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Columnistas

¿Y entonces en qué quedamos? 

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Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza

 

Definitivamente demostrado está que quienes pensaron que íbamos a estar gobernados por una mejor clase política, hoy se recogen junto con su altanería ante lo evidente, por cuanto han sufrido como todos en carne propia y de qué manera, como somos y como estamos gobernados. Cuan equivocada era aquella esperanza que algunos incautos proclamaban, que todo iba a ser mejor y que todos íbamos a libar de los ríos de leche y miel que en torrentosas riadas llegarían. Nada ha sido. Ni en los nueve años en el Distrito, ni en el año en el departamento. Incluso asegurarse puede que muchos y muchas situaciones han salido y han sido más que peores.

 

Nada ha mejorado. Seguimos en las mismas. De ahí que llame poderosamente la atención que se diga, se grite, se escriba, se perore, sobre la miseria de nuestra clase política, como consecuencia de la ninguna gestión que han hecho, como tampoco nuestras administraciones durante sus nefastos mandatos, que para ocultarlo no cesan de mentir.

 

Antes de todo esto que nos está sucediendo, una gran parte de la opinión pública consideraba nuestro futuro en peligro si se dejaba en manos de gobiernos de izquierda. La verdad es que ante todo lo que ocurre, se constatan evidencias que demuestran que la izquierda es sinónimo de desastre, estatiza y es significativamente deplorable y está asociada a lo poco o nada favorable.

 

Es claro en este entendimiento de situaciones, axiomático sin duda, que habría que partir del hecho que la izquierda es tanto más peligrosa cuanto más se aparta de los principios teóricos solidarios que la hacen atractiva a tantos ojos. Resultado de lo cual, y es lo que convendría, que todos se sentaran en el lado correcto, que la izquierda practicara más los objetivos morales que proclama y que la derecha no se creyera más su concepto de libertad de mercado como principio regulador de todas las cosas.

 

Si mezclamos toda ésta mezcolanza ideológica con las lamentables pero naturales y para muchos, incontrolables ansias de poder y riqueza del ser humano, la conclusión podría ser que no tenemos arreglo, y que los políticos de todo signo y toda laya no serían más que una representación más que evidente, y en muchos casos obscena, de nosotros mismos. Y bien sabemos, como se sostiene por tirios y troyanos lidiar con nosotros mismos, como ya sabían los clásicos, es lo más difícil.

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