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En Colombia la política tiene dueño

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Por: Cecilia López Montaño

 

Lo que nos faltaba: ahora en Colombia la política tiene dueños y estos precisamente no son todos los colombianos. La primera prueba de esta penosa realidad es que hoy un ciudadano del común, Néstor Humberto Martínez, en el colmo de la arrogancia, de la prepotencia se siente con el derecho de anunciar quien puede o no ser presidente de este país. Y lo peor es que Semana, medio que ahora sí abandonó completamente el periodismo para dedicarse al proselitismo, le da carátula y artículo central. Estos dos mensajes confirman que tanto el susodicho como este medio se creen los dueños de la política colombiana.

Pero el problema no termina allí. Como lo expresa en su excelente artículo Yolanda Reyes en El Tiempo, ahora le ha caído el mundo encima a Nelson Alarcón, ejecutivo de Fecode, si por mundo se entiende el uribismo y periodistas mal informados, cuando se atrevió a afirmar que estos movimientos sociales que hoy vivimos son «de largo aliento (y) esto es con miras a 2022… para derrocar al uribismo.» Casi lo crucifica una periodista de la W como afirma Yolanda porque, según ella, Alarcón «confunde la lucha social con la política.»

Estos dos eventos llevan a una reflexión de fondo sobre algo muy dañino para esta sociedad que requiere ser aclarado. Sin política «no se logran resolver de manera pacífica las profundas contradicciones de toda sociedad», una de las mejores definiciones de esta actividad calificada nada menos que por Barack Obama como la profesión más noble de todas.  Son los verdaderos partidos políticos los que en un mundo civilizado deben recoger las grandes diferencias ideológicas para que, en ejercicio de la democracia, una sociedad decida cual es la tendencia mayoritaria y nombrar su representación en el manejo de lo público. A los que no están de acuerdo les queda la oposición elemento fundamental de la democracia que debe ejercerse de manera responsable.  Muy grave que una periodista de un medio radial tan influyente como la W no entienda esto.

El hecho de que en Colombia el ejercicio de la política sea perverso, lleno de clientelismo, de oportunismo, de machismo, de racismo y de todos los ismos, no quiere decir que la política sea perversa y por no entender esta inmensa diferencia es que se llega a lo que estamos viendo. Lo que este país necesita no es que se acabe la política sino todo lo contrario. Lo que se requiere es que se rechace masivamente esa política que tiene dueños y que cree que con esa arrogancia seguirá mandando en el país. Se necesita urgentemente y la convulsión social ayudará a esto, que estos partidos mediocres, corruptos, llenos de individuos con interese personales y que no entienden su responsabilidad con toda la sociedad colombiana, se acaben. Por todo lo anterior, lo que es impostergable es que se recupere el derecho de todo ciudadano a hacer política de esa buena que exige una verdadera democracia. Que se acabe por fin la posibilidad que la política tenga dueños.

Lo que están pidiendo a gritos estos manifestantes, poniendo los muertos, los desaparecidos, los violentados por este régimen autoritario y prepotente que tenemos, es precisamente democracia que solo se logra cuando la política tome el curo que debe. Cuando se acabe esta idea absurda de que unos privilegiados por pertenecer a un partido son los dueños del país y deciden con quien y como se organiza la sociedad. Quien no entienda eso le hará un daño inmenso al país. Por fortuna, gracias precisamente a estos jóvenes más valientes que nosotros los adultos, estamos hoy más cerca que nunca de que esto empiece a pasar en este país capturado por una élite culpable de muchas de las grandes falencias de esta sociedad. Y esto tanto por acción como por omisión.

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