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‘La loca’: historia puntual de un patrimonio samario

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Larry Olivero García

Cada día la bahía está más calurosa, según el diario El Tiempo, en promedio, en esta última década, Santa Marta decreció a nivel térmico 1º centígrado, eso es impresionante, porque se estima que, en la época de Simón Bolívar, la temperatura promedio en la Quinta de San Pedro era de 22º, una temperatura de una ciudad templada. En el sector de Mamatoco la vegetación y la cercanía a la Sierra Nevada la hacían, sin duda, el lugar más fresco del litoral Caribe en esa época en la Nueva Granada con una brisa gélida que confluía como remolino entre el salitre del mar y la nieve de la Sierra.

Hoy todo es distinto, el lento proceso de crecimiento de la ciudad hasta los años 80, no hicieron que estas generaciones notaran el cambio térmico en la bahía, pero en la última década todo es drástico, más urbanizaciones, conjuntos, condominios, más automóviles, menos zonas verdes, más humo, más industrias, más población, pero lo peor, el creciente calentamiento global propio de la zona tórrida han hecho que ahora si notemos con preocupación la inhóspita temperatura samaria (ya ni sopla brisa cuando debe soplar).

Esto se torna preocupante si tenemos en cuenta que nuestra Sierra Nevada se deteriora cada vez más y los glaciares milenarios de los Tayronas se desvanecen como mantequilla en cuchara tibia, y al ver que no hay una política ecológica seria en la ciudad, al ver como un río histórico como el Manzanares es una cloaca, debemos poner el grito en el cielo con una propuesta de sostenibilidad ambiental, forjar una ciudad a la par de su entorno paisajístico y ecológico, para que en 10 años en el futuro ya no sean 2º o 3º centígrados los que decrezcan (decrecimiento térmico, esto es una ley inversa, si crece la temperatura se siente más calor, es decir, decrece. Nunca habrá un crecimiento en la temperatura, solo en zonas polares, pero las ciudades urbanizadas jamás pueden recuperar su temperatura ideal) y entonces Minca sea un lugar de ensueño, porque como vamos, la zona de Minca será la más apetecida para vivir. Aquí en el sector de Los Almendros me siento como en Fundación, quizá este veranillo de junio sea el efecto del solsticio de verano, el cual se da después del 21 de junio hasta 2 meses después, y los días son más largos en la zona tórrida (tropical) lo que llama la atención es la disminución de la lluvia, y es fácil deducir que el mar actúa como un espejo refractario, aleja las lluvias por esta época y si le sumamos esto al papel de la Ciénaga Grande que también influye en la pluviometría, debemos sentenciar que el clima de la ciudad cambió.

Santa Marta al decrecer 1º centígrado ya tiene otro clima, es como decir que Bogotá ya no está en el rango del clima frío de montaña, Santa Marta pasó a ser parte del clima súper seco, así como lo leen, un clima que proyecta la vegetación xerofílica y cactacea, y ocurre que al disminuir la pluviosidad (lluvias) anual promedio en la última década, la ciudad se llena de microclimas (llueve por sectores); otras características son las zonas de corredores de aire, áreas especificas por donde pasan los vientos que bajan de la Sierra, ya que la topografía de la ciudad geomorfológicamente hablando la convierten en un valle geosinclinal, es decir, una zona de montaña que muere en el mar de una forma amplia pero abrupta, y eso es Santa Marta, por esa razón, el agua de lluvia corre como ríos por la ciudad buscando el mar. Todos estos factores hacen que nosotros como ciudadanos estemos actualizados sobre temas como este de nuestro clima, y no se necesita ser Max Henríquez para saber empíricamente lo que nos compete con nuestro clima en el futuro. Pues si varía el clima, también lo hace la temperatura y la vegetación y al cambiar la vegetación, también lo hace la fauna ¿no ven como en las calles de la ciudad hay más ardillas que hace 10 años atrás? eso lo pregunto a diario y he llegado noblemente a una sabia respuesta: las ardillas comen almendras, los almendros más grandes y frondosos han de estar en el piedemonte, pero al cambiar el clima y la vegetación en las laderas de la Sierra, estos roedores se adaptan biogeográficamente a su alimento y se diseminan, por eso, bajan sin recelo en busca de sus almendras y sus árboles de almendros (en donde hacen sus nidos), los cuales son más pequeños y que en la parte urbana de la ciudad son ornamentales.

La ardilla de cola roja se dio cuenta que, en la ciudad, proporcionalmente, hay más almendros plantados que los que puede encontrar en calidad en la serranía. Este es un ejemplo típico, pero lo curioso es analizar e inferir que así como las ardillas bajan, también lo hacen las aves y otras especies de mamíferos lo harán en un futuro no muy lejano, he visto pasar por mi casa (muy cerca al Mercado Público, por los patios de Almacafé) bandadas de loro orejiamarillo, son fáciles de reconocer, pues las bandadas son en pareas; estos loros escogen una pareja de por vida, la lora es muy fiel y difícilmente reemplaza a su loro.

Así como el loro, es posible que veamos en 2 o 5 años a titís (especies de monos propios del litoral Atlántico) por nuestros patios y todo, debido al clima loco que hace a la loca.
¿Ahora me entienden cuando digo que ‘la loca’ es un patrimonio?

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