Columnistas
La biodiversidad, nuestra póliza de seguro frente al agua
Por: Luis Miguel Moisés
Es evidente que en Santa Marta existe una problemática en cuanto a la obtención del agua, tanto potable, residual y pluvial. Este líquido vital para la comunidad se ha convertido en un tema de controversia y preocupación, a pesar de que está presente en nuestro entorno, su acceso y calidad se han vuelto un verdadero desafío, especialmente para los más vulnerables.
Aproximadamente el 30% de la población samaria carece de acceso a agua potable y dependen de métodos precarios como la distribución en cántaros o conexiones ilegales a pozos no tratados para obtenerla. Por otra parte, el 70% restante se abastece a través de la ESSMAR, una empresa que enfrenta serios problemas de obsolescencia en su red de distribución, con un índice de horas de servicio que apenas alcanza las 14 horas diarias.
La situación es alarmante, el Índice de Riesgo de Calidad de Agua (IRCA) revela que, la calidad del agua es, en muchos casos, inviable. Las plantas de tratamiento, como Mamatoco y El Roble, están obsoletas y necesitan urgentemente una actualización. Además, la captación de agua cruda de ríos y pozos, tanto legales como ilegales, plantea un riesgo significativo para la salud pública.
Las aguas residuales no son menos preocupantes. La red de alcantarillado está en condiciones críticas y las aguas pluviales se mezclan con las aguas residuales debido a filtraciones y conexiones ilegales. Esto no solo afecta la calidad del agua que llega a nuestras costas, sino que también impacta negativamente en los ecosistemas marinos.
Es aquí donde se presenta el gran dilema: se nos dice que no hay agua, pero la realidad es más compleja. Santa Marta cuenta con un ciclo hidrológico formidable gracias a su ubicación geográfica y a la Sierra Nevada. Sin embargo, nuestros líderes políticos han ignorado esta riqueza natural, tratando a la naturaleza como un enemigo en lugar de un aliado. La destrucción de ecosistemas, la impermeabilización del suelo y el desarrollo urbano desmedido han llevado a una crisis que no podemos seguir ignorando.
La falta de un plan maestro que regule el uso del agua y la gestión del territorio es evidente, necesitamos una articulación efectiva entre el acueducto, el alcantarillado y el sistema pluvial. Es urgente que se implementen soluciones basadas en la naturaleza.