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Columnistas

El Papa que vivirá por siempre

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Por: Iván David Correa

Hoy con la noticia de la muerte del papa Francisco, el mundo saltó de las camas. Fue una noticia matutina dura de escuchar, y a la vez descorcentante e inquietante, un evento que no sucedía hacía 20 años atrás, curiosamente el 2 de abril del 2005 había sido el último día en donde el Vaticano se había vestido de luto con la muerte del ahora santo Juan Pablo II, el llamado papa viajero. Sin duda la partida de Francisco deja un sinsabor enorme entre los creyentes, incluso en los no creyentes, dado que era un hombre que revolucionó la Iglesia, convirtiéndola en una mucho más cercana, lejos de la pompa y la arrogancia de años anteriores.

Jorge Mario Bergoglio, o Francisco I, era un hombre que cambió para siempre el paradigma de una Iglesia alejada de la gente y centrada en la arrogancia de una religión católica que cada vez perdía fieles sin parar, en parte por una Iglesia anquilosada en el tiempo y que parecía de tiempos medievales con Benedicto XVI. La Iglesia dio un cambio de timón profundo con Francisco I, un cambio semejante al Concilio Vaticano II de Juan XXIII, debido a que a través de la transparencia, de la cercanía, de la humildad y del espíritu de Francisco, contagiaba a todos, y la Iglesia desde Colombia hasta Argentina, desde los rincones de Africa y Asia hasta Italia comenzó a captar fieles sin parar con la voz cantante de un papa genuino, de un hombre que emulaba los ideales humanistas de San Francisco de Asís, el santo por el que adoptó su nombre papal y también su pensar llevado hasta los altares de la Basílica de San Pedro. Muchos como yo, vimos ilusionados ese 13 de marzo del 2013, como se alzaba a través de ese celebre Habemus Papam al primer papa latinoamericano y que con su atuendo blanco y su cruz blanca, lejos de la estola rimbombante y la cruz de oro que siempre usaban los papas al ser investidos, se veía el talante del papado que iba a ser. Y… no decepcionó, acercó la Iglesia Católica a las minorías, a los divorciados, se alejó de las horrorosas prácticas de la pederastia que tanto asoló la Iglesia en el último siglo, tomo partido en favor de la lucha contra el cambio climático, ahondando en lo más profundo de las raíces de la crisis climática en su ya famosa enciclica Laudato Si del año 2015.

Un hombre que ha marcado una era, un hombre que ha hecho historia al romper paradigmas, techos que muchos creíamos nunca iban a ser rotos, un hombre con un genuino amor de los demás, un hombre que siempre pregonó por escuchar, por discutir, por creer en la humanidad, hoy nos deja pero no sus ideas. La idea de acerca la Iglesia de Cristo al pueblo fue el mensaje que Pedro pregonó en su papado primigenio, de llevar el mensaje de Cristo por los confines del planeta, a los más necesitados, a los enfermos, a los presos, es una huella indeleble, una huella que cualquier papa que llegue no podrá borrar. Es por ello que la vara nunca ha podido estar más alta con un Francisco I que siempre vivirá eternamente en la historia y en nosotros como ciudadanos del mundo que hemos visto al verdadero mensajero de Dios en la Tierra.