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Entrevista: “La academia es fundamental para el desarrollo de ciudad”: Annicchiarico

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Por Eduardo Luis Cantillo B.

En entrevista exclusiva con OPINIÓN CARIBE, el decano de la facultad de Arquitectura de la Universidad del Atlántico, Wilson Annicchiarico Bonett, expuso su criterio acerca del crecimiento urbanístico de las ciudades del Caribe.

El Director aseguró, entre otros argumentos, que el desarrollo urbano es responsabilidad de todos, y que las Secretarías de Planeación de los territorios deben constituir el buen diseño de ciudad. Con respecto a la densificación del sector de Bellavista en Santa Marta, indicó, que en la medida en que las edificaciones crezcan, más allá del problema vial, se está imprimiendo una cultura europea en donde no hay identidad, dejando de lado la construcción de vecindad.

OPINIÓN CARIBE: En la carrera primera de Santa Marta, sector Bellavista, se construyen edificaciones de más de diez pisos de altura, y aunque solo está en funcionamiento el 50 por ciento de estos, es evidente el caos en la movilidad vehicular, ¿qué será de zona cuando se habite el 100 % de los edificios, cuya mayoría es hotelera y las vías de comunicación son las mismas?

Wilson Annicchiarico: La arquitectura es sinónima de identidad cultural en donde nosotros debemos marcar distancia y elementos para las manifestaciones de nuestra arquitectura, que se ha perdido desde hace 100 años en la Costa y el país. En la escuela de arquitectura de la Universidad del Atlántico, primera en la costa Caribe, y tercera a nivel nacional, estamos formando arquitectos que piensen y tomen decisiones.

Me preocupa Santa Marta y el departamento del Magdalena, porque son los únicos entes territoriales que no nos solicitan proyectos para el desarrollo de estas zonas. Tenemos muchos estudiantes samarios y magdalenenses cuyos trabajos de grado toca ejecutarlos en departamentos como Antioquia y Cundinamarca, porque allá si los solicitan. Aquí nos falta despertar e identificar cuáles son los modelos de implantación urbano y arquitectónicos que estamos asimilando y presentando.

Las ciudades del mundo actualmente se están uniformando, atrás quedó la época de 1950 cuando en Chicago todos comenzaron a construir edificios y se dio la competencia entre la escuela de Chicago y New York. La altura de los edificios significaba poder. Hoy, sesenta años después, nosotros estamos asimilando ese modelo.

O.C: ¿En qué momento se pierde el norte del desarrollo urbanístico de nuestras ciudades?

W.A: Todas las ciudades no crecen iguales, en Barranquilla hay más control urbano, aunque las medidas de asentamiento no las compartimos por el tema de identidad, sin embargo, hay un orden que responde a una economía de mercado e intereses de orden capitalistas.

Allá se crece de una forma llamémosla moderada, me llama la atención que en ese crecimiento que embellece y beneficia a la movilidad vehicular, se construyen corredores viales que, aunque sean positivos, nada tiene que ver con la identidad cultural del costeño. Hemos adoptado un crecimiento similar al de Miami, que nada tiene que ver con la cultura de nosotros.

Se están cambiando aquellas viviendas con terrazas en donde se daban cita los vecinos para conversar durante muchas horas por las edificaciones y conjuntos cerrados, solo por moda y porque da mejor estatus social. Por lo contrario, en la medida en que las edificaciones crezcan, estamos dejando de construir vecindad, y nos acercamos a esa cultura europea en donde no hay identidad.

La arquitectura con esas construcciones no contribuye a la identidad de cercanía de nosotros los caribeños.

Las sociedades de arquitectos contribuyen es al desenfoque de la arquitectura cuando premian al arquitecto que mayores metros cuadrados construye. Más allá del premio, debemos hacerle juicio de valores para ver si realmente responde al equilibrio y sostenibilidad humana y ambiental. El Ministerio ha decretado que quien no haga arquitectura sostenible desde lo económico, humano y material, va a quedar por fuera.

O.C: Es importante desde la academia la crítica a los desarrollos urbanísticos, ¿cuáles son los errores que se cometen y que nos impiden regresar a esa identidad cultural que usted menciona?

