Editorial & Columnas
Que nunca muera el derecho
Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez
El derecho, se define como el conjunto de principios y normas que regulan la conducta humana en sociedad, inspirados en la justicia y el orden, y que pueden ser impuestos coactivamente por el poder público para resolver conflictos y garantizar el bien común. Se puede entender también como un conjunto de facultades individuales (derecho subjetivo) o como una ciencia social que estudia el sistema de normas (derecho objetivo), y lo nutren elementos clave como el sistema de normas, la regulación de la conducta social, la inspiración en la justicia, la coercibilidad y la búsqueda del bien común. Nada es más trascendental a la vida social que la arquitectura jurídica que torna viable la convivencia.
Bien se afirma que la sociedad humana es un ente orgánico complejo in extremis. Que cada persona agrega un proyecto propio y formas de alcanzarlo. De ahí que para lograr que la vida colectiva sea posible y armoniosa, es esencial agregar reglas de conducta comunes a las que todos sus destinatarios queden vinculados. Estructura normativa permisiva que la vida colectiva se conduzca en paz y concordia, ya que su ausencia tiene el efecto contrario, vale decir, la imposición de la voluntad del más fuerte (en un sentido o en otro), que torna inestable la vida social. Sólo los que dominan tienen incentivos para convivir de esa manera.
Claro es que las reglas compartidas permiten la aquiescencia de todos a la vida comunitaria, toda vez que con ellas se favorece el crecimiento y desarrollo de las actividades productivas y se generan los satisfactores materiales que esa colectividad requiere y necesita, lo que hace posible acercarse al bienestar colectivo; de lo que se sigue que nada es más trascendental a la vida social que la arquitectura jurídica que vuelve viable la convivencia pacífica y la prosperidad. La civilización no habría evolucionado sin el Derecho.
Sin duda, como está demostrado, es el orden legal lo que permitió el avance de las sociedades humanas a su estadio actual de desarrollo. Es por ello el paso humanista más importante en la historia humana. Históricamente, hay civilidad cuando se separa a la vida humana de las condiciones de barbarie a través del orden y conducción que proveen las reglas generales y coactivas; sin embargo, es igualmente notorio que no cualquier tipo de sistema normativo es aceptable o conducente al bienestar y el progreso. La aquiescencia es vital para conducir la conducta humana en sociedad y deriva de la convicción ciudadana que ellos participan en la creación de la regla de conducta que los subordina, participación que puede ser de carácter indirecto o representativo. Pero tiene que ser legítima y creíble.
Es vital además como necesario, que esa representación legislativa refleje con eficacia la diversidad social. Es decir, el esquema de designación o elección de los legisladores debe cuidar al extremo que esos representantes sean expresión de la diversidad social y del deseo o voluntad genuina de los electores; ya que, constituido el órgano creador de las leyes, estas tienen que ser congruentes con la lógica jurídica establecida en el código sociopolítico fundacional, por lo que debe quedar explícito en toda pieza legislativa que la Constitución, Carta Magna y norma de normas, enarbola como prioritarios los derechos humanos fundamentales y la estructura orgánica que los garantiza. Por último, lo que es determinante, debe mantenerse intocado el mecanismo constitucional que asegura el examen objetivo e imparcial de los conflictos que pueden trastocar las prerrogativas de los gobernados.
Como consecuencia de lo cual, todo el aparato normativo que refiere la integración y funcionamiento del intérprete constitucional debe quedar exento de toda influencia ideológica partidista, dado que únicamente, la más estricta lógica jurídica debe prevalecer en el funcionamiento del control constitucional; de lo contrario, los valores, principios, ideas y creencias subjetivas de los intérpretes constitucionales pueden contaminar todo el aparato de justicia; razón por la que cuando todo ese esquema funciona correctamente, el orden jurídico vigente es el medio más eficaz de conducción social hacia el bienestar y el progreso. Nada lo supera. Pero, por la misma razón, ese sistema jurídico es altamente sensible a las manipulaciones políticas de sus elementos esenciales.
Ahora bien, si el proceso electivo de la voluntad popular es desvirtuado, el mecanismo no refleja una pluralidad efectiva en la integración del Legislativo y se acumulan presiones sociales de deslegitimación de la normatividad, haciéndose incluso más vulnerable el orden legal, si el poder político manipula el mecanismo de control constitucional para que refleje sus preferencias ideológicas. Anulada su objetividad, se disipa la salvaguarda de los derechos fundamentales como guía correcta del poder político. Las decisiones de revisión de constitucionalidad se politizan y pierden su eficacia jurídica. Entonces, el mecanismo se torna disfuncional y poco a poco su credibilidad erosionada aumenta las presiones contra la actividad productiva y la paz social.
De ahí que para resucitar el funcionamiento del orden jurídico sea indispensable restituir la correcta integración y funcionamiento de sus elementos fundamentales. Primero, los miembros del Poder Legislativo deben ser designados por voto popular auténtico y el órgano debe reflejar una pluralidad política efectiva, lo que traduce que las voces de las minorías sean escuchadas en el debate legislativo y que la norma legal refleje esa negociación política. De igual manera, el sistema inteligente de autocorrección legislativa debe funcionar correctamente. Con apoyo en los principios de prioridad exegética de los derechos humanos fundamentales; la total y absoluta independencia del intérprete auténtico de la Constitución; y, la ausencia total de ideologías político-partidistas en la emisión de resoluciones de control constitucional; puesto que únicamente la más estricta técnica jurídica garantiza el cumplimiento de la justicia constitucional, y con ella la paz social y el progreso, lo que debe y tiene que ser el camino.
