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Mercedes, una mujer de peso

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Mercedes Pérez Tigreros trajo el cuarto diploma para el país en las Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, 2016.

Mis segundos Juegos Olímpicos fueron este año en Río de Janeiro. A diferencia de Beijing 2008, cuando solo tenía 21 años, fui con más experiencia y seguridad de lo que quería. Esta vez estuve más cerca de ocupar los primeros tres lugares. Sin embargo, una cuarta posición que obtuve al levantar un total de 234 kilos, me da más confianza para Tokio 2020.

Me estaba recuperando de una lesión en la rodilla. Debido a esto, aferré mi espíritu a Dios. Aquel torneo final fue un momento de mucha concentración: palmas en pronación. Oraba: Dios, dame fuerzas. En un tirón llevo la barra hasta mis hombros. “Dios, dame más fuerza ahora”. Extiendo los brazos hasta llevar la barra por encima de mi cabeza. Pensé: “Lo logré, Dios. Gracias”. Luego arrojo la barra con satisfacción y “guauu”: grité victoriosa.

Mi primera medalla la obtuve cuando competí por el Magdalena. Quedé subcampeona en Villavicencio, solo tenía 15 años. Fue asombroso, pues en año y medio en el levantamiento de pesas lo había logrado. Sinceramente, no creí poder ganarme una medalla. Fue hasta que subí al podio, lo creí. Supe en ese momento que algo bueno venía para mi vida, para mi futuro y para mi familia. Fue una experiencia muy bonita, porque algo en lo que no creía, sucedió. Ahora, con 29 años, perdí la cuenta de la cantidad de medallas que he ganado. Llevo 15 años en el deporte de la halterofilia y en cada año he sido ganadora varias veces.

Crecí en el barrio El Mayor de Santa Marta. Soy la última de seis hermanos. Fue gracias al apoyo de mis padres que salí adelante, pero también se lo debo a mi descubridor. Cuando estudié en el Instituto Magdalena, mi profesor de Educación Física, Juan Solano, me dijo que yo era muy buena jugadora de softbol, que bateaba con fuerza. Era el cuarto bate del equipo. Hace más de nueve años que no sé de él, pero fue la primera persona que me hizo amar este deporte y se lo agradezco. Fue quien me dijo que podía dar más de mí misma en los deportes de alto rendimiento, así que un día me llevó al viejo gimnasio de pesas para hacer unas pruebas en levantamiento. Allí conocí a Óscar Palma y a Carlos Robles, quienes vieron un gran talento en mí. Los recuerdos de mi adolescencia se debaten entre los pelaos del barrio, el softbol y las pesas.

Otro departamento me dio la oportunidad de crecer como deportista. Salí de Santa Marta en 2004 con mi título de bachiller, con mis sueños y con mi fuerza. Competí por Bucaramanga hasta el 2012 y ahora lo hago por Bolívar y también por Colombia.

Hace casi dos años visité al viejo gimnasio. Mis amigos de siempre me reciben con orgullo. Los novatos me dicen que quieren ser como yo, pero es muy duro, porque el gimnasio no tiene las condiciones para que ellos triunfen. Sí, es cierto que yo triunfé gracias al gran apoyo de mi familia, pero también es verdad, que parte de mi triunfo ha sido porque me fui a tiempo del Magdalena. Decirlo es muy triste porque, aunque hay tanto talento para el deporte en mi departamento, no hay cómo ni dónde entrenar.

Es por esta razón que considero que los Juegos Bolivarianos 2017 son una oportunidad muy bonita para mi tierra. Escuché por ahí, sin embargo, que el gimnasio de pesas donde aprendí tanto, no se va a recuperar. Según me explicaron, los campeonatos de pesas se harán en un coliseo o en un estadio. Eso me entristece, porque no podré llegar al lugar donde entrené por primera vez y decir: “Este es mi gimnasio, aquí entrené por primera vez, aquí nací como deportista”. No, eso no será. Pero lo que sí me alegra es la idea de competir en los Juegos Bolivarianos y quedar de primera para darle ese gran triunfo a Santa Marta.

Tengo que admitir que el deporte me ha dado la oportunidad de conocer la mitad del mundo y de coleccionar triunfos, pero, en 2006, Dios me puso una prueba. Venía orgullosa de mí por haber obtenido el título de Campeona Mundial Juvenil. Estaba confiada de que todo saldría bien en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, pero había bajado de peso, no estaba nadie de mi familia y eso me tenía muy nerviosa. Cuando iba a levantar los 110 kilos me desmayé. Fue como si se derrumbara un pedazo de mi vida. Después de haber entrenado tanto y no cumplir con el objetivo, llegué a pensar en retirarme del deporte. Soñaba con ser la próxima María Isabel Urrutia. Pero son esos tipos de fracasos las experiencias que nos enseñan a todos los deportistas a ser más humildes, a valorar lo que tenemos y a ser grandes en el deporte.

Siempre he sido una mujer muy luchadora, me he esforzado en ser una excelente deportista. Sacrificio, humildad y disciplina son mi insignia. Al deporte le agradezco no sólo mi felicidad sino también la de mi familia, soy su orgullo. Gracias al deporte mis hermanos han estudiado, han tenido un gran apoyo en mí, y eso es lo que más me hace feliz.

Por otro lado, también he sido bendecida en el amor. Tengo ocho años con mi pareja: cuatro años de noviazgo y cuatro de casada. Su nombre es Edinson Angulo y también es levantador de pesas; es sexto a nivel mundial en la categoría de mayores. Por eso me entiende, me sabe esperar cuando viajo y se alegra con mis éxitos. Ambos nos admiramos.

Actualmente vivo en Palmira, Valle. A mis padres los visito en Santa Marta cada vez que la Selección Colombiana de Pesas me lo permite.

Mientras tanto, llevo una vida normal. Tengo mis horarios de entrenamiento de lunes a sábado. Entreno en las mañanas desde las 9:30 hasta las 11:30. Por las tardes, desde las 4:30 hasta las 6:00. Los sábados, solo entreno de 10:00 a.m. a 12:00 p.m., y los domingos descanso, como Dios manda, para dedicarme a mi familia.

Cada vez que entreno pienso que Tokio 2020 tiene las puertas abiertas para mí. Le pido mucho a mi Dios para que me dé salud para seguir entrenando y que me pueda recuperar de mi cirugía de rodilla. Tengo las pilas puestas para Tokio y espero estar en los tres primeros lugares.

Antes de despedirme, invito a todas las mujeres del Magdalena, para que no desfallezcan en el intento. El que quiere puede. Que cambien su vida, que practiquen mucho deporte. Que Dios siempre las lleve por el mejor camino.