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La cultura ciudadana, un desafío que han asumido los samarios

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“¡Oye, no le estás haciendo caso al profe, bájate de la máquina!”, uno de los niños le dice a otro, cuando lo ve mal ubicado en una de los diversos aparatos recreativos que recientemente pusieron en el barrio Bastidas, denominado así, en honor al fundador del Distrito Turístico, Cultural e histórico de Santa Marta, una ciudad de casi 500 años y que tuvo la fortuna de ser la más antigua de Colombia.

Rodrigo de Bastidas, el mismo que le dio el nombre al río Grande de la Magdalena, cuenta con monumentos, una localidad (la dos) y un colegio que también le hace honor a su nombre y, en aquel barrio, ya no tan olvidado por los samarios, la Alcaldía Distrital, liderada por Rafael Martínez, incluyó uno de los 46 sitios de recreación y esparcimiento que son recuperados a través de la Red de Parques, para que, en este caso, sus casi tres mil habitantes, que hacen parte de las 873 casas que rodean aquel nuevo parque, puedan divertirse y pasar un rato agradable.

Entre zonas de recreación infantil, juvenil y para adultos, juegos geriátricos, juegos biosaludables, canchas múltiples, zonas verdes y senderos peatonales, además de áreas activas y pasivas, bancas en concreto fundido, iluminación y basureros, están ubicados estratégicamente para que los habitantes de los distintos sectores de la Ciudad generen nuevos hábitos y, al mismo tiempo, una nueva cultura hacia el cuidado y el sentido de pertenencia.

Pero hace un año esta zona no era así. Juan José Vargas, presidente de la Junta de Acción Comunal del Barrio Bastidas y quien ahora es reconocido como ‘el profe’, recuerda que antes de que se pusiera la primera máquina de la Red de Parques de Santa Marta, las personas no se incentivaban como ahora por el deporte, ni los niños por jugar, puesto que solo contaban con un parque oxidado y olvidado. “Desde que está el nuevo parque nos congregamos más de 300 personas en esta zona los fines de semana”.

NUEVAS RUTINAS

A las cinco de la mañana, muy juiciosas, varias madres y señoras del barrio se acercan a la zona del parque del Barrio de Bastidas para entre todas barrer y limpiar la primera zona del parque.

“Esto, también hace parte de nuestra rutina de ejercicios, sirve para adelgazar la cintura y sacar brazos”, afirmó, entre risas, María Brugés, quien vive en otro barrio cercano, pero se acerca diariamente a Bastidas, para ejercitarse y algunas veces, enseñarles a los niños sobre los diferentes artistas y pintores del mundo, “luego, cada niño hace un dibujo en honor al artista del cual aprendió”.

A las siete de la mañana, otro grupo de mujeres, que hacen parte de las 125 que diariamente visitan el parque en estas dos jornadas (5 a.m. y 7 a.m.), terminan de dejar impecable el parque, con varias escobas y herramientas que poco a poco ha acumulado la comunidad para este fin, y complementan con aeróbicos, estiramiento y el uso de las nuevas máquinas, que el mismo presidente de la Junta de Acción Comunal, ‘el profe’, les ha enseñado a utilizar.

El profe Vargas, entre los programas de la Junta, consolidada por 28 miembros, también lidera otras actividades para sensibilizar a los habitantes de hacer un buen uso de las nuevas máquinas.

“Hace más de tres meses, al ver que algunas personas no hacían buen uso de las nuevas máquinas del parque, hicimos una reunión urgente y decidimos iniciar acciones para cuidar lo que nos había facilitado la Administración Distrital.

Charlas y diversas actividades para el grupo hacen parte de nuestras rutinas semanales. Luego, el equipo de ‘Entra al juego’ complementó con otras dinámicas interesantes, entre ellas, un árbitro, quien pitaba y sacaba una tarjeta cuando veía alguna mala acción en el parque”.

Y es que para los habitantes del barrio Bastidas está clarísimo que el parque les pertenece y, entre las actividades ‘el profe’ les suele preguntar: si no cuidamos lo nuestro, ¿quién más lo va a hacer?

“Los niños y jóvenes saben que unidos hacemos la fuerza y si nos separamos, caemos. En unión y sincronía este parque, con sus máquinas, perdurarán, y los hijos de nuestros hijos las utilizarán”.


