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Columnistas

Malos y peores modos

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Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza

Preocupa sobremanera la violencia, vulgaridad y estridencia superlativa del lenguaje público que distingue el hoy y desde hace tiempo a nuestros dirigentes, siendo esta época que nos acerca a reflexiones particularmente buena para escribir una columna de esta naturaleza, toda vez que nadamos entre procacidades, analogías históricas de mal gusto sobre pronunciamientos de singular bajeza, todas que por los términos usados rebasan cualquier límite que debería ponernos a todos a meditar respecto que es ello parte de la causa de que así como se expresan, la consecuencia lógica es que mal dirigen y peor gobiernen.

Igual tenemos a muchos de ellos tomando como ejemplo y haciendo referencia de figuras detestables para referirse a los mismos en términos elogiosos, como garantes de importancia, cuando lo cual es patético sinónimo de insultar a adversarios y gente de bien desde sus inmerecidas curules y tribunas. Hace parte todo esto de un extenso catálogo que no vale la pena referenciar y menos repetirlo, pues que sus “lecciones” definitivamente no son para nada provechosas, más su reprobables.

Es lenguaje que descubrimos día con día en escenarios que se suponen sagrados, pero que en contrario sentido no son cosa distinta que caricaturas de “personajes” que capaces son de dibujar con una calidad definitiva y llamativamente baja, a quienes no se sujetan, suman ni articulan a sus quereres, lo que es algo y todo de lo que no debe ser ni darse en las democracias.

Pareciera que hubiese sido patentado el mal gusto y el peor decir desde los podios, cual si ello fuera una manera de hacerse notar en positivo y no darse cuenta qué es ello degradarse y degradar el servicio público, así como las actividades gubernamental y política, en contexto de toda una serie y compendio de descalificaciones de todo tipo, lo que determinan que no se está ni nunca se estará de esta manera del lado correcto del lenguaje, cuya importancia es innegable por ser la base de la comunicación del ser humano, al permitirnos expresarnos y comprender a los demás; y, dependiendo de cómo lo utilicemos, construir e interpretar el mundo de manera diferente, ya que desde la interacción social se adquiere el conocimiento y eso nos permite pensar en formas cada vez más complejas.