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La paradoja ardiente: ¿Aterrorizados por los incendios y talando los árboles?
El humano, es una criatura de contradicciones. Contemplamos con horror las llamas devoradoras de los incendios forestales en Colombia de los últimos días, la devastación ecológica y la pérdida de fauna que traen consigo. Sin embargo, seguimos participando en actividades que alimentan estas mismas catástrofes, una de las más destacadas: la tala indiscriminada de árboles. Esta aparente hipocresía, donde el miedo convive con la acción contraria, refleja la compleja relación que mantenemos con nuestro entorno natural.
Es innegable el papel de la deforestación en la intensificación de los incendios forestales. Los árboles actúan como barreras naturales, regulando la humedad y reduciendo la propagación del fuego. Al eliminarlos, creamos paisajes propensos a incendios más severos y frecuentes. Datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) indican que la deforestación contribuye a casi el 25% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, exacerbando el cambio climático, otro factor clave en la intensificación de los incendios.
Pero ¿por qué persistimos en estas prácticas a pesar de las consecuencias evidentes? La respuesta quizás se encuentra en la compleja trama de factores que influyen en la toma de decisiones humanas. Las fuerzas que impulsan la deforestación suelen ser a largo plazo, sistémicas y menos visibles. Los beneficios económicos directos para individuos, empresas y gobiernos pueden eclipsar los costos ambientales a largo plazo, que recaen sobre toda la sociedad. Además, la falta de conciencia ambiental generalizada y la desinformación contribuyen a una desconexión entre las acciones individuales y las consecuencias globales.
Superar esta hipocresía ambiental requiere un enfoque multifacético. En primer lugar, es necesario fortalecer la conciencia pública sobre la relación entre la deforestación y los incendios forestales. Esto implica campañas educativas efectivas y promoción de una cultura de responsabilidad ambiental.
A nivel gubernamental, se requieren políticas forestales sólidas que promuevan la gestión sostenible de los bosques, la restauración de ecosistemas degradados y la lucha contra la tala ilegal.
En el ámbito individual, podemos reducir nuestra huella forestal consumiendo productos de madera certificada, apoyando organizaciones conservacionistas, sembrando masivamente árboles o adoptando hábitos sostenibles en nuestra vida cotidiana. Todos estos esfuerzos, desde lo individual hasta lo sistémico, contribuyen a romper el ciclo de esta terrible realidad y avanzar hacia una relación más responsable y respetuosa con nuestros bosques.
Es importante reconocer que la deforestación no es la única causa de los incendios forestales. Otros factores como el cambio climático, la falta de manejo preventivo y la accidentalidad también juegan un papel importante. No obstante, abordar la tala indiscriminada es un paso crucial, ya que no solo reduce la vulnerabilidad a los incendios, sino que también preserva la biodiversidad, mitiga el cambio climático y asegura la provisión de servicios ecosistémicos esenciales para la vida humana.
El costo de la inacción es incalculable. Debemos proceder con decisión y responsabilidad para romper el ciclo de la hipocresía y preservar los bosques, no solo para evitar incendios devastadores, sino para garantizar un futuro saludable y sostenible para todos.
Nuestra complicidad yace no solo en la tala desenfrenada, sino también en la silenciosa aceptación de un sistema que prioriza el uso de productos madereros sin cuestionar su origen, hacemos la vista gorda ante las políticas insostenibles.
Una complacencia colectiva, perpetúa un ciclo vicioso de destrucción. Somos testigos de incendios infernales, pero seguimos alimentando las chispas con nuestra indiferencia cómplice y criminal, aunque no empuñemos el hacha directamente. Cada compra irreflexiva, cada voto por políticas insostenibles se convierte en un tronco más arrojado al fuego. Debemos reconocer la gravedad de nuestra complicidad y dejar de ser espectadores pasivos. La verdadera transformación exige no solo acciones individuales responsables, sino también una voz colectiva que exija un cambio sistémico. Solo entonces podremos romper este ciclo y construir un futuro donde el respeto por los bosques sea la norma, no la excepción.