OTRAS ACTIVIDADES

Aunque en el parque del barrio Bastidas aún hay cosas por mejorar, “consumidores de droga, personas que no hacen buen uso de las máquinas, poca visibilidad nocturna”, día a día con los diferentes programas, los ciudadanos de la comunidad se van sensibilizando y se unen para defender su nuevo legado.

“Iniciamos ciclorrutas para variar las actividades deportivas y de recreación del barrio y tenemos un comité de mantenimiento, del cual hacen parte expertos en mecánica que viven en el sector y tienen sus talleres de reparación. Esto se hace una vez al mes. Se atesan las tuercas, se engrasan y se hace lubricación, además de la limpieza y el arreglo de los posibles daños de las máquinas, para mantenerlas en perfecto estado”.

Según el presidente de la Junta de Acción Comunal, ya dieron a conocer las situaciones que le preocupan al barrio con respecto a la seguridad y convivencia, “estamos en conversaciones con la coronela Sandra Vallejos para que la Policía Metropolitana de Santa Marta nos apoye con la seguridad en el barrio, sobre todo en horario nocturno. También hemos solicitado que la Administración ubique cámaras de seguridad alrededor del parque y como la Ley 743 nos da la facultad a la Junta de Acción Comunal de contratar con empresas públicas y privadas, por  tanto, ya iniciamos conversaciones con una empresa española para instalar luminarias LED en el barrio, esperemos que con la ayuda de Dios esto se pueda lograr”.

De igual manera, ‘el profe’ aseguró, que, mientras se llega a algún acuerdo con la Policía Metropolitana de Santa Marta, algunos miembros del barrio Bastidas se turnan para realizar la vigilancia por la noche, “pero llegamos hasta donde no comprometamos nuestra vida, pues no sabemos cómo pueden reaccionar algunas personas en ese estado”.

OTRAS VICISITUDES EN LA CIUDAD

Estas conductas no se dan únicamente en el barrio Bastidas, porque la Red de Parques son de uso común. En el caso de la Ciudadela 29 de julio, los habitantes se quejan de que personas de otros barrios, acceden a la cancha de fútbol, incluso muy tarde por la noche y rompen las rejas para entrar y ‘patear bola’ o, en su defecto, meter vicio.  También, esto ha incrementado el foco de inseguridad del sector.

“Los muchachos muchas veces juegan hasta la una de la mañana y no se respeta el uso responsable y ordenado de la Cancha, no sabemos quién es el administrador de esta. En Santa Marta, parece que se vive la ‘ley del contrario’, mientras unos hacen, otros protestan; cuando se edifica, otros destruyen. Si nosotros no somos conscientes, las cosas no nos van a durar”, afirmó Pablo Álvarez, miembro de la Junta de Acción Comunal del barrio la Ciudadela.

Por consiguiente, los miembros de la Junta de Acción Comunal, han buscado acciones e iniciativas propias para reducir estos índices de inseguridad y cuidar las obras que hacen parte de la recreación y esparcimiento de su comunidad. Por tanto, entre otras medidas, se unieron a la campaña de la Cultura Ciudadana de la Alcaldía Distrital, y gestionaron que la Policía Metropolitana hiciera constantes rondas en la zona hasta las nueve de la noche.

Sin embargo, Pablo Álvarez, reiteró, “sería mejor y hemos solicitado que la Policía Metropolitana pueda estar en turnos hasta la medianoche realizando rondas o que haya un CAI fijo, porque igual los muchachos se meten entre las rejas que ellos mismos quitan y dañan. Incluso, las rejillas que pusieron para taponar los huecos del suelo alrededor de la cancha se las roban, y las que están, es porque las han logrado rescatar”.

No obstante, él y varios habitantes y vecinos del sector del barrio de la Ciudadela 29 de julio concuerdan con que luego de las nuevas obras, el panorama cambió, pues las amplias áreas de recreación y deporte le permitió a la comunidad tener un lugar agradable de reunión e interacción social, con el plus de un bello paisaje y diversa naturaleza, donde antiguamente solo había un sitio abandonado y sin dolientes.

UNA MIRADA SOCIOLÓGICA Y PSICOLÓGICA

Para el sociólogo Carlos Payares González, este tipo de comportamientos se explica porque cada espacio tiene sus marcas simbólicas y su significado social. En el caso de la red de parques, además de llenar las necesidades de esparcimiento y diversión, generan impacto en el comportamiento cotidiano de los samarios.

