Columnistas
Caminar la Esperanza

Por: Ricardo Villa Sánchez
Este es el año de la reconciliación. De caminar la esperanza. Como lo expresó el prelado Henao: la esperanza no es una ilusión, es una certeza. No nos van a arrebatar la esperanza de paz, ni pidiendo pronunciamientos y acciones duras de solución final, ni rompiendo escenarios de acercamientos, de diálogo social, de encuentro. Nuestra respuesta es la vida, como lo afirmó Gabriel García Márquez en la entrega del Premio Nóbel de literatura.
Es cierto, no se puede tapar el sol con un dedo, ni mirar para otro lado. En la aldea de la información global, y hasta en la glocalidad, sigue un continuum de violencias: físicas, simbólicas, estructurales, del lenguaje. En esta semana de reflexión, es muy importante hacer un llamado a desarmar la palabra, a las acciones, al miedo. Entre todos podemos construir un nuevo relato de nación caribe que nos una, así nos duela.
Al no someternos a la violencia, no nos constituye en seres inferiorizados. Transformar el territorio, es el rostro de la Paz, pero para que esto ocurre, es necesario liberarlo de presiones armadas, de economías ilícitas, de gobernanzas criminales, de la inequidad y la exclusión. El Estado debe hacer presencia, para que se garanticen derechos, haya instituciones incluyentes, bienestar social y ambiental y seguridad humana. Como diría Žižek: a veces no hacer nada es lo más violento que puede hacerse.
Cuando se gobierna por medio de la violencia, es cuando se está perdiendo el poder, diría Hannah Arendt. Por esto, en esta coyuntura de potenciar la vida, el anhelo de paz es un fin en sí mismo, es un absoluto. La voluntad de paz, parte de resolver los conflictos en sana convivencia, sin violencia, pero también, debe demostrarse con hechos concretos, verificables que posibiliten hacer realidad este derecho-deber, que lo reconoce nuestra Constitución Política Nacional.
La violencia es una amenaza continua que perturba el ordenamiento jurídico. Es un medio y no un fin, como lo expresa Walter Benjamín, en Crítica de la Violencia. En cualquier caso, así la consideren legítima, justa o acertada en los territorios en conflicto, tarde que temprano, las deudas con la sociedad y con la justicia, serán sancionada o acarrearán consecuencias negativas o desfavorables, a quien comete acciones violentas. Por tanto, caminar hacia la reconciliación, requiere de verdad, justicia, reparación y no repetición.
Es la fuerza pública en un Estado la encargada de mantener el ejercicio legítimo de la fuerza, del principio de autoridad, el mandato constitucional de proteger a las instituciones, al territorio, a la población, Sin embargo, en la historia reciente de nuestro país ha habido posibilidades de resolver los conflictos más cruentos, sin violencia y por la vía del dialogo, de la concertación, del raciocinio.
La paz implica establecer límites, garantías, en la que no se busca destruir al enemigo, sino llegar acuerdos de tránsito a la vida civil con el contradictor. No obstante, el sentipensante Orlando Fals Borda, en sus estudios sobre la violencia, dijo que el problema social se agudiza a medida que el conflicto estimula la anomia o desemboca en el empleo extremo e incontrolado de medios violentos. En ese sentido el arraigo en un territorio no parte de decir esta es nuestra tierra, nosotros brindamos la seguridad y la tranquilidad, si no quieres las cosas así, vete, eres un enemigo de la paz y hay que estigmatizarte. Es necesario repensar el territorio alrededor de la Paz y la reconciliación. Llegar a acuerdos de buena fe en su cumplimiento. Pero para esto hay que fortalecer la institucionalidad y gobernabilidad democrática. Luchar contra la pobreza, con inversiones estructurales, transparentes, que cambien vidas, y conlleven a avanzar en la justicia social y ambiental, a que se consolide el Estado social de Derecho y se active unas nuevas ciudadanías libres, conscientes, participativas, incidentes y decisorias que, como potencia de paz, defiendan a la democracia.
