Columnistas
El valor de la mujer magdalenense

Por: Jesus David Pomares Vanegas
La Mujer del Magdalena huele a café, es transparente como nuestros mares cristalinos, reverdece como nuestros campos, es alegre y dinámica y, como si fuera poco, nuestro departamento se engalana con el nombre de una mujer, La Magdalena, y nuestra capital de igual manera, Marta y entonces, nuestras escuelas, hospitales, empresas y demás ya llevan el nombre de mujeres que a lo largo de la historia han alzado su voz y, algunas incluso, con un liderazgo más discreto han hecho historia, una historia que emancipa y da voz a la mujer que por muchos años se ha visto silenciada, oprimida y subyugada.
De la mujer brota la vida en ese minuto de oro del nacimiento, es la mujer no solo madre y esposa, sino creadora y forjadora, no está por debajo, sino por encima, en igualdad de condiciones y hoy con una voz tan poderosa que hace temblar a las nuevas generaciones, porque su combate está a través de sus ideas, reflexiones y liderazgo, el cual cada día es menos simbólico y más real, una mujer en la que su palabra también es vida, en donde su existencia no está a un lado, sino que camina junto a todos en la construcción de una mejor sociedad.
El valor de la mujer del Magdalena es inconmensurable, no es medible, e inalienable, y sus derechos son irrenunciables, irrevocables e intransferibles, sobre todo, cuando la mujer ha despertado después de tantos atropellos, violaciones y abusos que se han dado en todo nuestro Departamento, y lo peor es que aún siguen vivos con los feminicidios y maltratos que acechan todos los días en nuestros territorios, golpeados por la violencia en todas sus dimensiones.
La mujer del Magdalena es resiliente y decida, empoderada y senti-pensante, es ilustrada y no le tiene miedo a la verdad, porque vive de la verdad y para la verdad, para la justicia y la paz. Esa polifonía que hace un coro en todo nuestro territorio la única música que quieren expresar es la del valor de la dignidad, del reconocimiento de sus voces apartadas, incluso desde la Sierra, que siendo tan alta nunca se pudo gritar, y en los pueblos palafitos han quedado aún enterradas esas voces en el desespero que nadie mira ni da un peso, por las mujeres que se hunden en la miseria y el barro, en esas casas que con el soplo de la brisa se le caen sus techos, en las que cuando llueve, lo pierden todo.
La mujer del Magdalena es la que se emancipó, las indígenas, las negras, nuestras campesinas ya tienen voz, y en ese pluriverso de saberes, en donde no hay un solo color, sino más bien, desde la policromía debemos dejar claro que cada día la mujer tiene más representación y liderazgo social.
Finalmente, nosotros los hombres, que vamos de las manos de ellas, debemos respetarlas y valorarlas, regarlas todos los días, para que siempre estén florecidas como los girasoles. Ya bien lo había dicho Gabo: “Soy, definitivamente, un anti machista. El machismo es cobardía, falta de hombría”. Feliz día a todas las mujeres.