“La ciudad, en términos sustantivos, es una construcción social. Las ciudades se construyen por motivaciones políticas, económicas, culturales, que hacen parte de los imaginarios colectivos. El desarrollo urbanístico apunta a resolver problemas humanos. La distribución de lo que a veces llamamos hábitat humano tiene unas razones y unas explicaciones sociales y de comportamiento cultural, de manera que no podemos pensar en lo urbano sin pensar en las relaciones sociales.

En ese sentido, lo urbano trae consigo también, formas de comportamiento a la sociedad, en la medida que se van generando concentraciones políticas, económicas, culturales como, por ejemplo, el sistema bancario, el de salud, el deportivo y el recreativo. Esto va generando formas de apreciación y de comportamiento del ciudadano en el contexto urbano”, explicó el Sociólogo.

La psicóloga de la Universidad ‘Sergio Arboleda’, Adelaida Barliza, por su parte, explicó, que estos comportamientos sociales según el modelo ecológico de Bronfenbrenner, el cual estudia la influencia de los ambientes, más o menos inmediatos, en el desarrollo de los individuos: “Si alguien va a un lugar que está limpio y organizado, será más difícil para él ensuciarlo o dañarlo. Solo basta con que alguien actúe primero para que otro repita la acción, pues no nos gusta ser señalados como los primeros que actuamos mal. Esto explica por qué en las ciudades más organizadas y limpias, es más difícil que llegue un individuo a imponer el desorden.

Cuando existe una interrelación con la valoración que tenemos de nuestros entornos, cuando vemos que nuestra ciudad es bonita decimos: esta es la ciudad que yo merezco, y como la merezco, la mantengo bonita, limpia y cuidada. Vivir en una ciudad de aspecto agradable nos hace sentir más valorados y cuidados. Por lo contrario, cuando nos encontramos en una ciudad desorganizada, los servicios no suplen nuestras necesidades básicas y se reduce nuestra calidad de vida, disminuye considerablemente nuestro sentido de pertenencia”.

En el caso de Santa Marta, anteriormente no se tenía un sentido de identidad para con la ciudad ni un sentido de pertenencia hacia su patrimonio. Este hecho se puede explicar de la siguiente forma: Los valores de convivencia y civilidad que se practican en el interior de una comunidad se han deteriorado debido a los conflictos sociales que vive la sociedad colombiana.

Según la abogada con Magíster en Desarrollo Social, María de Jesús Illera, “las personas han perdido hasta cierto punto la conciencia de lo que significa pertenecer a una comunidad, lo que ha dado lugar a que en la vida cotidiana se hayan ido reemplazando las acciones básicas de convivencia por actitudes agresivas e indiferentes o instrumentos no formales. Esto significa que la forma como el ciudadano se comporta hacia los demás y hacia la autoridad se caracteriza cada vez más por poseer un contenido negativo. Bajo este precepto, es fundamental que el ciudadano recapacite sobre los valores y elementos de convivencia que no le fueron enseñados o que olvidó como producto del ritmo de vida en que se encuentra.”

CULTURA CIUDADANA DESDE Y PARA LA COMUNIDAD DE BONDA

La cultura ciudadana es para Bonda lo que el agua es para los peces, en pocas palabras, es su ambiente natural. Esta es la premisa que describe la particularidad del corregimiento de Bonda. Una población de 7 mil habitantes, ubicada a 10 minutos de la ciudad de Santa Marta y que es reconocida por la frescura de su entorno, la tranquilidad de sus calles y el paisaje que brinda al ser bañado por el río que lleva el mismo nombre.

En este lugar es la cultura ciudadana la que mana como la sangre desde el corazón de todos los habitantes y está arraigada de generación en generación.

‘Los bomberos’, como suelen llamarse a sí mismos los residentes de este corregimiento, viven su día a día marcado por las acciones que representa el civismo y las buenas costumbres con los demás y con el entorno. De manera empírica estos pobladores cumplen a cabalidad lo que desde 1995, el padre de la cultura ciudadana en Colombia, Antanas Mockus, define como tal.

Este político y profesor de filosofía define este término, que le cambió al país y al mundo la forma de crear estrategias que induzcan a un buen comportamiento colectivo, como el conjunto de costumbres, acciones y reglas mínimas compartidas que generan sentido de pertenencia, facilitan la convivencia urbana y conducen al respeto del patrimonio común.

Al hablar de sus hábitos, los bomberos no nombran esta definición, ni a Mockus, ni a la cultura ciudadana, porque para ellos esta forma de comportamiento es tan natural como respirar, y dejar de hacerlo conduciría a la misma consecuencia, morir.

