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¿Estoy preparado para un apagón? Meditaciones de un hombre caribe

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Por: Gerardo Angulo Cuentas

Los recientes apagones en Europa —que dejaron a millones de personas sin energía durante horas— no son hechos aislados ni distantes. Más allá de sus causas técnicas, nos recuerdan una verdad incómoda: nuestras sociedades dependen profundamente de la electricidad, y, sin embargo, el suministro eléctrico no es infalible. Si falló en países con alta tecnología y fuerte institucionalidad, ¿qué puede esperar la Región Caribe colombiana, con redes vulnerables, clima extremo y cobertura desigual?

No se busca señalar culpables ni reclamar soluciones al Estado —aunque hay mucho por mejorar desde lo público—. Lo que aquí se plantea es una invitación directa al ciudadano del común: ¿qué puedes hacer tú si el apagón llega mañana y no hay una respuesta rápida del gobierno?

La primera recomendación es sencilla pero esencial: prepararse en casa con lo básico. Una linterna cargada, un radio portátil, velas, fósforos, una reserva de agua potable y algunos alimentos no perecederos deben formar parte del día a día, no solo de una emergencia. Esperar que estas cosas se consigan en medio del caos es un riesgo que se puede evitar con planificación sencilla.

Segundo: si vives en el Caribe colombiano, estás en una de las regiones con mayor radiación solar del mundo. No tener al menos un sistema básico de energía solar es desperdiciar una ventaja natural. Un pequeño panel con batería puede ser suficiente para mantener encendida una lámpara, cargar un celular o alimentar una radio. No se requiere gran inversión: se requiere visión y voluntad.

Tercero: reconstruir el tejido comunitario. En momentos de crisis, los lazos entre vecinos son tan valiosos como cualquier tecnología. Saber quién tiene un generador, quién puede ayudar a guardar medicamentos, quién tiene formación en primeros auxilios, puede marcar la diferencia. La organización barrial, la comunicación entre familias y la colaboración solidaria son la mejor red de respaldo cuando la institucionalidad tarda en llegar.

Cuarto: actuar con criterio y calma informada. En todos los apagones recientes —desde Europa hasta Venezuela— el miedo y la desinformación causaron más daño que la oscuridad misma. Es vital saber identificar fuentes confiables, evitar la difusión de rumores y no caer en el pánico colectivo. Estar bien informado y mantener la serenidad es parte de la preparación.

Por último, una reflexión más profunda: no podemos desentendernos de las decisiones que afectan el sistema energético. Votar con conciencia, exigir transparencia a las empresas prestadoras, participar en espacios de planeación comunitaria o veeduría ciudadana, también es parte de nuestra responsabilidad. Si queremos energía digna, segura y continua, debemos involucrarnos activamente, no solo cuando falla el servicio.

En síntesis, aunque no todo dependa de nosotros, mucho sí está en nuestras manos. Cada linterna encendida, cada vecino preparado, cada panel solar instalado, cada barrio que se organiza, es una chispa de soberanía frente a la incertidumbre. No se trata solo de resistir la oscuridad, sino de demostrar que incluso en tiempos difíciles, sabemos cuidarnos, pensar con claridad y actuar con dignidad.

Porque el apagón puede llegar sin aviso… pero que no nos encuentre a oscuras por dentro, ni dormidos por fuera.