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Columnistas

Que se oigan válidas voces

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Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza

Desde hace ya bastante tiempo se encuentra desaparecido entre nosotros el valor civil y el sentido de pertenencia, entre otras de las muchas maneras que funcionarían respecto de hacernos sentir. No se asume tampoco el reto de decir las verdades, en relación a lo que acontece en la esfera pública. Apenas tímidos rumores en esquinas, plazas, parques, cafés, y apenas unos pocos que se difunden por canales válidos. No es que sea lo cual solo un recurso para dejar en manos de la oposición, para que malamente lo asuman como suele suceder, sino un deber ciudadano, toda vez que como tales nos compete ejercer, si en verdad queremos ser responsables y estar comprometidos con el territorio donde vivimos; y conste que no se trata de perorar porque sí, sino de argumentar, en la realidad de querer para todos unos municipios y un departamento a la vanguardia de integrales avances y general progreso.

Asumamos el reto como ciudadanos, no seamos indiferentes ante la necesidad de la gente, aunemos respecto que tengamos desarrollo, crecimiento, productividad, competitividad, que caminen en positivos cambios y transformaciones, se reflejan datos importantes. No más perversas e irracionales manipulaciones de los recursos en las diferentes áreas de la administración pública, cuyo propósito es mantener a la población esperanzada en logros que no van a llegar. Cada vez se conocen más datos y estadísticas que confirman la forma en que fallan las políticas públicas, incluso retrocesos en temas como la salud, la seguridad pública, bienes y servicios para todos, democracia, legalidad y Estado de Derecho.

No se ha entendido que debe gobernarse bien y mejor para todos. Que debe evaluarse de forma objetiva, transparente y con rigor técnico, las políticas públicas y los programas sociales, todo lo cual con mínimos criterios que sirvan para avalar indicadores con el acompañamiento de rigor técnico y metodológico que harían posible una evaluación adecuada y veraz de metas y objetivos alcanzados. Pero no, se impone la total opacidad en el manejo de los sagrados recursos públicos. Horror de Horrores.

Como ciudadanos nos compete la importante tarea ayudar a cuidar y proteger todo cuanto tenga que ver con lo público, en la seguridad, no tengo duda que, con este tipo de cuidados y valoraciones, en breve nuestro destino serpa otro, para así no seguir en ninguna área de la administración sometidos nuestros recursos a ser manejados con dispendio y en autoritario control de la información, que dicho sea de paso, debe ser expuestas con plena transparencia.

Ejerzamos control social, una de las mejores formas para no seguir llamándonos a desagradables sorpresas en ninguna de las áreas de la administración pública. Forzar a que seamos atendidos todos igual y universalmente. Que nos expliquen el estado actual, avances, fracasos o retrocesos en cuanto a los recursos técnicos, humanos y económicos, toda vez que necesitamos conocer de los verdaderos intereses de nuestras administraciones.

No más silencios y menos ante estos hechos lamentables. No podemos atenernos más a simples expectativas cuando lo requerido es acción, avance, crecimiento, progreso, desarrollo, prosperidad, bienestar. Es común  y generalizado oír por doquier que la gente espera mucho de sus gobernantes, pero que con el correr de los días, comprueban no estar ellos a la altura de las circunstancias. Se enconchan en sus egos y descaradamente salen ufanos a proclamarse transformadores, a sabiendas íntimamente que no atienden reclamos y desprecian las demandas y luchas que adelanta la gente en la búsqueda y procura de la satisfacción de sus más importantes, elementales y prioritarias necesidades.

El llamado es a asumir como ciudadanos el reto de velar por la buena marcha administrativa pública de manera responsable, democrática y con compromiso colectivo, en la afirmación que estamos obligados a hacer un cambio radical y auditar, verificar, controlar, revisar que se recompongan los caminos que nos llevan con acciones ciertas a reconstruirnos y seguir construyendo sobre lo construido. No más sumisión ni omisión. Seamos los veedores que nuestra gente merece. Juntos hagamos esto realidad.