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Columnistas

Construir ciudad y departamento

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Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza

En esto de construir ciudad y departamento, concierne unidad, jalonar hacia mismos objetivos, causas y propósitos; no sirven nunca egoísmos, ventajas, acusaciones, reproches ni descalificaciones personales, sino ver en verdad las posibilidades y probabilidades de entendimiento, ni siquiera para los asuntos que convienen a la comunidad. Los asuntos de Estado nos afectan a todos, siendo importante siempre revisar, gestionar, aplicar. Acordar asuntos relevantes sin secretismos sospechosos, compartir, combatir lo que obstaculiza, hacerle frente a lo anómalo que va en detrimento de las acciones mejores.

Es una desgracia para nosotros que los políticos que nos gobiernan o que tienen posibilidades de hacerlo no se entiendan. Tal actitud no hace sino generar como  traer desánimos y perjuicios para nuestros territorios, al igual que recrear posturas que se presumían superadas. Se trata de aportar, crear fuentes de empleo digno, bien remunerado, estable, así como trabajos sin precariedades, emanciparse para emprender proyectos personales y colectivos, no estar más en desconexiones ni desconfianzas.

No podemos hacer eco a los personales problemas de y entre políticos, ya que mientras se hunden en fangos de odio y rencor, nosotros tenemos que entendernos y superar sí o sí las discrepancias. No permitir bajo punto de vista alguno, lo que sería exagerado castigo, que toda una serie de políticos mediocres polaricen como lo hacen de la peor forma, nuestros terruños, cuando la realidad, monda y lironda, exige a gritos superar la confrontación y desempeñar las funciones públicas tanto en el gobierno como en la oposición con criterios colaborativos. Esos duelos fratricidas no responden a esa exigencia, no construyen ciudad ni departamento; como tampoco aportan al progreso, ni al bienestar ciudadano y comunitario.

Estamos a semanas de elegir a quienes deberán conducir y velar por el bienestar y prosperidad ciudadana durante el próximo cuatrienio, de ahí la responsabilidad inmensa de decidir lo que queremos y merecemos como ciudadanos en nuestros territorios, anteponer a los particulares intereses los superiores de la colectividad y regiones, merecedores una y otras siempre de consolidaciones mejores, en lo que ayuda el rechazo de políticos corruptos en reacciones lejos de lo emocional, pero sí cargada de juiciosas reflexiones, que nos definirá el camino a seguir para el porvenir territorial y para la armonía y articulación humana en contexto de integración social.

No podemos ser cómplices de juegos y estrategias plagadas de mentiras, sino de ideas y propuestas, lo mismo que obligarnos a traducir nuestros anhelos respecto de la ciudad y el departamento que queremos, debiendo en consecuencia votar por los mejores contra inconformismos, irritaciones, malestares, descontentos e incumplimientos. El voto es un derecho con poder legítimo y debemos hacerlo valer en beneficio ciudadano y comunitario con la ilusión de un mejor porvenir.