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Jairo Charris Castañeda: Una vida consagrada a las matemáticas y a la enseñanza
Por Harold Castañeda Robles
Recuerdo nítidamente aquellas noches en el fresco patio de la casa materna de mi padrino Jairo en Ciénaga. Entre los aromas del café recién hecho y la brisa del mar, mi padre Antonio Castañeda y sus primos los Charris Castañeda, conversaban animadamente sobre todo tipo de temas. Matemáticas, música, política, literatura… Jairo deslumbraba a todos con la claridad de sus ideas y la pasión con la que las exponía.
A pesar de mi corta edad, él siempre encontró la manera de hacerme partícipe, explicándome con paciencia infinita las cuestiones más complejas. Su vocación docente imperaba sobre cualquier otra faceta. Aquellas tertulias fueron mi primera ventana al apasionante mundo del conocimiento.
Jairo Charris nació en Ciénaga en 1939, en una familia mayormente dedicada a las labores de la ciencia y el conocimiento. Desde pequeño destacó por su extraordinaria inteligencia y curiosidad. Tras graduarse como bachiller con honores en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del
Rosario en Bogotá en 1957, emprendió la carrera de Ingeniería Química en la Universidad Nacional de Colombia.
Sin embargo, su auténtica pasión eran las matemáticas y la física. Poco a poco fue involucrándose en cursos y seminarios de la naciente carrera de Matemáticas, a la que finalmente se incorporó en 1962. Su tesis «Sobre el completado de un espacio uniforme y el compactado de Stone-Cech» sentó las bases de una prominente carrera investigadora.
Tras doctorarse en la Universidad de Chicago con una tesis sobre topología algebraica, Jairo regresó a Colombia en 1971, incorporándose como docente al Departamento de Matemáticas de la Universidad Nacional. Allí desarrolló una fructífera labor investigadora durante más de tres décadas, hasta su jubilación en 1998.
Sus principales líneas de trabajo fueron el Análisis Complejo, la Topología General y las Funciones Especiales y Polinomios Ortogonales. Llegó a dirigir seis tesis de maestría sobre Análisis Complejo y obtener reconocimiento internacional en este campo. Asimismo, sentó escuela en la Universidad Nacional, donde creó toda una corriente de seria y prolífica investigación matemática.
Pero si en algo destacaba Jairo era en sus dotes para la enseñanza. Sus clases eran verdaderos ejemplos de rigor, claridad y entrega. Dirigió decenas de tesis doctorales, de maestría y de pregrado, convirtiéndose en formador de generaciones enteras de matemáticos colombianos.
Sus cursos abarcaron casi todas las ramas de las matemáticas y eran reconocidos por su altísimo nivel. Pero al mismo tiempo, siempre mantuvo su innata vocación pedagógica, explicando con los conceptos más enrevesados. Como en aquellas tertulias de mi infancia, nunca dejó a nadie atrás.
Ese espíritu generoso también se tradujo en su labor como editor científico. Fue miembro fundador del Comité Editorial de la prestigiosa Revista Colombiana de Matemáticas, para la cual realizó una contribución invaluable. Su trabajo callado pero imprescindible permitió difundir muchísimos desarrollos matemáticos de autores colombianos.
Jairo Charris no solo destacó por su labor docente e investigadora en Colombia. También tenía una visión muy definida de cómo debía progresar la ciencia matemática en nuestro país, visión que defendía con tesón y rectitud.
Asimismo, su reputación trascendió ampliamente nuestras fronteras. Publicó más de 30 trabajos, gran parte en reconocidas revistas internacionales. Fue profesor visitante en universidades estadounidenses como Arizona y Florida, además de conferencista invitado en innumerables congresos y reuniones académicas. Su solvencia como expositor le granjeó múltiples invitaciones para dar seminarios y cursos en Colombia y el exterior. Activo participante de la vida académica nacional intervino en ocho congresos y doce coloquios locales, amén de cinco jornadas de matemáticas. Pocos matemáticos colombianos pueden exhibir un currículum internacional de tal envergadura.
La suya fue una vida entregada por completo a la docencia, convencido como estaba de la necesidad de cultivar mentes brillantes en nuestro país. Colombia perdió a uno de sus más preclaros hijos cuando Jairo nos dejó en 2003, pero su legado permanece intacto en generaciones de estudiantes a los que abrió de par en par las puertas de la curiosidad intelectual.
Más allá de sus logros estrictamente profesionales, quienes tuvimos la fortuna de tratarlo guardamos en la memoria la imagen de un hombre culto, vital y apasionado. En nuestras bohemias sobremesas no solo brillaba explicando las tendencias de la matemática moderna, sino abordando temas de cultura general, en los cuales iba a la par con mi papá lo cual se convertía en una delicia para mí, escucharlos hablar a ambos.
Del matemático sobresaliente ya se ha hablado mucho, y sus numerosos galardones dan buena cuenta de ello. Pero yo quiero recordar hoy al maestro generoso, al ameno conversador, al hombre íntegro y compasivo que tanto me marcó siendo casi un niño. Gracias, padrino, allá donde estés ahora a resolver ecuaciones diferenciales celestiales. Te llevo siempre en el corazón.