Pero sí hablan con propiedad, naturalidad y criterio acerca de la necesidad de tener sentido de pertenencia y de colaboración para conservar sus costumbres y preservar el patrimonio de la comunidad.

¿CÓMO SE EVIDENCIA LA CULTURA CIUDADANA EN BONDA?

Sentado en una de las bancas del parque central de Bonda está Eduardo Cadavid Jiménez, él es el actual vicepresidente de la Junta de Acción Comunal y uno de los líderes que ha marcado la diferencia por años en este lugar. Con su gruesa y pausada voz, que exterioriza la experiencia que denota su avanzada edad, relata las acciones que hacen de Bonda, un lugar diferente para vivir. Y es un lugar diferente para vivir porque, por medio de su civismo se posibilita la construcción de un proyecto colectivo de comunidad a partir de reglas de juego y límites respetados entre los ciudadanos, que también son un mecanismo para mejorar la seguridad y la convivencia.

Cadavid Jiménez comienza su narración de porqué Bonda es un ejemplo de convivencia en comunidad, con la emoción de quien está escuchando a un guía turístico hablar sobre su lugar favorito. Menciona que años atrás, por ejemplo, Amoblamiento Urbano de Santa Marta les obsequió las sillas desde donde ahora rememora dicho episodio. Cada vez que la pintura se corre o cambia de color, ellos llaman a esta entidad encargada de las mejoras urbanísticas, para que las sillas vuelvan a su verde oliva original. Esta conducta ha generado las reiteradas felicitaciones por parte de este equipo de transformación urbana, mencionándoles que ojalá todas las comunidades fueran así y cuidaran lo que es suyo, lo que les pertenece.

Además, hace parte de la rutina que los mismos ciudadanos cambien las tablas que, ya sea por el paso del tiempo o por descuido, se rompen, quebrando con ellas la comodidad de quien desee sentarse a observar la tarde o  charlar con un vecino. De esa forma, han logrado conservar lo que el gobierno les ha dado.

Eduardo continúa el recorrido por la historia cívica de Bonda mencionando a su colectivo, un grupo de personas que se hacen llamar ‘Los amigos del Parque’. Y bajo esta denominación le brindan un cuidado continuo. Es común que los bonderos se levanten todos los domingos a las 5 de la mañana a hacerle aseo al parque, al igual que en el Barrio Rodrigo de Bastidas. Para la realización de estas jornadas de limpieza voluntarias, la comunidad regala útiles de aseo y bolsas de basura.

Este dirigente aclara, que, lo de las las basuras es gestionado por Espa, la empresa que religiosamente pasa tres veces a la semana por el corregimiento. Y, es un tradicional hábito que, como relojes suizos, las personas saquen su basura a la calle de 5 y 30 a 6 de la mañana puntualmente. Eduardo afirma, que no está permitido socialmente que la gente saque su basura el día anterior, por lo tanto, estas acciones poco prácticas no se ven.

Aquí hay unas normas, explica el líder comunal, mientras señala las fachadas de las casas que rodean, con su estilo colonial, el parque central de Bonda,  que se aplican, sobre todo en la parte baja de este corregimiento, y es que cada quien tiene que barrer el frente de su casa.  Se pueden levantar a las 6 a.m. o bien entrada la mañana, pero lo importante es que todos deben barrer su frente.

Solo en las ocasiones en que algún vecino se enferme o enfrente alguna calamidad, es entendible que el espacio que le corresponde se encuentre lleno de basuras. De resto, la normativa es general. Es por eso que las calles se ven limpias. Estas son las reglas de juego que hacen de Bonda una comunidad ejemplar.

Se puede afirmar, que este estilo de vida, que marca la diferencia en el modus vivendi en relación con los demás barrios y sectores de la ciudad, es también gracias a una efectiva estrategia de comunicación, implementado hace más de 30 años y que ha sido uno de los motivos por los que se presenta esta forma de convivencia, en la que la camaradería, el respeto y la solidaridad priman.

El medio de comunicación es unos altavoces ubicados en lo alto del parque, que se convierten en guardianes del orden y la colaboración. Por medio de ellos, Eduardo, el encargado de informar y anunciar las cosas importantes, recorre con su voz un radio de acción de 2.5 kilómetros que suele escucharse hasta Timayui. Por medio de esta tecnología, que es como la emisora del pueblo, todos están enterados de los acontecimientos  y los eventos a los que son llamados todos los habitantes. Por ejemplo, una asamblea, el mantenimiento de los registros de acueducto y alcantarillado los domingos a las 6 de la mañana o para una calamidad: aviso de lluvias en la parte alta  de probable avalancha.

