Columnistas
Posiblemente mi última columna…

Por: Ariel Alberto Quiroga Vides
Llevamos más de dos siglos de historia como nación independiente y más de dos siglos en guerra interna ininterrumpida, nuestros doscientos años se han cumplido sobre un pastel de heridas que no han cerrado y soplando una vela de mucha frustración, porque a pesar de tener dos enormes salidas al mar y recursos naturales en abundancia, no dejamos de ser la finca platanera de unas cuantas familias, que en lugar de usar su poder y mayor ventaja global para apalancar el progreso y la potencia de toda una nación, lo han usado para atornillarse en los privilegios de la explotación so pena de la desgracia de millones de Colombianos.
Al parecer esta nación ha olvidado como logró su independencia, y no fue siendo timorata ni echándose para atrás al primer asomo de complicación, sino con actitudes como la de Policarpa, que aún en el cadalso se atrevió a echarle vainazos al pueblo neogranadino y al Rey, o como la de María Concepción Loperena, que sin tapujos, el 04 de febrero de 1813 irrumpió en una celebración publica y quemó una imagen de Fernando VII y los escudos reales, y ni hablar de Antonia Santos, que con los recursos de su finca el Hatillo sostuvo una guerrilla que contribuyó a las victorias del pantanode Vargas entre otras, estas no eran unas mujeres con huevos, sino con ovarios gigantescos.
Es verdad que nuestros compatriotas caen por centenas a causas del coronavirus, y que salir a marchar será la razón de que muchos puedan morir en menos de veinte días, tal vez sea yo, o el que marche a mi lado, o el que levante la bandera, no lo sé, pero lo que sí sé, es que si los ancestros de esta tierra atravesaron el páramo de Pisba con menos que alpargatas, machetes y unas franelas rotas, esta generación también podrá pelear por sus derechos a pesar del miedo y el contagio.
No salgo a marchar solo por la reforma tributaria, sino también porque estoy harto del conflicto armado interno, porque prefiero perdonar a paramilitares, ejercito oficial y guerrilleros, antes que seguir matándonos entre si y alimentando un odio que solo beneficia a la industria de la guerra, y lo paradójico de las miles de muertes de uno y otro bando, es que están compuestas por personas humildes, porque el tiempo en que los más adinerados empuñaban las armas hace siglos pasó, así que nunca verán a los hijos de Paloma Valencia o Álvaro Uribe, echando bala con el comando jungla.
Salgo a marchar porque tenemos una de las monedas más devaluadas del mundo, un salario mínimo de hambre, una gasolina costosa, un sistema educativo que tiene escuelas en ruinas y hospitales sin medicamentos, un ejército de pobres que son la carne de cañón del verdadero populismo, ese que no promete nada distinto y gana las elecciones con tamal y el apoyo de muchos ñeñes, salgo a marchar porque tenemos un gobierno sin criterio internacional, sin protagonismo constructivo, salgo a exponerme porque la Guajira parece Yemen, el Chocó Haití y el Urabá un pedazo de México.
El coronavirus se ha llevado a conocidos y amigos, a ancianos, últimamente a jóvenes y a compañeros de universidad, por eso sé que salir el 28 incluso para mí, que me alimento sano y hago ejercicios es saludar a la incertidumbre de los próximos 15 o 20 días, pero aun así, prefiero hacer parte de la generación que después de doscientos años volvió a liberar a esta nación, ya no de los españoles, sino de los señoritos criollos que sin empatía mandan desde el centro del país.
En algún momento el coronavirus se convertirá en una gripita mas, y no será tan dañino como el cáncer tan atroz que llevamos en las venas hace más de 200 años, y que si hoy no lo frenamos hará metástasis, por eso saldré el 28, aunque esta sea última columna que escriba, o la última que usted lea…

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