Columnistas
Los cuentos del abuelo. Por Victor Rodriguez
Este año cumplo 55 y puedo hacerle eco a una frase ya posicionada: “confieso que he vivido…” Esta frase enmarca el concepto de que uno cree haberlo visto todo, ha escuchado todos los cuentos habidos y por haber, con los cuales me apresto, llegado el momento, para entretener a mis nietos narrándoles un mundo que será muy diferente al de ellos, aquel en que yo viví.
Recuerdo los momentos en que mi abuelo Tato nos entretenía a los niños con los cuentos de los Tíos, tío tigre, tío conejo, eran los tiempos de la tv en blanco y negro, de un solo canal de televisión y que solo transmitía 6 horas al día, repuntaba como adelanto tecnológico el radio transistor, y aún en las casas sonaban los radios “de tubos”.
Cuando las hojas blancas terminen de colonizar todo mi cuero cabelludo, y que pueda tener la bendición de repetir la historia de entretener a mi descendencia con mis historias, ya tengo de seguro el tema que podrá sacarlos del encantamiento de las tablets, smartphones y juegos en línea; será mi historia predilecta, que podré contar con lujo de detalles, una historia con el encanto Caribe, que supera los inimaginables límites del realismo mágico de Gabo, que tendrá tanto de largo como de ancho y que afortunadamente grabé para que no me traten de senil y tener la prueba reina.
En ese momento, cuando los reúna, los llevaré a un sitio clave para hacer dramática y palpable la historia que les voy a contar, tomaré carretera, saldré de Santa Marta, pasaré Ciénaga, y me detendré en Pueblo Viejo, llevaré conmigo un recorte de una pasada edición de Opinión Caribe, en la cual con pruebas irrefutables denunciamos el grave problema de agua que tiene este municipio; les mostraré a mis nietos las fotos que se tomaron para ese reportaje desde un ultraliviano, desde el cual paradójicamente se ve una angosta franja de tierra rodeada hasta el infinito de agua, sea por el mar Caribe, o por la Ciénaga Grande de Santa Marta, eso es lo que se ve desde el aire porque también desde el nivel del suelo tenemos una visión de la capacidad de aguante y de soportar situaciones adversas del ser humano.
Un municipio que difícilmente tiene arborización, un municipio que en medio de la salinidad ha aprendido a sobrevivir imaginando el agua, un municipio donde generación tras generación ponen en duda que existan seres en la tierra que puedan ducharse con solo abrir el grifo en el baño. Solo fotos o películas fuerzan la credibilidad en un hecho que no han vivido. Les contaré a mis nietos que hubo un alcalde que pasó la administración buscando con orgullo que en su periodo de gobierno sumisamente no se tomaran la carretera.
Les contaré también a mis descendientes que a ese alcalde lo llevaron a una rendición de cuentas rendido a la versión oficial y que en su intervención con orgullo solo atinó a decir que su municipio ya no se tomaba la carretera por falta de agua, que estas tomas habían bajado ostensiblemente y las que se dan son por la energía eléctrica, en su intervención que no duró 5 minutos repitió tantas veces, como si fuera un tic nervioso esta frase, con la cual pretendía convencer al auditorio; y se jactaba de que tenía solucionado el problema del agua, porque sobre la carretera y sobre las calles habían tanques que se abastecen con carro tanques.
Cuando lleve a mis nietos a este municipio para contarles esta historia iré preparado con termos de agua, por si nos da sed, estoy seguro que nos bajaremos del carro y ante el inclemente calor, botella en mano observaremos la obras de generaciones pasadas con increíble ingenio que construyó ese alcalde los cuales nunca tuvieron agua, costosas estructuras en concreto armado para deposito de agua.
Estoy convencido que alguno de mis nietos me preguntará: abuelito y ¿porqué entonces el pueblo no protesta? A lo cual responderé que tal vez el pueblo terminó siendo mas inteligente que su gobernante, porque bien saben que protestar con este inclemente sol, con este insoportable calor, y con una carretera ardiendo, lo que la experiencia les enseñó es que esas protestas dan mucha sed… y agua, no hay
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