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Columnistas

El Unión, mi Unión, nuestro Unión Magdalena

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Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza

Todos los deportes, en especial el fútbol, de gran arraigo, pasión y tradición entre nosotros, debe seguir siendo un vehículo importante como constructo de representación social a partir de las emociones que genera cuando entraña celebraciones, o desazón cuando las mismas declinan y con ello su éxito, mismo que radica en la ilusión de vernos siempre ganadores por todo cuanto ganar significa e íntimamente debe encontrarse inmerso en nuestras realidades.

Siempre significará el futbol algo de nuestra cultura, de nuestra realidad humana en estado puro, original, una forma de fundar lazos sociales basados en la producción de sentido de pertenencia, puesto que la construcción de emociones sólo es posible mediante una impronta de elaboración social puesta en práctica por el ser cultural, toda vez que las emociones llevan a generar cohesión social, a construir identidades en amplio sentido, donde los miembros de la sociedad comparten las representaciones sociales, constituyendo de este modo el elemento nuclear de la identidad social de los individuos, la cual lleva al acuerdo común, al vibrar de la raíz natural del sentido común, identidad, realidad histórica, supremacía del significante sobre el significado como constancia de armonía y articulación englobada en el tener consistencia como conjunto social.

No debe ser el Unión Magdalena, nuestro equipo del alma, sarcófago de ilusiones, menos cuando somos cuna indiscutida de este universal deporte en territorio patrio. Equipo histórico de la División Mayor del Fútbol Profesional Colombiano. Proveedor de sus más grandes insignias nacionales. Plaza que era considerada como un dolor de cabeza para los equipos visitantes en decir de todos, ante la dificultad real de sacar en ella buenos resultados, hasta el punto de considerar un punto allí ganado, como más que un triunfo. Nos compete en consecuencia afirmarnos como esa Institución que representa a una comunidad con intereses comunes a su haber, valores compartidos y objetivos en común, además de ser una herramienta desde la cual promover integración social, equidad, igualdad, inclusión, convivencia, tolerancia, solidaridad, valores, sentimiento de pertenencia, respeto, responsabilidad, perseverancia, compromiso, iniciativa, liderazgo, esfuerzo, autodisciplina, desarrollo de habilidades múltiples, compañerismo, superación, desarrollo emocional y capacidad lógica, entre otros generales y particulares aspectos.

Nos lleva el Unión Magdalena a una emoción idéntica que muchas veces se ha tornado inenarrable. A fusionarnos espontáneamente en un ser colectivo, a una construcción cultural deportiva de esas emociones, a la formación de representaciones sociales y como catalizador de identidades. A ver en todas las caras la imagen del deseo del triunfo que no de la derrota. A la convicción y certidumbre de que sí podemos ser mejores. Que es posible a su través mostrarnos y demostrarnos como idea fuerza. Como sociedad capaz de ser vehículo eficiente y eficaz de cohesión.

Es grande la pasión que el Unión encierra y de lo que debemos ser conscientes. Que tenemos un conglomerado humano que sabe de fútbol. Que se trata de edificar y no de criticar por criticar, sino de buscar y procurar por los medios que fueren adecuados y necesarios las soluciones mejores que nos potencien como el equipo que debe ser, siempre ganador. Generar desde él una ciudadanía, comunidad y afición conscientes de serlo. Entender que el fútbol, así como funciona para bien de una sociedad, igual lo hace como desmovilizador a partir de la cohesión en negativo de la gente desencantada; esto es, que atrae a la gente que no ve sus demandas satisfechas en tal dirección y se impulsa a protestar, casi siempre de peor y mal manera, como es el caso de la violencia, expresada por medio de gritos, insultos, gestos, golpes, etcétera, funcionando a modo de catarsis vinculada con la decepción y vivenciando en consecuencia emociones extremas.

Hoy tenemos un equipo en crisis (ojalá que no por mucho tiempo), de ahí la importancia de hacer todos algo sobre este especial particular, toda vez que no hay derecho a seguir teniendo un equipo de fútbol profesional (si así podemos llamarlo) en permanente barrena. Merecemos samarios y magdalenenses verlo siempre en lugares de preeminencia. Hacer ver, entender y comprender a sus directivos que tenemos que estar a la altura de las circunstancias y que el Unión Magdalena representa un sentimiento, un fervor, una pasión, un símbolo, y en tal derrotero, concierne que se faciliten los canales que sean mayormente propicios, de cara a estructurarlo de la mejor forma y manera posible.

Necesitamos en circunstancia importante y urgente, como en la obra inmortal del notable escritor francés Marcel Proust, buscar el tiempo perdido, recuperarlo, darle alegría inmensa a Santa Marta en sus 500 años que bien lo merece esta ciudad dos veces santa. Volver a ser la grande despensa del fútbol profesional colombiano. Tener en todos y cada uno de los equipos de Colombia jugadores del terruño como antes era, al igual que nutrir cómo nutríamos en número robusto las selecciones nacionales en todas sus categorías. Ratificar que somos, como nunca se cansaron de repetirlo hasta la saciedad el médico Gabriel Ochoa Uribe y el connotado periodista deportivo Mike Forero Nougués, “…el único fútbol del país distinto como ningún otro, con alma y personalidad futbolística propia – Garra Samaria -«.

Buscar también, esto a manera de ejemplo y sugerencia, la oportunidad de captar recursos importantes en las instancias gubernamentales, así como a través de la venta de cierta número de acciones en los órdenes personal, familiar, empresarial, gremial y demás otras modalidades, bien sea de contado o por cuotas hasta completar el valor de las que se adquieran. Darse a la tarea de consolidar una cantera de envergadura que provea no sólo al equipo, sino a muchos otros del país y el exterior, lo que sería una fuente significativa de ingresos en términos económicos. Hermanarnos y establecer intercambios con por lo menos un equipo por país en primera, segunda y hasta tercera división. Hacer contrataciones de valía. Entablar acercamientos entre equipos nacionales e internacionales que puedan facilitar jugadores por vía de fogueo, previas las condiciones de rigor establecidas para estos eventos. Ir definitivamente tras las opciones mejores que menester sean, a ver si por fin podemos darnos el lujo de consolidar una entidad futbolera en el orden profesional. Qué se abra el debate.