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Columnistas

Integridad sin corrupción

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Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza

Nos dice integridad, la capacidad que tienen las personas de comportarse siguiendo sus principios y sus valores y de la forma más correcta posible en distintas situaciones, siendo sinónimo de “completo” o “entero”, puesto que no le falta ninguna parte o cualidad; de ahí que podamos decir que una persona tiene integridad cuando lo que piensa, dice y tienen un mismo sentido y son coherentes entre sí; por lo tanto se es íntegro cuando se es honesto, se tiene firmeza en las acciones y se actúa de manera acertada y justa. Es un derecho básico, ya que implica que no se vulnere ningún aspecto de la vida. Es valor, cualidad que tienen las personas que hacen lo correcto en las diversas situaciones que se presentan durante la vida. Actuar con integridad se manifiesta en actitudes tales como en su relación con otros valores, porque también consiste en comportarse según los principios que una persona considera más importantes, como es el respeto, la honestidad, la lealtad y la responsabilidad.

La anticorrupción en tanto, se refiere al combate a la corrupción por todos los medios legítimos; vale decir todo aquello que permite prevenir, detectar, investigar y corregir ese abuso y sus consecuencias, siendo también la lucha contra la corrupción económica, política, administrativa y demás otras, el objetivo de la anticorrupción, cuyo combate debe enfocarse en identificar las condiciones que posibilitan y causan la corrupción; diseñar instrumentos que orienten a los servidores públicos, particulares que se vinculan con el Estado y a aquellos que se encargan de vigilar, además de evaluar las operaciones que requieren de un sistema justo y transparente en materia de la prevención, combate y persecución de la corrupción en todos sus niveles, en todos sus alcances; intervenir y combatir las causas e incentivos que inducen a comportamientos corruptos y los efectos que producen sobre los equilibrios sociales y económicos; plantear soluciones posibles desde las diversas disciplinas del conocimiento jurídico, político o económico, siempre con una valoración crítica de los resultados obtenidos en la lucha contra la corrupción; y, entender de manera profunda el fenómeno de la corrupción, así como los distintos modelos y respuestas con las que el mundo ha abordado dicho fenómeno.

Tenemos en consecuencia e itinerario a seguir, hacer conciencia más temprano que tarde y más pronto que después, que un país más íntegro y un Estado con capacidades reales y suficientes para prevenir la corrupción es posible, además de determinante para guiar de la mejor forma y manera los destinos patrios, así tenga que acudirse a reformas orientadas a reformular la estructura del Estado en lo que menester sea en esa dirección, aunado lo cual a otras agendas prioritarias que ayuden en tan importante como fundamental propósito, lo que debe ser aspecto principal de gobierno, que deberá tener por objetivo consolidar mecanismos de coordinación en tal sentido y en vía a fortalecer los sistemas anticorrupción.

Necesitamos como país compromisos reales en relación con planes anticorrupción efectivos diseñados o rediseñados con ejes puntuales, con modelos de investigación de delitos de corrupción, perfilados con sólidas ideas, dejando en claro su coexistencia con el espectro constitucional vigente. Compromisos que permitan confiar y creer la posibilidad y probabilidad de cambios de rumbo a este tenor y un replanteamiento de los sistemas de transparencia, anticorrupción y fiscalización, resultado de amplias consultas, diálogos con diversidad de interlocutores de la sociedad especializados en estas temáticas, desde la sociedad civil y la academia, a efecto que dicha reformulación e implementación se mantenga de manera constructiva y en contexto de mejoramiento permanente y continuo en la búsqueda y procura de resultados medibles y verificables, para dar así respuesta a una de las principales y más sentidas demandas de la mayor parte de nuestra sociedad colombiana.