Columnistas
El gobierno Duque: entre la guerra y la paz
Cecilia López Montaño
La historia de Colombia siempr ha transcurrido entre la guerra y la paz, siendo muchísimos más los períodos de guerra que los de paz. Ahora que el conflicto más largo de América Latina se termina con la firma del Acuerdo Final de Paz, además de los problemas con el ELN y la delincuencia común y el narcotráfico, este Gobierno recién estrenado, también nos presenta un panorama de guerra y paz. Parecería una exageración, pero es cierto. Han pasado ocho días desde la posesión del presidente Duque y todavía en el ambiente predominan esas declaraciones de guerra del uribismo. No se olvida el funesto e inoportuno aviso que fue repetido nada menos que en la posesión del nuevo Presidente, con un tono que estas generaciones de colombianos no habían escuchado.
Pero tal vez la mayor prueba de que el partido de Gobierno, mejor llamado Uribismo que Centro Democrático, estaba en pie de lucha y así entendía su llegada al poder, fue la reunión filmada clandestinamente por Noticias Uno, donde los miembros del uribismo, sin inhibiciones, mostraron su verdadero talante. Las palabras de su gran jefe, el expresidente Uribe afirmando que el discurso de Macías “era necesario” la forma despectiva como la senadora Paloma Valencia se refiere a su colega del Senado, la petición de la senadora Guerra de aplausos al senador Macías por su fantástico discurso, han causado tanto estupor, que se sigue hablando de cómo el presidente del Senado opacó al presidente Duque, y todo su discurso. Es decir, cómo la declaración de guerra borró la paz.
Pero en solo una semana otro hecho demuestra esta tendencia. Por sus trinos los conoceréis, frase que se aplica claramente a lo que le sucedió al nuevo Gobierno con el nombramiento del director de la Unidad de Protección de Víctimas. Un tremendo descuido de la ministra del Interior que también deja mal al presidente Duque. Esta señora Ortiz, en el mejor estilo de guerra uribista, insultó en el pasado a miembros del partido de las Farc y a otras personas, quienes no son parte de su grupo político, acto que terminó costándole el puesto, y el nombramiento fue echado para atrás. Es ella una persona del círculo más cercano del nuevo Gobierno.
Es el acelere típico de la juventud que ha mostrado la nueva administración, cubriendo lo humano y lo divino en estos primeros días, sin embargo, no ha logrado poner el foco en la paz, la reconciliación y todas esas propuestas llamativas del nuevo Presidente. Y la duda de si se impondrá verdaderamente en estos cuatro años próximos, sigue siendo una gran interrogante que mucha gente en este país se plantea con preocupación. Al presidente Duque le conviene que la balanza del Gobierno uribista seincline definitivamente por la paz. El problema es que va a ser difícil por esa vocación camorrista de su gran jefe que no ha logrado entender que ni el país ni él son los mismos de hace diez y seis años. Su gloria está enredada en unas investigaciones complejas; muchos de sus antiguos funcionarios o están en la cárcel o huyendo; y tal vez lo más complejo, es que el comportamiento de secta de su partido donde muchos miembros de su equipo todo se lo deben a él y solamente a él, es una realidad que ya es claramente evidente para un porcentaje alto de la población colombiana.
El país no quiere más guerra, ni la de las armas, ni la de las palabras, ni la de las actitudes descalificadoras que utilizan varios de sus miembros. Esa también es una guerra porque muestra profundos odios hacia sectores del país y empieza a destapar sentimientos de venganza. En sus manos, presidente Duque, está en mostrar que este Gobierno, que usted preside, también se la juega por la paz en todas las dimensiones, empezando por la de los espíritus.
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