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Renunciar… tener dignidad
Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza
Creería que debiera, si revestido de dignidad estuviera el gobernador de los magdalenenses, renunciar sin esperar que se surta la suspensión judicial a su mandato que se encuentra en desarrollo, proceso el cual determinado por su ineficiencia absoluta y procederes tiránicos, populistas, demagógicos y además otros desmanes al frente de los destinos del departamento. Definitivamente desde hace mucho rato no hemos sabido elegir. La dignidad, téngase presente y léase bien, es en la política principio rector. Del ciudadano que la posee, un fin en sí misma. Del político, sustento ético útil a la comunidad.
Los tiempos dan cuenta de personas en la vida pública que, en un acto de contricción y reflexión, renuncian de manera consciente a una posición de poder, sabedores íntimamente que no lo están haciendo bien y perciben dicho acto como principio de solución a los obstáculos que genera su estadía para resolver en gran medida los problemas presentes. De así hacerlo el inquilino del palacio Tayrona, se ganaría un puesto de honor en la historia del departamento, que de otra forma jamás ni nunca alcanzará, ejerciendo su defensa sin las cargas inherentes a su cargo.
Demandamos del gobernador una respuesta digna. Retirarse de la primera magistratura del departamento. Entender que su permanencia daña a la noble institución departamental. Debe ser la suya una renuncia obligada por ética elemental, por haber incurrido en desmanes y acciones que atentan de plano contra principios enaltecedores que soportan y revisten la administración pública en su conjunto. Su renuncia debe ser una respuesta a su conducta en el ejercicio del cargo, como por su congruencia y respeto a sí mismo y comunidad toda.
Cree la mayoría de los magdalenenses que su ciclo, aún sin concluir, ha terminado. Notorias y notables han sido sus carencias en todo sentido, abiertamente excluyente, desastroso su desempeño y la permanencia en el cargo nos acerca a abisales profundidades. Su desprestigio es evidente. La supina ignorancia demostrada en el cargo, es inconmensurable. Sin escrúpulo alguno nos ha conducido por caminos de yerros miles y sin embargo pretende seguir asido al cargo que ocupa cuando es palmario el daño que causa. La gente coincide en que debe retirarse, en la verdad que no debe ocuparse de lo que no se merece.
Ser digno debe ser un todo relevante, enmarcado en principios, valores y procedimientos, que a su vez sirvan de guía para los demás, especialmente cuando se funge como dirigente. La dignidad humana, además de relevante, debe ser factor ético de primera condición, inmensa y esencial para todo comportamiento, debiendo ser siempre respetada, nunca transgredida. Requiere de la adopción de decisiones comunes y vinculantes, lo que pone de manifiesto la necesidad de encontrar soluciones cuando es torpe como tozudo hacerse sostenible, sólo soportado en procederes acomodaticios y convenientes, sin tener en cuenta que ella, la dignidad humana, debe darse como toma de decisión que favorezca los intereses superiores de la comunidad, que no los personales ni de grupos, más en la verdad que se ha actuado desde siempre mal y peor y no como corresponder debiera en compendio de profundidad y riqueza de carácter y criterio.