Columnistas
¿Y las mujeres en la política electoral? Por: Cecilia López Montaño
Los resultados de las elecciones del pasado 25 de octubre comprueban con hechos la situación descrita. En las gobernaciones se eligieron 5 mujeres de 32, es decir el 15,6%. Cuando se analizan algunos nombres la situación es aún peor: tres de las cinco o son cuestionadas e inclusive han estado en la cárcel como Dilian Francisca Toro, o son claramente parte de los círculos más perversos de su departamento como Oneida Pinto, o forman parte de un clan político lleno de cuestionamientos como el caso de Rosa Cote. Solo dos, Sorrel Aroca en el Putumayo y Marcela Amaya en el Meta, no cargan con acusaciones que las deslegitimen.
Dos grandes conclusiones. En primer lugar las mujeres colombianas todavía no le han dado el valor que toca a la conquista del poder político y esto obedece sin duda al hecho de que están lejos de obtener la autonomía económica que se requiere. Siguen batallando por la agenda femenina cuando ya después de décadas de estas luchas, no se ha logrado lo esperado; es hora de luchar por el poder económico y político.
En segundo lugar, los partidos políticos no quieren darles espacio a las mujeres porque saben que cuando lo empiecen a lograr, muchos hombres quedara en el pavimento. Recuerden que las mujeres se están educando mejor y en mayor número que los hombres, aquí y en el mundo entero. Ya estas agrupaciones no pueden desconocer totalmente el claro mandato de cuotas de género. Sin embargo, encontraron la manera de dejarlas por fuera. Sencillamente las utilizan de relleno en sus listas para actuar políticamente de manera correcta, pero realmente las ponen en posiciones que son poco visibles. Pocas, muy pocas alcanzan a ganar elecciones pero los partidos políticos quedan bien ante la opinión pública porque aparentemente cumplieron.
Es hora de que los movimientos de mujeres cambien esa actitud reivindicativa que siempre han puesto en primer plano, y demuestren el costo económico y social de no escuchar a la mitad de la población del país, o despreciar sus esfuerzos por educarse mejor. Como no hay ascenso a los niveles más altos, se está conformando un verdadero ejército de mujeres capaces en los niveles intermedios. ¿Cuántas generaciones de mujeres más competentes que los hombres, tendrán que esperar para llegar a esa meta de compartir el poder con ellos en igualdad de condiciones? Si esta sociedad patriarcal no es sacudida con argumentos, muchas mujeres brillantes serán desplazadas por hombres mediocres.
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