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Columnistas

Ni cambios, ni transformaciones

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Por: Rubén Darío Ceballos Mendoza*

Cambio, cuando en positivo y de avanzar se trata, nos indica la acción de transformar una cosa en otra, abandonar una cosa o situación por otra, o intercambiar alguna cosa por otra que se considera de un valor semejante; transformación, es el resultado de un proceso de cambio de forma. Sucede cuando una cosa, hecho o idea es convertida en otra;  socialmente, son los cambios que se operan en el medio socio cultural a través del tiempo, modificándose sus usos y costumbres, y sus valores; y, políticamente, son aquella que dan origen a nuevas formas de gobierno, como ha acontecido con el proceso histórico, dividido en tantas etapas como formas de gobierno existieron, en la edad antigua prevalecieron los monarcas teocráticos, en la media cobraron poder los señores feudales, en la moderna fueron los monarcas absolutos los que detentaron el poder, y en la contemporánea surgió la democracia.

 

Desde que aparecieron en la vida pública de Santa Marta y el Magdalena una serie de personajes hablando de cambios y trasformaciones, pensaron algunos que no se incrementarían errores, corrupción, desesperanzas, incertidumbres, desaciertos, imprecisiones, imprevisiones e improvisaciones, otros más, de pronto hasta de buena fe y soportados tal vez en esperanzas e ilusiones, que serían al menos principio de solución respecto de los problemas muchos que padecíamos, lo que no fue así ni siquiera de lejos como se esperaba; sino peor, pues seguimos acusando gravemente tales problemas en peores circunstancias.

No justifico con esto a los que por siempre habían detentado el poder en nuestra ciudad y departamento; más si quiero referir, que cuando relevos en los gobiernos de tal naturaleza se suceden, lo elemental y lógico es que quienes llegan superen lo actuado y no caigan bajo condición alguna en los mismos o peores yerros y maximizando problemáticas, como nos está aconteciendo.

No fueron para nada certeros en sus diagnósticos sobre el Distrito y el Magdalena. Hay que decirlo claramente y ajustados a la verdad que vivimos. Apenas y en esencia, balbuceos, siempre el decir que nuestros entes territoriales necesitaban cambios, transformarse, y por eso sus ideas, si ideas fueron, quedaron en nada, y de pronto hasta en deseos. Honestamente hablando, nada que ver. Solo medidas inanes cuyo resultado es que tales cambios y transformaciones, en realidad, han sido un retroceder constante, cuando se esperaban realmente avances ciertos como sustanciales, a decir de sus pronunciamientos, comprobados hoy como insulsas peroratas populistas y demagógicas.

A meses de culminar períodos, no vemos ni unos ni otros, solo palos de ciego que destruyen sin crear algo mejor de lo que había. Poco o nada funciona. Proceso de atraso en el que nos encontramos que hacen que vayamos de mal en peor de cuando llegaron al gobierno. Cambio y transformación convertidos en destrucción, que no rentaron nada bueno para la ciudad y el departamento, y ya no les queda tiempo para equilibrios ni recuperaciones. No vaya a ser qué al momento de elegir, cuando bien podemos enmendar culpas y estamos a semanas de esa posibilidad, sigamos equivocándonos.

Requiere nuestra benemérita ciudad de Santa Marta y el departamento del Magdalena, cercanas ambas unidades territoriales a sus pentacentenarios, de unas administraciones que las conduzcan con prisa y sin pausa por senderos posibles, probables, viables y factibles que de frente las introduzcan en avances y definitivamente la adelanten en contexto de esa excelencia que claman y reclaman desde la sensatez sus habitantes que no creen en invasores fanatismos puestos de moda en estos últimos tiempos, arrojando como resultado los padecimientos que tenemos y que es hora ya de empezar a corregir.