Columnistas
Rescatar los juegos tradicionales

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza
Olvidamos de plano, lo que es imperdonable además de injustificable, el significado de los juegos tradicionales, máxime cuando demostrado está que en todos los espacios y latitudes ayudan a generar fuertes lazos de amistad, cohesiones e integraciones superiores y hermanamientos duraderos, por su importancia al contribuir desde la niñez al desarrollo en lo físico (permiten ejercitar, lo que mejora su coordinación psicomotriz y puede ayudar a disminuir el riesgo de obesidad), mental (permiten a aprender a discriminar formas, tamaños, colores, olores y texturas), social y emocional (ayudan a aprender, a compartir, negociar, resolver conflictos, y a forjar vínculos con los demás), identidad cultural (son un elemento de la cultura popular que refleja las costumbres y vivencias de generaciones pasadas); y, valores sociales (permiten aprendizajes como compañerismo, disciplina, cooperación, solidaridad, liderazgo y comunicación); favoreciendo todo lo cual a mejorar coordinación, equilibrio, fomentar el trabajo en equipo, colaboración, cooperación y solidaridad.
Los juegos tradicionales forman parte del imaginario infantil de nuestra sociedad, son juegos simples, de materiales naturales, que requieren apenas de un buen grupo de niños y unas normas que pasan de boca a oreja, sin una hoja de instrucciones, que albergan una gran dimensión e implican socialización, autonomía, independencia y, sobre todo, movimiento, que junto con la ejecución de habilidades motrices proporciona placer, sirve para expresar emociones, aumenta la autoestima y proporciona seguridad
Interesaría en este rescate, necesario, como definitivo y valioso por demás, una cruzada pedagógica de gran dimensión y envergadura, potente, en la búsqueda y procura de aportes contundentes al desarrollo sociocultural, en lo que han contribuido desde hace ya bastante tiempo y en inmensa medida como son: rayuela o golosa, chequita, cuclí, escondite, la lleva, yuca asá, golosa, coca, trompo, yoyo, yermis, boliches o canicas, turra o pirinola, lazo, aro, encostalados. pilindrina, cuarta, peonza, lazo o saltar la cuerda, volar o echar cometa; juegos todos que constituyen una forma sana de diversión y entretenimiento, y ayudan en el fortalecimiento de la condición física y mental de los jóvenes y niños.
Los juegos tradicionales infantiles son expresiones lúdicas que hacen parte del acervo cultural de las regiones y permiten identificar costumbres y usanzas. Estas prácticas recreativas, además de fortalecer la identidad cultural, favorecen habilidades sociales y dinamizan los procesos de aprendizaje en contextos educativos, gracias a su valor pedagógico, siendo su objetivo establecer el aporte de los juegos tradicionales del entorno local al desarrollo sociocultural.
Deben enmarcarse en vía de superiores aprovechamientos, a enfoques cualitativos que permitan la construcción social del conocimiento, favoreciendo el intercambio y la transferencia de saberes en torno a ellos, cuyo intercambio de saberes, producto de la interacción social, permite ampliar el conocimiento y las percepciones de los estudiantes hacia dichos juegos tradicionales, convirtiéndolos en un recurso que dinamiza el desarrollo sociocultural de la población infantil, lo que facilita concluir que la interacción social representa un factor fundamental, no solo para la construcción del conocimiento de los juegos tradicionales, sino, también, para garantizar la pervivencia de estas prácticas, que se constituyen como un elemento de la herencia cultural y el patrimonio lúdico regional; más cuando es sabido, a partir de las experiencias que de ellos se derivan, como sostiene con acierto y fundamentados en estudios reales investigadores, académicos y estudiosos del comportamiento social, que la interacción social es a todas luces fundamental para alcanzar desarrollos integrales en la personalidad de los infantes, ya que amplían para sí conocimientos y percepciones, lo mismo que transforman el imaginario respecto a las posibilidades recreativas que estas prácticas brindan.
No debe olvidarse que está la responsabilidad y debe ser compromiso transmitir y preservar el juego tradicional, como elemento de la cultura, que recaer fundamentalmente debe en las autoridades de educación, en la escuela, en virtud que en ella confluyen conocimientos y saberes de los diferentes actores de la comunidad, en torno a estas prácticas y, a la vez, se constituye como un puente entre la cultura y la educación.
No debe dejarse tampoco de lado que los juegos tradicionales representan un gran aporte al desarrollo sociocultural, ya que a través de ellos se enriquece la cultura lúdica y se desarrollan valores sociales, lo que demuestra que se puede construir identidad cultural desde la academia, involucrando a los diferentes actores de la comunidad, de manera dinámica, en procesos de reconocimiento y de recuperación de tradiciones.
Son ellos en esencia, los juegos tradicionales, elementos de la cultura popular que reflejan las vivencias y las costumbres de generaciones pasadas, se constituyen como un recurso metodológico en sí mismo, invitan a la interacción y al intercambio de saberes, permitiendo la construcción del conocimiento y la apropiación social del mismo, de una manera espontánea, al tiempo que favorece el desarrollo sociocultural en manera importante, lo que los hace necesario.
