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Crónica

Leyendas samarias del periodismo deportivo: El cañón del Caribe

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Por William Gómez Polo

A raíz de las persecuciones en Europa ocasionadas por las dos guerras mundiales, llegaron a Pueblo Bello, municipio del departamento del Cesar, inmigrantes provenientes de Alemania, quienes se quedan en estos parajes por la tranquilidad de sus montañas y lo suave de su clima.

Finalizando la década de los años 20, Lucila Mestre, hija de Binerva Triana de Mestre, en memoria de su querida madre, quien continuamente manifestaba que un paisaje tan hermoso con pintorescas casas y laboriosos y buenos moradores debería llamarse Pueblo Bello, lleva al Concejo de Valledupar el proyecto de cambio de nombre, idea aprobada en Acuerdo Municipal.

A este territorio donde las personas acomodadas de Barranquilla construyeron una pista de aterrizaje para en épocas de vacaciones llegar en avionetas y disfrutar de la suavidad del clima y la tranquilidad que daba la población, de 1940 en adelante y con la violencia existente en el interior del país, oleadas de campesinos llegaron a estas tierras para ir descumbrando las montañas, reemplazándolas por el cultivo del café, convirtiéndose éste en la base de la economía, lo cual aumentó el número de mulares para el acarreo del café.

A partir de 1960, la Federación Nacional de Cafeteros abre una agencia de compra de café, facilitando a estos campesinos la venta de sus cosechas. La actividad económica del Municipio se basa en el sector agrícola, pecuario y Producción Cafetera.

En esta próspera y rica región, enclavada en la Sierra Nevada de Santa Marta, nació el 1 de noviembre de 1949, ÁlvaroEnrique Mestre Sequeda, quien emigró de su natal Pueblo Bello a la capital del Magdalena cuando tenía escasos 5 años. Fue en la ciudad de Bastidas donde labró su futuro profesional y sentimental.

INICIO PROMISORIO

Cuando los Mestre Sequeda se instalaron en Santa Marta, lo hicieron en el populoso barrio de ‘María Eugenia’. Álvaro tuvo un comienzo en la radio inusual y curioso. No llegó a la radio samaria recomendado por un personaje de la comunicación social. Llegó por un método simpático y llamativo.

Estudiante del Liceo Celedón cuando existían las dos jornadas de clases, Álvaro iba al prestigioso plantel educativo desde las 8:00 hasta las 11:00 de la mañana y regresaba a clases desde la 2:00 hasta las 4:00 de la tarde. Desde la calle 39 hasta la Avenida del Libertador donde queda el Celedón, recorría el trayecto a pie. Era el año de 1966 e iba en compañía de Iván Villazón, otro nativo de Pueblo Bello que llegó a la capital samaria en busca de mejores oportunidades.

“Salíamos de la casa en ‘María Eugenia’ felices y contentos sin pensar en la larga caminata que nos esperaba. No interesaba el recorrido. Nos daba igual. Si llovía o había sol,teníamos una actividad, que hacíamos en el camino y que nos deleitaba, poníamos en práctica la Radio de la Calle. Así como lo oye. La Radio de la Calle. Saúl hacía las veces de narrador deportivo y yo de lector de comerciales. Imaginábamos un partido de fútbol profesional y desde nuestras casas hasta el colegio íbamos narrando”, recuerda este extraordinario relator de Radio Caracol, única empresa en donde trabajó y de la cual es pensionado.

Este curioso ejercicio despertó la admiración de los vecinos del sector por donde transitaba la Radio de la Calle, “nos gustaba el oficio y terminamos amenizando los actos cívicos en el Liceo por orden expresa del rector Alfredo Almenares. Éramos los presentadores de todos los actos que realizaba el colegio. Con Saúl llegamos a un acuerdo. Él narraba por la mañana y yo le hacía los comerciales. Por la tarde, narraba yo y él hacía los comerciales. Esta idea gustó entre nuestros oyentes de la calle, que terminaron pidiendo que yo fuera el relator”, dice Mestre Sequeda.

Más adelante, surge Radio Mondongo, llamada así por el apodo como era conocido el propietario Francisco Sánchez, “Francisco me propuso que yo fuera el animador de sus eventos cívicos. Allí se desarrolló mi amor por la radio. Radio Mondongo fue quien me lanzó a esta profesión”, recuerda el Cañón del Caribe, apelativo con el que se conoció nacionalmente, dada la potente voz con la cual narraba los eventos deportivos.

SIMPÁTICO HOGAR

Casado con la licenciada Olivia Andrade, una agraciada dama samaria a la que conoció dirigiendo un programa radial en Radio Magdalena, con quien tuvo tres hijos: Álvaro Enrique Mestre Andrade, médico pediatra, residenciado en Barranquilla; Karen, administradora de empresas y Milena, comunicadora y periodista, jefe de la oficina de prensa de la Alcaldía de ‘La Arenosa’. Hoy disfruta de las mieles de su lindo hogar, cuyo amor lo entregan Mestre y su esposa a sus 4 nietos, adoración del hogar Mestre- Andrade. Son 43 años de matrimonio y el amor sigue intacto.

Y es que Álvaro cuenta con muy buenos amigos como Jorge Eliécer Torres, Rafael Araujo Gámez, Benjamín Cuello Henrique y el veterano presidente de Acord Magdalena, Pedro Manuel de Andréis. Guarda una significativa recordación por Joaquín Sierra Silva,comentarista deportivo del que aprendió la disciplina y el respeto por el micrófono.

“Mi primer pago lo recibí cuando narré el partido Unión – Cúcuta, me dieron en ese entonces 8 mil pesos. Tengo una anécdota agradable. Año de 1968. Estadio ‘Eduardo Santos’. Partido Unión – Cali. No pude narrar el gol que le dio al Unión Magdalena el título nacional en el profesionalismo colombiano. El calor, el público que invadió mi tribuna me dejaron sin voz”, recuerda 46 años después este inolvidable e irrepetible acontecimiento deportivo.

Álvaro Enrique Mestre Sequeda, licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad del Magdalena, entregó su pasión por la pedagogía como lo hizo con la narración deportiva. Rector del Inem ‘Simón Bolívar’ y de la institución educativa de Santa Marta ‘Antonio Nariño’, en cuyas escuela dejó como marca indeleble su calidad humana y sentido profesional que lo convirtieron en el ‘Cañón del Caribe’, un orgullo para Santa Marta y en una verdadera leyenda del periodismo deportivo de esta ciudad.

 

 

 

 

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