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Editorial & Columnas

Mucho bla, bla con cero positivos resultados

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Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza

A boca llena se nos habló, se nos peroró, se nos juró y rejuró, apenas años antes, de cambios y transformaciones, lo que ha resultado un fiasco, fracaso total, por cuanto lo que solo ha habido en realidad ha sido todo lo exactamente contrario. Ni cambios ni transformaciones se han asomado y mucho menos en contexto de positividad. Asumido el poder se quedaron sin narrativa, no dieron resultados, y además de lo cual, no cuentan (nunca han contado) con calidad moral ni siquiera para ofrecer esperanza, que en términos coloquiales es lo último que se pierde.

Todo ha sido un sinnúmero de errores, desatinos y desmanes por doquier, no han visto una se dice en la calle, se han roto hacia dentro, y pareciera, también se escucha, que marcan desde ya el final de su ciclo, no obstante haber hecho todos los esfuerzos habidos y por haber para acotar y secuestrar a todas las Instituciones encargadas de garantizar la democracia, la transparencia, la rendición de cuentas y la justicia, y en consecuencia, tienen que irse por voluntad de una ciudadanía arrepentida, que si bien “ilusionada” estuvo más que equivocada eligiéndolos, también está presta y dispuesta a rectificar, en el sentir que ello es de sabios, ya que buena parte de la sociedad está hastiada de sus mentiras, de la propaganda embaucadora, del populismo mendaz y de la forma en que mayoría ha sido infamemente excluida.

No tienen argumentos de valía (no los han tenido nunca), solo una propaganda hábil y mentirosa que los agrupa, que se les está diluyendo y junto con ello, todo ese subconjunto de valores, relatos, narrativas y discursos esperanzadores que han puesto engañosamente a través de los días sobre el tapete. Solo excesos como grande incapacidad para gobernar y dar resultados, además de un creciente número de escándalos de corrupción, un modelo en crisis que no encaja en un mundo donde la economía, la modernidad, la IA, y el acelerado avance tecnológico están modificando radicalmente los procesos, el desarrollo y la movilidad en el planeta, y desafortunadamente la mayoría de los proyectos y visiones que tienen son tanto anacrónicos como insostenibles.

Nadie les cree cuando hablan de luchar contra la corrupción, toda vez que han sido expuestos a la luz pública los excesos cometidos por los suyos, especialmente los más cercanos al primer círculo del poder y otros además vinculados con la delincuencia organizada. No les queda para nada bien por insostenible, seguir hablando de honestidad valiente, de eficacia en resultados mejor ni hablamos, mucho menos de cambios en las instituciones para mejorar su eficiencia. Todo se les ha quedado reducido  (era de esperarse) a promesas respecto de cambios y transformaciones, en el aire todos los anunciados programas sociales, desarrollo y crecimiento económico. Ante esta debacle, estamos los ciudadanos obligados a revisar que viene para nuestro país, porque lo que se vislumbra son unas muy altas complejidades, y no vemos, en lo que resta de gobierno, interés alguno por definir nuevos ni positivos registros y ni siquiera creo que lo entiendan. No se han dado cuenta que estamos viviendo cambios tecnológicos exponenciales tangibles de alcances impredecibles, pronósticos, trascendencia y aplicaciones, lo que significa un enorme cambio en los procesos productivos y en la geopolítica, porque los centros hegemónicos se están moviendo y ello nos afecta en gran medida.

Hemos perdido espacio, quedado rezagados, no hemos identificado dónde se encuentran los liderazgos capaces no sólo de reaccionar, sino de conducir nuestro destino hacia el futuro. No hay renovación. Preocupante es la ausencia de liderazgos, falta de proyectos, debates serios y la incapacidad para privilegiar el diálogo, el acuerdo y convocarnos a todos en unidad. Se impone salir en medio de esta complejidad a tomar como ciudadanía papel protagónico, puesto que no se trata de un asunto de personalismos, compadrazgos, complicidades, intereses ni ambiciones, sino de abordar el porvenir con la más alta seriedad para convocar a nuestros mejores talentos, además de comprender que el diálogo nos lleva a acuerdos y nunca a confrontaciones. Ese es el país que queremos, sin polarizaciones, misma que debemos evitar que se haga costumbre como estilo de gobierno, al tiempo de evitar normalizar corrupción y mediocridad, en la certeza que merecemos un verdadero proyecto de cambio con una visión moderna de porvenir.