Columnistas
Libertad y libertad
Por Hans Christian Rangel
Escuchando los célebres discursos dados por los jefes de Estado en la 79ª Asamblea General de las Naciones Unidas, me llamó la atención la utilización de la palabra libertad desde distintas orillas ideológicas. Indistintamente de las políticas que se promuevan todas son a nombre de la libertad.
Por ejemplo, Nayib Bukele afirmó que El Salvador era hoy un país libre. Sin embargo, son conocidas las innumerables violaciones de derechos humanos a la que ha sido sometida su población, en la que muchos habitantes afirman que antes le temían a las pandillas y ahora le temen a que las fuerzas del estado los priven de la libertad, sin alguna causa y sean llevados a un juicio sin garantías.
El informe ‘Podemos detener a quien queramos’ titulado así por ser una frase que un policía le dijo a la madre de un niño que había sido detenido, con base en más de 1.100 entrevistas, documentan numerosos casos de detenciones arbitrarias, tortura y desapariciones forzada.
Pero no es esta libertad a la que quiero referirme, sino aquella en materia económica, la cual quedó evidenciada en los discursos de los presidentes Javier Milei y Gustavo Petro. El presidente argentino, quien con su frase “viva la libertad carajo” se autoproclama su defensor, se fue laza en ristre contra las organizaciones del orden internacional como la ONU o el Foro Económico Mundial, porque en sus palabras pretenden imponer una agenda ideológica a los Estados y decidir cómo deben vivir los habitantes del mundo.
Atacó las prohibiciones y regulaciones promovidas por los organismos internacionales y adoptadas por los Estados, afirmando que restringen la libertad de las personas. Como ejemplo, afirma que las cuarentenas de la pandemia del Covid-19 que a su juicio deben ser declaradas crimen de lesa humanidad.
También se refiere a las políticas ambientales de cero emisiones de gases de efecto invernadero que califica como regulaciones ridículas. Y concluye que la ONU debe promover la vida, la propiedad y libertad de los individuos.
Por su parte, el presidente de Colombia afirmó que el problema es que, lo que se decide por la mayoría de los pueblos del mundo que piden detener la guerra, la contaminación y la codicia del capital, no se escucha por una minoría de países poderosos, que tienen los dólares y las armas para imponer sus intereses Manifestó el mandatario colombiano que según la organización internacional Oxfam, que mide la desigualdad en el mundo, el 1% de la humanidad, tiene más riqueza que el 95% y esta pequeña minoría es la responsable de la crisis climática y son los que se oponen acabar la economía del petróleo y el carbón porque es su fuente de riqueza.
Que a ese 1%, los políticos y presidentes les obedecen porque ellos pagan sus campañas, son los dueños de los medios de comunicación y tienen el poder de decidir que se dice, que se piensa y que debe ser silenciado, y por eso gritan “viva la libertad carajo” pero es solo la libertad de la minoría más rica de la población. Y concluye que los Estados deben retomar las ideas de la democracia y la libertad para salvar la humanidad.
Dos discursos opuestos que reivindican la libertad. El primero dice que, no debe haber restricciones económicas ni ambientales y de esa forma todas las personas serán libres y prósperas. El segundo dice, que los Estados deben establecer regulaciones a la economía, proteger el medio ambiente y de esa forma se salvará el mundo y habrá democracia y libertad. Pero ¿cuál es mejor: la libertad o la? liberad?
La primera libertad reza que los individuos deben ser libres, por ejemplo, para tener armas, evitar las mascarillas faciales y cuarentenas y las empresas de hacer lo que sea que le genere lucro, así destruyan el planeta y cambien el clima. Que los bancos no debían tener restricciones así hagan colapsar a toda la economía como en la recesión del 2008. Afirman que de esta forma todos prosperan, incluso quienes el sistema los ha privado de oportunidades, porque sin importar la situación, todos pueden salir adelante si así lo quieren.
La segunda afirma que se necesita imponer restricciones para que pueda ampliar la libertad para todos. Las mayorías que viven en la pobreza, sin poder conseguir alimentos, vivienda y sin oportunidades económicas, no tienen capacidad de elegir que hacer, si no lo necesario para sobrevivir.
Según el nobel de economía Joseph E. Stiglitz, una medida natural de libertad, son las oportunidades que tiene una persona para elegir, cuanto mayor sea el rango de oportunidades para elegir, mayor es el grado de libertad. Y si millones de seres solo pueden hacer lo necesario para sobrevivir, no es una sociedad libre.
Por ello, se requiere imponer algunas restricciones, como la obligatoriedad de pagar impuestos para quienes tienen capacidad económica y con estos recursos hacer inversiones en bienes públicos como infraestructuras, servicios de salud y educación viviendas etc. De esta manera se amplían las oportunidades de todos y con ellos se hacen sociedades más libres.
Entonces, la idea fundamental de esta última es la del semáforo: restringir para ampliar la libertad. El semáforo restringe el movimiento durante un tiempo para un grupo, con lo que evita trancones en el tránsito y de esta forma permite la libertad de movimiento de todos. Sin esta restricción, todos se lanzarían generando un atascamiento en el que nadie va a poder moverse.
En el terreno ambiental, si no se restringe la contaminación y se sustituye la economía fósil, y, en cambio, se le da libertad al capital y la codicia para hacer ganancias, se terminará extinguiendo la humanidad. Como dijo el pensador Isaiah Berlín: “La libertad para los lobos muchas veces ha significado la muerte para las ovejas”.
Así las cosas, entre la libertad y la libertad, yo escojo la segunda. Es decir, la que promueve que se proteja el medio ambiente, se limite la proliferación de armas de destrucción masiva, grave las grandes riquezas mundiales y redistribuya los beneficios económicos en toda la sociedad. Otra vez presidente Gustavo Petro, el tiempo le dará la razón.