EL NUEVO LIDERAZGO, AL RESCATE DE LOS VALORES TRADICIONALES

El tiempo avanza con su incesante péndulo en movimiento, juzga las acciones de todos los que marcan sus ciclos de acuerdo con él. Para Eduardo, una etapa en la historia se había acabado. Se refería al hecho de que por un momento la tradición de Bonda y las raíces de las buenas acciones se estaban perdiendo. Las sanas costumbres se estaban quedando en el olvido, como un viejo museo, cuyas enseñanzas solamente quedaran en la memoria de quienes lo visitaban en antaño.

Según el vicepresidente de la Junta de Acción Comunal, la juventud estaba quedando pasiva ante la toma de decisiones que afectan a la comunidad. A esto, se le suma la desorganización que hubo por un período con los líderes que asumían el cargo, porque los anteriores presidentes no estaban muy comprometidos con el papel. Y, además, la juventud no se concienciaba que debía tomar las riendas de un futuro próspero. Debido a esa situación, Eduardo se dio a la tarea de buscar y convencer a un joven de 24 años, al cual postuló a la presidencia comunal y que en sus palabras “va pintando como buen dirigente”.

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Con 24 vueltas alrededor del sol, Saúl Martínez es ese nuevo líder que decidió ‘ponerse la 10’ por Bonda, para estar activo frente al rescate de los valores. Este joven argumenta, que esta vida en comunidad normalmente se da porque este corregimiento todavía guarda esos hábitos de pueblo. Todos se conocen, por tanto, todavía hay esa solidaridad en la que, si alguien invita a algo, a un evento o necesita un acompañamiento, pues se brinda.

Con orgullo, Saúl sostiene, que ‘los bomberos’ actúan como hermanos, se cuidan entre sí. Esa característica hace de Bonda un territorio muy bonito, y en las actividades que se realizan es muy fácil consolidar a las personas porque sí están acostumbrados a tener esa camaradería.

A pesar de que Bonda suele recibir personas de otros lugares del país y de Santa Marta, que tienen otros hábitos y costumbres, las personas que provienen de otros sitios sí se adaptan, porque encuentran allí un lugar fresco, en el que la ayuda del prójimo y el compañerismo entre vecinos, es una constante, decir los buenos días, buenas tardes y buenas noches. La gente absorbe estas costumbres con absoluta naturalidad, pues esto es lo que de generación en generación se transmite como si de una herencia invaluable se tratara y de la que ninguno es egoísta en compartir con los demás. “Y si tú pasas por una calle y no dices buenas tardes, eres un grosero o no eres de por aquí”, señala Saúl.

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En estos tiempos en los que el concepto de cultura ciudadana es un término común en el diccionario mental de la ciudadanía. El caso de Bonda sobresale para marcar tendencia en todos aquellos barrios y comunidades en los que la principal problemática es la carencia de identidad y ausencia de sentido de pertenencia por el patrimonio colectivo.

Es la solidaridad uno de los elementos más acentuados para el desarrollo de una cultura ciudadana, eso sustenta el artículo “Cultura Ciudadana en Colombia: percepción de estudiantes de programas universitarios, técnicos y tecnológicos”, un apartado en el que se plantea que dicho valor se hace notorio en la convivencia del día a día, la cual tiene como origen los acuerdos morales establecidos por el colectivo. Y si Bonda tuviera un segundo nombre, ese sería solidaridad. Allí se encuentra la respuesta a todas las preguntas acerca de cultura, identidad y convivencia.

Así lo ratifican Roy Misón y Pedro Medina, dos personas que lo único que tienen en común es lo que piensan acerca de vivir en Bonda y la razón del porqué se quedaron a vivir aquí. El primero vino desde el barrio Pescaíto hace 3 años; el segundo, proviene de la Alta Guajira, y llegó a esta tierra hace unos 30 años. Los dos están de acuerdo en que lo que más les gusta es que se conservan esas raíces de pueblo, que está alejado del bullicio de la ciudad e incluso el olor es característico -una mezcla de campo y río-, igualmente, porque vieron la existencia de buenos dirigentes y que el pueblo les presta atención. Líderes comunales que proclamaban cualquier proyecto y el pueblo le sigue la corriente, generando de esa forma una comunidad muy unida.

 

 

 

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