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Columnistas

La Santa Marta que quiero y queremos

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Por: Saúl Alfonso Herrera Henríquez*

Sueño, lo mismo que imagino, una Santa Marta de gente superior y lo más importante, que la quiera. Es más, que sea atractiva hasta el punto de atraer a gente de fuera, más no solo para disfrutar y veranear, sino para que emprendan, inviertan, y desarrollen iniciativas que generen en ella, entre otras consideraciones, empleo y riqueza. Por desgracia Santa Marta, hoy por hoy, está muy lejos de ser esa ciudad. 

Somos actualmente una urbe que, en contra de la tendencia que se impone en el resto de las de su entorno, decide ir de mal en peor, una ciudad donde sus mandatarios se empeñan en estrangular y sacrificar sectores fundamentales, negándose a adjudicarles ayudas directas que les permitan sobrevivir en superiores contextos. Una ciudad que le exige los mayores sacrificios siempre a los mismos, vale decir, a quienes no viven a cuenta de las arcas públicas, no es viable y si puede convertirse en fallida. No es que quiera que no se le tribute, pero tampoco sea un infierno tributario, sino una ciudad atractiva, segura, productiva, competitiva y equitativa. Hoy, por desgracia, muy lejos está de serlo. Somos un paraíso para los que viven del sistema, parte de nuestros problemas y reales traumas, t esa no es la santa marta que queremos. 

Nuestra lucha debe ser siempre por una Santa Marta mejor. Por una Santa Marta perfectible. Por una Santa Marta con grandeza. Nunca frívola ni desencaminada. Una Santa Marta que elija y escoja lo mejor para sí y los suyos, con mandatarios coherentes, y no aquellos que un día dicen una cosa y al siguiente lo exactamente contrario. Así ha sido muchas veces, pero así es hoy casi todas las veces, y no por voluntad o imposición ajena, sino por voluntad propia y en ello llevamos casi tres lustros. La solución en dirección a esa Santa Marta Mejor, implica un ejercicio de responsabilidad en el que todas las partes se asuman en lo que les corresponda y más de ser posible, si lo que les interesa es el bien común de los samarios. Otro asunto bien distinto es que eso sea cierto.

Una Santa Marta mejor requiere del concurso de todos y nos entreguemos febrilmente a una campaña de promoción efectiva de la ciudad. Por ello y de cara a los compromisos que pronto de nos vienen encima, debe ser motivo de colaboración, el hecho de poder contar para sus 500 años de un Alcalde de gran condición que consiga para ella más de lo que imaginamos; por ello he querido poner de manifiesto públicamente una serie de cuestiones, como las relativas a los históricos, gravísimos e injustificados déficits que como ciudad mantenemos en cuanto a infraestructuras, sanidad, educación o inversiones públicas, a ver si llamando la atención podríamos conseguir alguna mejora en alguno de tales asuntos. 

No podemos seguir perdiendo pujanza ni competitividad y nuestros indicadores económicos no pueden seguir yéndose a menos. Es hora de pensar en poder contar al menos con una obra o una inversión emblemática a modo de testimonial herencia. Es la Santa Marta que quiero y queremos todos.