Columnistas
En consideración a necesidades mutuas, por: Carlos M. Polo Jiménez
La zona colindante cercana a Cúcuta, por los vaivenes de la economía de frontera, ha sido un estadio de eventos internacionales que registra diferendos a través de los años, especialmente en el negocio de la gasolina que efectivamente entra en mayor volumen a nuestro territorio de contrabando. Elementos de la canasta familiar igualmente, de los que se abastecen los graneros, tiendas de barrio y supermercados de nuestras ciudades fronterizas en Norte y Sur de Santander, en mayor escala y en todas las ciudades de la Costa Atlántica, los cuales por diversos sistemas de comercialización ingresan de contrabando a nuestro comercio. En algunos casos son elementos de origen Colombiano que al ingresar a Venezuela son rotulados con marcas comerciales de allá y retornan al país de contrabando una vez en Venezuela han sido beneficiadas en su proceso, con el respectivo subsidio.
En la Guajira, especialmente en Maicao, Riohacha y todo el sur del Departamento, la presencia de los elementos de consumo básico ha sido, por muchos años, de dominio de marcas Venezolanas, por las mismas razones expuestas anteriormente. Incluso en Santa Marta, no hace mucho tiempo atrás, en la plaza del mercado, en los expendios de barrio y en sitios de ventas informales callejeras, el dominio de la oferta era de productos Venezolanos, gracias al contrabando.
Todo esto, para reflexionar y concluir que el día a día en la zona de frontera siempre será compartido, en costumbres, en historia, en la economía, en el sentir de las necesidades tanto propias como ajenas y en el beneficio de los adelantos de los centros urbanos tanto los de nuestro territorio como los de ellos, en la zona de la frontera. Esto hace que el devenir este ligado por una sola cuerda, como si fuera el cordón umbilical.
¿O es que Paraguaipoa y Paraguachón, es ajena y diferente a Maicao, Uribia, y toda la zona limítrofe de La Guajira Colombo-Venezolana?, El arraigo, los ancestros, las costumbres e incluso sus cementerios son los mismos; las mismas familias y los mismos ascendientes y descendientes, hacen ver que es un solo territorio, solamente nos separa un accidente político administrativo: la delimitación de territorios.
Esto es en esencia la razón dominante en la que ha debido fundamentarse el Gobierno del Presidente Santos y su Canciller, para defender la soberanía y la dignidad del pueblo Colombiano. Siempre y de primero lo que hay que defender es la dignidad.
El desplazamiento de nuestros compatriotas, mediante un sistema de terror, e inhumano, hace pensar que Maduro y sus lacayos nunca hubiesen tenido un principio de hermandad y vecindad. Al menos que desconozcan sus raíces, de dónde vienen y quienes son. Pero tratar al hermano vecino de esa manera irracional, demuestra que sus madres perdieron el tiempo en la formación como seres pensantes. O es que no tuvieron, ni la una ni lo otro.
Recordemos a Coquivacoa y el Golfo de Maracaibo. Los sucesos de hace unos años atrás con el combustible de contrabando en Maicao. La necesidad de que Juanes se inventara, en buena hora, un concierto en el puente internacional sobre el río Zulia, para convocar a los vecinos de ambos países, en otro roce en esta zona de frontera.
Decir ahora, que allí entre los desalojados y expulsados colombianos se encontraban personas pertenecientes a narcotraficantes y paramilitares, que afectaban al pueblo Venezolano, es para el Presidente Maduro tan denigrante, bajo y mentiroso, como negar que en su territorio no le ha dado albergue a las Farc. Colombia en todo caso debe acudir a los entes internacionales como la OEA, la ONU y la Corte Internacional de los Derechos Humanos, para que así aunque sea tarde, haga respetar la dignidad del pueblo Colombiano. No hay derecho a que nos sometamos a ver imágenes de una compatriota con su niño de brazos cruzar el río para llegar a la orilla Colombiana o a otro compatriota con una moto o una nevera a cuestas, sin que el Gobierno Nacional haga respetar nuestra dignidad.
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