W.A: El desarrollo urbano es una responsabilidad de todos, a veces tomamos decisiones macro y mega proyectos en los que no se encuentran los modelos de sostenibilidad que hoy debe imprimirse en cada obra de construcción por más pequeña que sea.

Las Secretarías de Planeación de los territorios deben constituir el buen diseño de ciudad, no es vivir en la cultura del cemento y dejar atrás lo verde, se trata de equilibrar los dos aspectos. Somos depredadores, y como decía el arquitecto Alexánder González, los caníbales más grandes somos los arquitectos porque nos acabamos los unos a los otros y casi nunca nos reunimos para sacar a las ciudades adelante.

Antes de entrar a criticar, debemos analizar desde el espacio en el que vivimos cómo contribuimos con ese cambio.

Por ejemplo, mi casa es la única de la cuadra que no tiene rejas, sin embargo, mi esposa le ve a eso un problema, y les explico el porqué ella lo percibe así. Resulta que vivimos cerca de un hospital y de la cárcel, cuando llegamos en la madrugada por cualquier evento, nos damos cuenta que en nuestra terraza hay personas durmiendo, y es lo que ella me critica, “mira el problema, pongamos la reja, hay un tipo durmiendo en nuestra terraza”, y es cuando yo le respondo, ¡qué solución, un tipo nos está cuidando la casa sin cobrarnos! Y de eso se trata, la manera de ver las cosas, hallar en un problema una solución. No podemos perder de vista que el espacio público debe ser prioridad.

Al día siguiente, de madrugada, terminaba hablando con el señor y hasta amigos nos hacíamos, me contaba de dónde venía. En otras ocasiones estos visitantes me contaban que eran de pueblos del Magdalena y Atlántico, lugares a donde he ido y me reciben con familiaridad.

En Seúl, Corea, hoy prima lo verde ante el cemento, la prueba fue la demolición de una autopista de cuatro carriles para la recuperación de un río.

Mientras los países desarrollados están pensando en la sostenibilidad, nosotros los subdesarrollados nos dirigimos a ese modelo que ellos ya están dejando atrás.

O.C: ¿Hace falta que el Estado intervenga el mercado de las viviendas haciendo propuestas arquitectónicas para competir con el sector privado y que a su vez enmarque diseños nuevos ligados a una política ambiental?

W.A: ¿Quién define a la ciudad? El 70 % del desarrollo de las ciudades es espontáneo, solo un 30 % de la planificación en Colombia se encuentra entre el sector público y privado, cifras de Cámara de Comercio y los entes vinculados con el tema de vivienda.

No tenemos conciencia de que lo público es de todos y se constituye en la gran sala de nuestra ciudad. Creemos que lo nuestro es de la línea de paramento hacia adentro, y eso está mal.

Instituto de Crédito Territorial construía vivienda para todos los estratos en Santa Marta, hoy a raíz de que la necesidad se ha ido agudizando en las comunidades menos favorecidas, se le ha dado un perfil de interés social.

Hay un reto mayor para el arquitecto, porque cada vez es menor el cliente que te busca para construir una casa de 400 metros cuadrados. Hoy el arquitecto taquillero o dueño de faena se acabó; se debe hacer arquitectura desde lo colectivo, desde lo multidisciplinar, desde la participación de los políticos y todos aquellos imbuidos en la parte urbana para aprender a tomar decisiones colectivas.

O.C: Como escuela, ¿han revisado algún Plan de Ordenamiento Territorial en alguna ciudad del Caribe?

W.A: Hemos revisado algunos municipios del departamento del Atlántico como Galapa, Puerto Colombia. Lo que pasa es que genera mucha controversia nuestro criterio, porque al fin y al cabo puede que no coincida con los intereses particulares, que son quienes financian dichas obras.

O.C: En el caso de Bellavista, donde la inversión es 100 % privada, ¿qué papel debe jugar la Administración local para que rijan los puntos del Plan parcial de Ordenamiento Territorial y no colapse el sector?

