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Columnistas

Chau Palante

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Por: Gerardo Angulo Cuentas

 El campo del emprendimiento ha sido invadido por un exceso de anglicismos que, muchas veces, desdibujan nuestras realidades y desconectan las acciones del territorio. Palabras como “startup, pitch, networking o founder” se repiten en eventos, aulas y convocatorias como si el impulso de crear, resistir y transformar fuera un invento importado. Pero en América Latina, y especialmente en el Caribe afroindígena, emprender ha sido siempre una forma de vida, una herramienta de resistencia, una estrategia de dignidad.

Es hora de nombrar lo nuestro con nuestras propias palabras. Y por eso, propongo reivindicar el término “Chau Palante” como símbolo de una identidad de emprendimiento anclada en las raíces culturales, en la lucha colectiva, y en la creatividad que brota de la necesidad, pero también de la esperanza.

“Chau”, en lengua palenquera, significa “persona”, y “palante” es esa voz del Caribe que no se detiene, que avanza sin miedo, que dice “aquí estoy, y sigo”. Juntas, forman una expresión poderosa: Chau Palante, el que camina con propósito, el que impulsa la vida, la que crea comunidad desde su propio saber. No es una traducción literal de «emprendedor». Es mucho más que eso: es una declaración de autonomía cultural y económica.

La historia del emprendimiento en nuestros pueblos no comenzó con incubadoras ni fondos de inversión. Comenzó con las manos de nuestras abuelas amasando arepas para vender en la esquina; con los trueques en los mercados indígenas; con los palenques organizando redes de producción comunitaria; con los cantos que anunciaban lo que se vendía; con las mujeres que tejían saberes y los hombres que reparaban lo necesario para el sustento colectivo. Esa es nuestra raíz.

El lenguaje moldea la forma en que pensamos. Si hablamos de emprendimiento solo en términos de “elevator pitch” y “venture capital”, corremos el riesgo de imponer modelos ajenos que no dialogan con nuestras cosmovisiones. Pero si hablamos de “Chau Palante”, hablamos de un sujeto colectivo, territorial, resistente y profundamente creativo.

Este no es un llamado a rechazar todo lo externo. Es, más bien, una invitación a equilibrar el terreno de juego: a reconocer que en nuestras lenguas originarias, en los cantos de los pueblos afrodescendientes, en la oralidad de los barrios y veredas, hay palabras vivas para nombrar la creación económica y social.

Nombrar desde lo nuestro no es un capricho cultural. Es una estrategia política y educativa. Significa enseñar emprendimiento con historias que conecten con la infancia de quien escucha. Significa formar jóvenes que no quieran parecerse a Silicon Valley, sino transformar su vereda, su pueblo, su mar, su montaña. De ahora en adelante, cada vez que me refiera a un emprendedor siempre diré: “es un chau palante”.