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Columnistas

Los cerebros humanos, futuras piezas de los museos

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Por Rito Pineda Bonett

Tal vez la principal característica del ser humano, que ha permitido el desarrollo social, económico, político etc, ha sido la intrínseca capacidad de pensar. Esta capacidad innata, detenta mayor importancia cuando produce pensamiento.

El pensamiento como resultado del proceso o ejercicio del pensar, en la que de forma directa e indirecta nos permite apropiamos de la realidad y de los fenómenos, recrea y reproduce nuevas realidades, en ello consiste en alguna manera, el conocimiento humano.

No obstante, interpelar la realidad para producir conocimiento exige en sentido irrestricto, el uso permanente de la facultad de pensar. Una de las cosas que nos diferencia del mundo vivo de la naturaleza, es la posibilidad de pensar y, mediante el lenguaje como facultad humana, producir, deconstruir y construir la realidad.

Por otra parte, la necesidad, como fenómeno externo de la conciencia, del pensamiento y la razón humana, es y será el motor de impulso, el interruptor para activar el pensamiento y producir soluciones (nuevas realidades), de allí que, la necesidad se ha convertido en una aliada del conocimiento, pero también del desarrollo de la humanidad.

Nuestra sociedad actual, ha gritado a grandes voces en todos sus escenarios, la gran importancia de la tecnología como nueva forma de desarrollo en la humanidad. La tecnología se ha convertido, para quedarse, en la principal herramienta de apalancamiento de la sociedad, acelerando los procesos en todos los escenarios del ser humano. Resultado de ello, y de forma habitual, hemos ido cambiando los medios (tecnología) y los convertimos en fines, se tergiversa la intención natural de las cosas, la variación de las dinámicas sociales (caso de la tecnología), se ha convertido en un estado de necesidad, necesario y esencial para dar respuesta a las nuevas necesidades, retos y problemas en todos los posibles escenarios.

Valga aclarar, cuán importante es la tecnología. Pero la manera como se prospecta el uso de esta en el desarrollo del pensamiento y en la producción del conocimiento, transmutará al ser humano en un segundo plano. Los antivalores del facilismo, el menor esfuerzo, lo pragmatismo y la rapidez (ya vivientes también en el escenario académico), con la que queremos las cosas, nos llevará a relegar aquello esencial a nuestra naturaleza humana: el pensar, el producir conocimiento.

Con el desarrollo tecnológico, la capacidad de pensar esta entrando en un estado de stop, de suspensión, casi de anulación. Se intenta dar respuesta a los problemas, solucionar las necesidades, crear nuevas realidades de forma intransigente a través de la tecnología, arguyendo su inmediatez.

¡¡¡Y nuestro cerebro qué!!! ¡¡¡Nuestra capacidad de pensar!!! Relegada al tiempo, a la espera y al obsoletísimo, pues es más fácil y rápido, dar un Clic y solucionado el tema que, ejercitar nuestro cerebro. El nivel de acción de nuestro cerebro, la capacidad de pensar y la producción del pensamiento, poco a poco, ira encontrando el reemplazo. Esa sensación de interactuar con los libros, de quedarnos por un segundo latentes mirando el espectro imaginario de una posible solución, la tensión del riesgo en nuestra humana libertad de elegir, son experiencias que ya muchos hoy no viven, cosa elemental del ser y la esencia del ser.

El conocimiento se construye, no se modula, no se finge, no es resultado de una simple operación binaria o matematizada, pues implica en alguna medida un grado de juicio, de análisis, de interpretación y de interrelación entre los supuestos, el fenómeno y la realidad misma. De no ser así, sencillamente programaremos tecnológicamente las cosas y clic.

¿Cómo se soluciona el problema X? Clic ¿Necesito saber sobre Y? Clic. Eres importante para mí, clic, clic, clik…

Cambiemos celulares por libros, emoticones por abrazos y palabras, la tecno dependencia por la interacción social, volvamos a jugar, a ser seres humanos libres, autónomos, pensantes.

Hay una frase popular que dice: pensemos menos y hagamos más. Claro que sí, importante los resultados, pero un resultado sin juicio sensato acorde a la realidad, a la verdad, a la certeza, es como soltar la rienda del caballo y sencillamente dejarlo correr a toda prisa: caos, incertidumbre y error, probables resultados.

Si la generación actual conoce los dinosaurios que alguna vez existieron; si conocen la obra de arte del medioevo; y así muchas cosas más, es gracias a los museos. La próxima generación, irán a los museos no a conocer dinosaurios y/o obras de artes. Irán a conocer la descripción de los cerebros humanos, en el que podrán leer, ojalá por sí mismos, que:

El cerebro humano: dícese que fueron en una época de la historia de la humanidad, usados por los seres humanos para producir conocimiento.