W.A: Sí, por un lado, está el POT, y,por ende, el plan de control urbano. Ese es un problema que tienen muchas ciudades en el Caribe, no es fácil controlar lo incontrolable, y hacia allá voy, si un arquitecto o un contratista no tiene conciencia o no conoce las políticas de sostenibilidad en el Decreto 1285 y la regulación 549, que respalda el Ministerio de Vivienda, con la cual se limitan las nuevas construcciones, estamos perdiendo el tiempo y no avanzamos. Se deben tener en cuenta los reductores pasivos para controlar el medio ambiente, es decir, el uso de materiales que disminuyan el grado de contaminación.

Las alturas son otro tema. Se debe recordar que, en muchos países del mundo, el que está cerca al mar no tiene derecho a toda la vista de este, no se pueden levantar edificaciones al pie del mar que priven de la visual al edificio que está más retirado. Sin embargo, aquí en Santa Marta no se plantean los derechos que tenemos todos acerca de la contemplación de la naturaleza.

O.C: ¿Cuándo inicia ese descontrol?

W.A: Empecemos diciendo que la mayoría de estos lotes fueron repartidos entre los concejales de la época, producto de la no planificación y falta de responsabilidad de los coadministradores de la ciudad. En estos sectores comienzan a salir ombligos mal llamados desarrollos, que hoy podrían estar generando el colapso que ustedes mencionan.

O.C: ¿Por qué el afán de edificar una ciudad histórica?

W.A: Lo primero es que cuando el suelo costaba mucho y el metro cuadrado de placa costaba menos, los constructores invirtieron hacia arriba. Eso en el término económico. Este es un tema conceptual en el que hay que saber pensar e identificar hacia dónde vamos como territorio. Los edificios impermeabilizan la tierra, y eso origina grietas producto de la falta de filtración de agua.

O.C: Cómo ex director de Planeación, ¿qué medidas se deben ejercer para hacer de Santa Marta una ciudad planificada?

W.A: No es fácil, porque una cosa piensa uno desde afuera y otra es la que se ve estando al frente de la situación. Por ejemplo, tener solo dos personas haciendo control urbano en una ciudad donde se están llevando a cabo 50 construcciones que no tienen permisos, produce una impotencia que no tiene lógica. Contrario a ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, en donde el techo presupuestal respalda el banco de proyectos. Allá sí planifican, por una sencilla razón, los directores de planeación son inamovibles y están para trabajar por el bien del territorio. Aquí, cada administración trae su director de planeación y cada cuatro años se rompe el esquema.

O.C: Pese a que existe un plan de ordenamiento territorial parcial, la Administración reconoce la afectación en esta zona no solo en la movilidad sino en los servicios públicos producto de la densificación, ¿hace falta en la ciudad un ente de control mayor al local?

W.A: Hay que mirar los manejos de fuerza dentro de la ciudad, fuerzas de poder que siempre están latentes. Todos debemos empezar a pensar y si no lo hacemos, crear un grupo de planeación con personas idóneas por fuera de decisiones políticas, preparadas solo para planificar a la ciudad, tal cual como sucede en Medellín, Cali y Bogotá. Son secretarías capacitadas, sin necesidad de participar en ningún grupo político. Eso da como resultado avances tal como se refleja en Medellín. Ninguna administración es factible si no se cuenta con lo anterior.

O.C: ¿Los planes parciales han desdibujado el Plan general de Ordenamiento Territorial?

W.A: El Plan de Ordenamiento Territorial tiene uno general, uno urbano, que llega hasta unas generalidades que en el componente humano hablan de unos planes parciales que definen una zona con delimitaciones de los mismos, también las unidades de intervenciones urbanísticas. Lo que sucede ahí, es que se pierde el equilibrio de fuerza, por ejemplo, una fuerza interesada hará un plan parcial que beneficie sus intereses, por tanto, se pierde la objetividad de todo el Plan.

O.C: ¿Desde la academia se puede decir que los curadores son una rueda suelta?

W.A: La mayoría sí. Todavía no se ha entendido qué es Planeación, quién debe marcarles las pautas a las curadurías, pero resulta que estas cumplen la función de notarías y tienen unas autonomías e interpretaciones. Ahí es donde radica el problema, en la interpretación.

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