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Columnistas

Y los que faltan

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Cecilia López Montaño

 

Uno de los grandes pecados de la forma como se desarrolla el clientelismo en Colombia desde siempre, es la descarada compra de votos que vienen realizando los caciques regionales y nacionales. Desafortunadamente, la Región Caribe aparece con demasiada frecuencia en el panorama nacional como un lugar donde este vicio se destaca, lo cual no implica que no se reproduzca en amplios sectores del territorio nacional. Para desgracia de Barranquilla, el peor escándalo reciente sobre este tipo de empresas políticas donde los votos se consiguen con inmensas cifras de dinero se refiere a las mañas de la llamada Casa Blanca, donde la hoy fugitiva Aida Merlano consiguió ser elegida miembro del Congreso hasta llegar a convertirse en senadora de la República. Ante evidencias contundentes fue detenida, pero el episodio vergonzoso fue su descarada huida con el beneplácito de muchos actores que aun o no han sido suficientemente identificados y por consiguiente juzgados ni penalizados.

Algunos de los que formaban parte de ese entorno de compra de votos ya han sido llama-dos por la justicia y dentro de pocos días Julio Gerlein, el reconocido empresario barranquillero, tendrá que presentarse ante los jueces ocupados de este caso de delito político, en un acto sin precedentes porque normalmente, especialmente en la política, los peces gordos difícilmente caen. Obviamente uno de los llamados abogados famosos del país lo apodera pero al conocer sus explicaciones sobre las actuaciones del ingeniero Gerlein estas pueden ser más dolorosas, principalmente para su familia, que el hecho de aparecer como el gran financiador de esta empresa liderada por Aida Merlano y su combo.

Estos hechos si no terminan exonerando a los grandes culpables y con Aida Merlano desaparecida, pueden marcar un antes y un después en el ejercicio del clientelismo. No solo se trata de las actuaciones de la justicia sino del momento que vive el país cuando todo ese pasado perverso está fuertemente sancionado. Todo lo que se consideraba inamovible en Colombia está siendo cuestionado por la juventud pero también por quienes han permanecido callados cuando el tema era la guerra. Pero para que este episodio tenga la trascendencia que debería, deben caer los que faltan, miembros de esos clanes políticos que han manejado la política regional sin sufrir verdaderos cuestionamientos de la ciudadanía y menos de la justicia.

Para que esto sea una realidad, los que faltan del grupo que han participado en este delito, también deben aparecer y ser juzgados de manera independiente y transparente para producir el efecto esperado. Se trata de la impostergable necesidad de acabar con esta forma perversa en que los representantes de amplios sectores del país llegan por la vía incorrecta, a posiciones donde la moral y la ética deben regir sus actuaciones. Solo así cambiarán los liderazgos en el Estado colombiano. Están dadas las condiciones para se genere ese esperado viraje en la forma como se eligen quienes dirigen lo público en Colombia y en particular en la Región Caribe.

 

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