, tiempo interminable en que se aferró al de arriba con valentía salió con vida, consciente y con la esperanza en terminar sus estudios de Ingeniería Industrial. ¡Maldita alcantarilla!

¡No me siento lista!. Luisa Fernanda y Helen eran primas, amigas y confidentes inseparables. “Luisa Fernanda no era mi prima, yo la amaba como se ama una hermana”, destrozada Helen responde mi llamada con la que pretendía narrara lo sucedido.

Era sábado 2 de octubre de 2022, Helen iba camino a recibir sus clases en la Facultad de Medicina de la Universidad Metropolitana. Para la fecha, habían pasado tan solo l6 días, desde aquella noche en que Luisa Fernanda cayó en una alcantarilla, en el muladar en que se encuentra convertido parte del corredor universitario.

Abruptamente corta nuestra conversación con un: “La verdad yo quisiera ayudarlo, pero en el momento no me siento lista. No es el momento”. El sentimiento de dolor de Helen logró traspasar a través del teléfono, llenándome del mismo escalofrío sentido cuando en mis brazos falleció Daniel, mi padre.

Posiblemente lo sentido por Helen también lo sentí. Lo explican investigaciones científicas publicadas en The American Journal of Psychiatry, “a lo largo de la vida la muerte inesperada de un ser querido se asoció con una mayor vulnerabilidad para los trastornos psiquiátricos tales como: la depresión, trastorno de estrés postraumático, episodios maníacos, fobias, trastorno de pánico y trastornos por consumo de sustancias”.

21 años después de la muerte de mi padre, se me dificulta hablar y no he logrado llenar el vacío de su dolorosa perdida, como Helen, en definitiva, probablemente aún ¡No me siento listo!.

Bienvenido al Bulevar de Muerte en Puerto Colombia. Cerrado el diálogo con Helen, al filo de la una pm me dirigí al corredor universitario, en la marcha me topé con un pintoresco, “Bienvenido a Puerto Colombia”, este aviso es el inicio de un bulevar de poco menos de un kilómetro de distancia, que llega, para el efecto, hasta una rotonda en inmediaciones de las vías de acceso al campus de la Universidad del Norte.

En el recorrido logré contabilizar 29 “hoyos”, entre: alcantarillas y cunetas sin tapas. Mi filmación las muestra rodeadas de cintas de protección peatonal, inexistentes en la fatal noche de la caída de Luisa Fernanda, en una alcantarilla de 7 metros hondo.

Vinieron a mi mente imágenes de dolor de las víctimas de los campos sembrados de “Minas Quiebrapatas o Antipersonales”, mis hijos, nietos y tantos niños, jóvenes e inclusive adultos, barranquilleros y porteños, quienes estudian en la multiplicidad de centros educativos del área, viéndose obligados a batirse a muerte en su tránsito entre 29 alcantarillas amenazantes con tragárselos.

Volví a las 11 pm del martes 4 de octubre de 2022, aquel aviso de bienvenida al municipio caribeño, por falta de suficiente alumbrado público, entre sombras parecía decir: “Bienvenido al Bulevar de Muerte en Puerto Colombia”. En mi recorrido por aquel valle de muerte, en el que murió Luisa Fernanda, logré contabilizar y filmar la falta de 23 bombillas luminarias.

El Estado, sin duda, deberá responder por: 29 omisiones, 23 luminarias y una muerte.

¡Corre, corre, llegó la policía! Por muchos años, decenas de jóvenes motorizados, se dan cita en la “manga” del corredor universitario. La adrenalina corre velozmente por sus venas con cada pique en el que exponen sus vidas ante la negligencia de las autoridades, civiles, políticas y de policía, quienes no hacen nada por evitar accidentes fatales.

¿A qué se va a los piques? Algunos jóvenes van a correr sus motos, otros a mirar y todos a correr despavoridamente cuando llega la policía a controlar la actividad ilícita.

Luisa Fernanda y Helen con sus amigos, se convidaron para disfrutar aquella noche oscura los piques en el “Bulevar de la Muerte”, jamás pesaron que sería la última vez que correrían tras el aviso ¡Corre, corre, llegó la policía!. Luisa Fernanda cayó en una de las 29 alcantarillas sin tapa que minan el lugar desencadenándose su muerte.

Las autoridades en Colombia están instituidas para proteger la población civil, el alcalde como suprema autoridad de policía debe garantizar la vida de los ciudadanos. Los piques en Puerto Colombia no se evitan con represión sino con prevención, adoptando medidas tan sencillas como la construcción de reductores de velocidad. La negligencia de las autoridades ocasionó la muerte de Luisa Fernanda.

Tapas de hierro, mercado ilícito. No es nuevo que en Puerto Colombia se roben las tapas de las alcantarillas, como tampoco lo es la negligencia con que actúan sus autoridades. El mercado ilícito de tapas de alcantarilla es ampliamente conocido en la alcaldía desde donde se omite ejercer efectivamente la función de persecución de los infractores y de los receptadores. No hay justificación alguna que en un trayecto del “Bulevar de la Muerte” de menos de mil metros, haya 29 alcantarillas destapadas sin señales de prevención al transeúnte, trampas mortales donde no puede morir una joven más, como le sucedió Luisa Fernanda.

El negocio de la Salud.  La despersonalización, falta de ética y la mercantilización de la salud, son la base de un negocio de muerte que enriquece a unos pocos a costa del deterioro de la salud de muchos. El paciente desde que llega a un centro asistencial es maltratado por el “poder” del portero, luego por la enfermera y por último enfrenta la prepotencia del galeno.

Luisa Fernanda entró a la Clínica Porto Azul con fractura cerrada de tibia y peroné, a los días salió muerta por un Shock Séptico Multiorgánico, al parecer por presunta negligencia médica. Lo cierto, es que ingresó con medicina prepagada y para ser intervenida quirúrgicamente su madre debió cancelar 6 millones de pesos previamente exigidos.

Responsabilidad contractual, extracontractual, disciplinaria y penal. La muerte de Luisa Fernanda no quedará impune, permite visibilizar una falla en el servicio público que acarreará responsabilidad extracontractual del municipio de Puerto Colombia, penal y disciplinaria de los presuntos responsables: alcalde, médicos y contractual de la clínica. Debe hacerse justicia,

¡Hasta siempre Luisa Fernanda!.