Columnistas
Identidad urbana

Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza
La identidad urbana nos lleva a reconocer la ciudad como una construcción en tiempo y espacio, clave lo cual para una lectura territorial integral, que al combinar diferentes factores, desde la dimensión natural, social e histórico-urbana, permite identificar las condiciones existentes en el territorio, que marcan el punto de partida para sus oportunidades futuras. La lectura territorial a la luz de la identidad urbana, se propone a partir de un marco de criterios de análisis por medio de los cuales, se reconocen las particularidades que identifican a cada asentamiento, configurando sus atributos urbanos identitarios configurados como un sistema fijo aplicable en diferentes escalas y contextos.
Es la identidad urbana, sostienen expertos, un concepto ampliamente abordado desde diferentes disciplinas, pero desde el punto de vista del urbanismo requiere una construcción a partir de múltiples visiones, que posibilitará una integralidad para su comprensión, teniendo en cuenta que los componentes de la ciudad son múltiples, que sus actores son sociales y que su contenedor es un espacio físico.
Si revisamos la identidad urbana de la ciudad, al menos en parte de su contexto, vemos que se han cometido atropellos de magnitud increíble en su nomenclatura, cuando la verdad es que nomenclatura e identidad urbana deberían ser asuntos de seriedad; no de oportunidad y menos de oportunismo, como por ejemplo bautizar o usar los nombres de las calles como ruin propaganda en favor de una extraña manera de cultivar la personalidad de alguien que no lo amerita, merecería al menos una condena contra quien abarata y denigra el contenido de un programa político, aunque este sea algo parecido a un recetario, muy lejos de una ideología.
Muchas de nuestras calles han sido arbitrariamente nombradas o renombradas con zarandajas, con minucias de ínfima dimensión, cuando lo indicado es que lleven nombres que den superiores respuestas y honren real y verdaderamente a quienes méritos hicieron para asignarles su impronta. Poner nombres que recuperen nuestra memoria histórica sin atropellar al decoro político ni a la inteligencia misma y en ello no debe ni puede operarse ni actuarse con la inteligencia de un vegetal; más como bien se sostiene, que la integridad de los monumentos históricos o artísticos, además de estar defendida jurídicamente por leyes severas, los nombres de verdadera raigambre no deban colocarse o modificarse por el capricho de unos pocos, sin una autoridad superior para siquiera opinar.
Es por lo cual, entre otras consideraciones, que debe considerarse como una oportunidad dentro de los procesos de lectura territorial previo a los hechos de proyección urbana, tener en cuenta que los atributos identitarios componen puntos clave de las relaciones sociales y humanas con el territorio y por tanto, representan las mayores oportunidades para su transformación, en la medida en que a partir de los atributos identitarios es posible identificar los diferentes factores contextuales que respaldan los fenómenos urbanos actuales que se encuentran en los asentamientos consolidados. Se trata en todo caso de representar un instrumento replicable de lectura territorial, que posibilite la consideración de diferentes variables, incluyendo la histórica, para determinar las características particulares de un asentamiento, plantear criterios de intervención en función de mejorar y/o potencializar sus principales valores urbanos y principalmente, para el reconocimiento de las diferentes oportunidades con las que cuenta un territorio en función de maximizar su importancia territorial a partir de sus valores locales.
